La sentencia con la que bautizo este escrito, fue una premisa fundamental en una elocuente columna que escribiría el Dr. Fernando Londoño hace ya un año y medio, refiriéndose a la que entonces él denominaría como la Generación del 14: Una generación de nuevos liderazgos que florecieron en las listas al Senado y Cámara del Centro Democrático, cuya virtud principal es no “tener” votos.

Pablo Andrés Loaiza

Esa renovada y noble cohorte busca también representación en las elecciones regionales de octubre próximo. Los congresistas Paola Holguín, Alfredo Ramos, Federico Hoyos, Iván Duque y Paloma Valencia, cabezas visibles de la Generación del 14, han presentado a Andrés Guerra Hoyos para representarlos en la contienda a la Gobernación de Antioquia.

Su relevancia para la política, y en especial para una política que cada vez más se escinde de la ética, es notoria: Estos jóvenes no tienen la soberbia creencia de tener propiedad de la conciencia que antecede al sufragio, no creen en el voto del hambre, no tienen maquinarias. Su único capital político es su ánimo laborioso, su aprecio por la comunidad y la capacidad de interpretar sus necesidades. Se ganan los votos generando confianza con su trabajo abnegado, no comprándolos con las tristemente célebres maquinarias.

Un perfil de este tipo también tiene importancia en términos estratégicos. Tener a Andrés Guerra como candidato a la Gobernación de Antioquia significa poderle jugar a Sergio Fajardo en el mismo terreno. Un discurso concentrado en la transparencia y la legalidad, con un valor agregado tremendamente importante: ¡La autoridad moral para hablar de ello! Porque, mientras el gobernador Fajardo se ufana hasta la saciedad de defender la delgada línea de lo legal y lo ilegal, es gustoso rompiéndola con frecuencia. No se inmutó cuando su despacho fue convertido en un centro de campaña para la reelección de Juan Manuel Santos. Para apoyar a este, lo invitó a inauguraciones y ahora aplicó esta misma estrategia para promover el nombre de su ungido para reemplazarlo.

Y si bien el candidato de Fajardo conoce al departamento, y es algo que no puede demeritarse, es un hombre mayor de 60 años y muy poco carismático, algo que Andrés Guerra y la Generación del 14 puede aprovechar con creces.

Si el uribismo escoge a su otra precandidata, reconocida por las maquinarias que la acompañan, Fajardo la tendrá mucho más fácil. Aplicará el mismo método que usó hace 4 años para derrotar a Álvaro Vásquez, que para entonces contaba con exactamente las mismas maquinarias que hoy respaldan a la otra precandidata. Develar y denunciar a las maquinarias mismas, cuestionarlas ética y moralmente, contrastado con un discurso sobre transparencia y legalidad, logró que el electorado despreciara esa jurásica y anticuada política y finalmente que Fajardo triplicara en votación al candidato de las maquinarias. De esas mismas, como si del diablo se tratase, que presumen ser dueños de los votos, dueños de almas esclavas que canjean su voto a cambio de la miseria a la que son cíclicamente condenados cada 4 años.

Que el Centro Democrático y los antioqueños entiendan que ha llegado una política nueva y que llegó para quedarse. Una política que se hace por amor a la comunidad, no por amor al poder; una política para servir, no para servirse; una política que se gana los votos porque se gana la confianza de sus conciudadanos, no osa adueñarse de ellos. @PabloAndresLB

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Redacción Minuto30

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