La velocidad, las nuevas figuras y la temida altitud del estadio Hernando Siles, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar, son a juicio de William Ramallo las armas de Bolivia para buscar el camino de vuelta a un Mundial como el que él ayudó a encontrar hacia Estados Unidos, en 1994.

Su palabra es ley pues con siete goles fue el máximo cañonero de las eliminatorias sudamericanas que en 1993 pusieron a la Verde en la fase final del primer Mundial de su historia.

Su era en la selección absoluta, que recuerda con nostalgia y entonando un canto simbólico para los bolivianos, comenzó en 1989 y se extendió hasta 1997.

En la fase de grupos de la Copa del Mundo de Estados Unidos jugó los tres partidos.

Y aunque la pandemia del COVID-19 ha suspendido el comienzo de las eliminatorias hacia Catar 2022, en su análisis para Efe de los dos primeros partidos que deben jugar sus compatriotas, Ramallo pide «inteligencia» en territorio brasileño y en La Paz ante Argentina.

Ramallo, hoy con 56 años, fue parte de la generación que al mando del español Xabier Askargorta alcanzó la única clasificación a una Copa del Mundo.

Rodeado por jugadores como Marco ‘el diablo’ Etcheverry, Erwin ‘Platiní’ Sánchez y Julio Baldivieso, recibió en las eliminatorias para Estados Unidos’94 los sobrenombres de «goleador de América» y «Pescador del área» en su país.

Para este exfutbolista nacido en Cochabamba el 4 de julio de 1963, a diferencia de décadas pasadas hoy «no ganan los equipos grandes a los equipos pequeños».

A su juicio, «ganan los equipos más rápidos a los más lentos».

Ramallo marcó su séptimo y decisivo gol en la jornada final de las eliminatorias en Quito a Ecuador. Para él, fue el recuerdo más importante de su carrera, que terminó hace veinte años en el Aurora.

Con ese tanto quedó sellada la clasificación histórica y acabó con el sabor amargo que cuatro años antes dejó la eliminación del Mundial de Italia por la falta de uno más, recordó.

Veloz, oportuno y atento a los rebotes del adversario. Esas eran las características de ‘Popeye’ para «hacer la diferencia» y convertir balones extraviados en el área en alegrías bolivianas.

Consultado sobre el mejor jugador que enfrentó, Ramallo citó tres: el argentino Diego Armando Maradona y los brasileños Romário de Souza Farías y Ronaldo Luiz Nazario de Lima.

De Maradona aún recuerda el «temperamento» y el «liderazgo» que imponía en la cancha.

De Romário, lo «sencillo» y «práctico» para definir. Y de Ronaldo su capacidad de eludir rivales en velocidad.

Ramallo recordó con nostalgia las jornadas en las se enfrentó a aquellos ídolos, y confesó con emoción la motivación que con sus compañeros alcanzaban al entonar antes de cada partido ‘Viva mi Patria, Bolivia’, una canción tradicional.

«Viva mi patria Bolivia, una gran nación. Por ella doy mi vida, también mi corazón», dice un estribillo de la canción que coreaban en el autobús camino al estadio, o en el vestuario antes de pisar la cancha.

EFE

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Minuto30 Agencias

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