En muchos medios se habla de tolerancia, de inclusión, de apertura, yo quisiera llamar la atención en esta columna de un gran ausente en las relaciones humanas hoy, y es el respeto. Y quisiera poner de ejemplo tres situaciones puntuales de actualidad:

Quiero empezar con una experiencia personal, en la columna anterior que publiqué en este medio intitulada “Ni Santos, ni Uribe el problema es la falta de cultura política”, me referí a que uno de los grandes problemas de Colombia era que el ciudadano tal vez no era consciente de su papel protagónico en este tipo de sistema, pues se parte de estándares muy altos y la verdad muchos no están bien formados para ser soberanos (pregúntese, a manera de ejemplo, ¿cuántos conocen y han leído completa la Constitución de 1991 para que se dé una idea? Y de esos ¿cuántos han reflexionado sobre ella?). La invitación de fondo justamente estaba dada en que todos nos hiciéramos partícipes de la democracia, no como seguidores ciegos de nadie sino como actores políticos críticos, analíticos y también propositivos de nuestra realidad, en el sentido más aristotélico del Zoon Politikon.

De inmediato llovieron las críticas, todas ellas centradas en el título que muchos interpretaron a conveniencia y no en contexto, no faltó incluso quien me preguntara si la solución era entonces Timochenko, demostrando claramente que ni siquiera había abierto el artículo y encima confirmando mi tesis de la falta de preparación en algo básico como la comprensión lectora. Lamentablemente como en la “oclocracia” (gobierno de la muchedumbre, de la masa) otros tantos le siguieron dándose una cadena de insultos contra mi absolutamente injustificada pues se referían a aspectos que ni siquiera mencioné. Hubo quien reconoció abiertamente no quería leer el texto para no perder tiempo, lo curioso es que sí sacó tiempo para caldear los ánimos y ponerme en un juicio para que yo le contestara si era uribista o santista, de derecha o de izquierda. Mi respuesta solo fue una: por favor, lea.

En otras palabras, experimenté una vez más en carne propia lo que significa sufrir una condena, una censura, por personas que ni siquiera sabían de lo que estaban hablando, algo que muchos en este país han vivido. Muchos prefirieron leer los comentarios e irse a buscar memes (la imagen impacta más y atrae más likes), que hacer algo tan simple como leer el contenido. Con el cual valga decirlo se puede estar de acuerdo o no, es una columna de opinión, no es la verdad revelada, y se puede disentir pero con respeto, sin insultos.

En esa misma línea veía con mucha vergüenza lo ocurrido tras conocerse la noticia del traslado de James al Bayern, no es posible que a alguien se supone genera admiración y pone en alto el nombre de Colombia tenga que soportar que algunos de sus compatriotas lo hagan quedar tan mal, ni siquiera lo habían presentado cuando ya más de uno estaba insultando Robben y cuestionando a Ancelotti. Como decía El Espectador “Las redes sociales, una vez más, son plataformas de violencia escrita”. Tenemos que controlarnos, no podemos ser violentos y menos hacer que esa sea la imagen con la que quedemos en el exterior, bastante nos ha afectado a todos el conflicto armado, para que le sumemos la violencia de los trinos y los comentarios. Es el colmo.

Pero la violencia escrita no es solo de redes sociales, también son las columnas cargadas de odio, también son las caricaturas que se ensañan contra alguien. No es que tengamos que caer en la censura, es que debe haber un filtro interno, una responsabilidad ética que nos haga evaluar qué cosas aunque las podamos hacer no debemos hacerlas, y cuáles son las consecuencias de nuestra acción.

Hoy hay un debate muy interesante en el país entre el trino de Uribe y si se quiere las “sátiras” de Daniel Samper, quien se ha pasado de la raya más de una vez. Sin entrar en todos los elementos de la polémica aquí, creo que es una oportunidad de reflexión y quisiera mencionar algunos puntos:

Por un lado, que hay muchos debates donde se hacen calificativos injustificados pero que dañan la honra de las personas… y como decían en la película “La duda”, un chisme es como regar al viento un saco de plumas, hacerlo es muy fácil, pero cuando las quieres recoger, no hay forma porque nadie sabe dónde llegaron. Ahora bien, cuando hay pruebas lo ideal sería acudir a las instancias judiciales.

Por otro lado, el que alguien me insulte no me autoriza a insultarlo, aunque es difícil hay que intentar conservar esa autoridad moral. Pero también es cierto que no se puede exigir respeto sin darlo, yo no puedo suponer que el otro se tiene que aguantar mis bromas, mi sátira insistente o incluso mi agresión solo porque es en “chiste”, que puedo ser pesado sin que eso en algún momento tenga consecuencias, porque probablemente cuando al otro se le colme la paciencia y reaccione, tal vez no lo haga de la mejor manera… y si lo he provocado tampoco tendré autoridad moral para reclamar. Si se me permite esta lección es justamente la que se aplica al matoneo.

Así mismo, hay que ser cuidadosos en el uso de las palabras, es cierto que violador no es una palabra que solo se aplique en el plano sexual, también hay quien viole la ley, por ejemplo. Como corrupto no es solo alguien que hace un desfalco económico, hay otro tipo de corrupciones como la moral. En 140 caracteres las palabras quedan muy a la deriva, tal vez Twitter no es el espacio para hacer posibles denuncias que requieren un contexto y para el caso creo que lo ameritaba. Es grave lo de Antioquia, pero es todavía más grave la burla a la hija de Paloma Valencia, y peor las denuncias que en 2011 publicó Aciprensa sobre el uso de menores para “mostrar” el tema de la pedofilia.

Por último, que bueno que los periodistas y los medios de comunicación se pronunciaran con mayor frecuencia para evitar expresiones que lesionan a las personas, son muchas, muy frecuentes y no todas son producto de las redes sociales, algunas se publican sin sonrojarse en grandes medios, ahí es necesaria una autocrítica y un llamado a la responsabilidad. Lástima que como lo dice el profesor Iván Garzón Vallejo estamos en un “país del insulto fácil y de la indignación selectiva”.

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Redacción Minuto30

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