Un buen amigo me compartió el video donde Pablo Giordanelli concejal de Pereira por el partido Opción Ciudadana, expone su punto de vista sobre la propuesta de listas cerradas para los partidos políticos en próximas contiendas electorales. Bajo la etiqueta #nomascorruptosenelpoder afirma que hay un vínculo directo entre esta modalidad de lista cerrada y la corrupción que vive el país, la principal razón que expone es que sería un mecanismo que permitiría “que los que ya están en el poder, se queden por siempre” y que en esa misma lógica los nuevos líderes no puedan surgir, en sus palabras: “lo que van a lograr con esto, es que ninguna persona nueva, ningún líder social, ninguna persona que quiera probarse ante el pueblo, pueda hacerlo, porque al tener la lista cerrada usted va a votar es por el partido, entonces ¿qué va a lograr?, que los que ya son senadores sigan siendo senadores y los que ya son congresistas, sigan siendo congresistas”. Pero después afirma lo siguiente: “no se dejen meter los dedos a la boca, esto lo único que va a lograr es que la corrupción se quede arraigada en el poder”, para finalmente concluir que “ningún nuevo aspirante ni al senado, ni a la cámara va a tener oportunidad de llegar de una manera limpia y transparente”, a lo que le suma que va a ser dañino para la democracia.

Como el video en mención se ha vuelto viral y en ocasiones enarbolar ciertas banderas hace que las personas reaccionen por la emoción, quisiera analizar al menos tres puntos que debemos tener en cuenta en este debate que sin lugar a dudas no se circunscribe solamente a lo que ocurra en el 2018, de hecho, es una discusión que ya tiene su tiempo, viene más o menos desde 2003 y ahora se ha reactivado.

1. Las listas abiertas o por voto preferente nunca han garantizado que las personas que llegan mediante ellas sean más honorables que quien accede a un escaño por lista cerrada, esto es una falacia. El problema de la corrupción no tiene su raíz en que las listas sean abiertas o cerradas, más vale preguntarnos cómo se obtienen los votos. No olvidemos que hay políticos que se han eternizado en el congreso presentándose por listas abiertas, literalmente cuentan con sus propias maquinarias clientelistas que les aseguran su estadía, maquinarias que “engrasan” con prebendas, contratos y otra serie de artimañas por época electoral. En otras palabras, cuando hay compra y venta de votos, y ese político es un “cacique destacado”, bien sea por lista abierta o cerrada, él va a conseguir quedarse allí. El problema de la corrupción es más de fondo.

El verdadero debate está en poner límites a los períodos para que no puedan estar para siempre en el Congreso, y por supuesto tener normas serias anti corrupción (con investigaciones, y sanciones) que evite que estas prácticas continúen. Pero especialmente la urgencia máxima en este momento debería ser cómo recuperamos la independencia del Congreso para analizar los diferentes proyectos sin convertirse en un notario del ejecutivo, cómo hacer los debates sin esa presión y cómo se recupera la independencia partidista (que cada partido se deba a su propia identidad, que sean distintos entre ellos para lograr un sano debate y evitar la polarización). Hay que recuperar la democracia pluralista donde la “unión nacional” este dada por el marco constitucional y no por la simple adhesión a un bloque de pensamiento que aplaude al ejecutivo y mira con sospecha a los demás.

2. Ahora bien, con la salvedad de que pienso que debe existir límites en la reelección de congresistas para que exista la debida renovación, así como se hace en las otras ramas del poder. También es cierto que hay que reconocer que cada partido tiene sus líderes naturales, que dan confianza y tranquilidad a esa colectividad en particular porque se sienten bien representados por ellos, por lo que no hay ninguna razón por la cual se les deba privar de participar, al contrario, es una gran riqueza. Si estamos en una democracia representativa y en efecto los partidos representan partes de la sociedad y no una totalidad, sino que la totalidad aparece representada en el recinto, para el caso el Congreso, donde se encuentran las distintas visiones, mal haríamos pensando que esos líderes no deban estar allí. Ahora bien, en el caso de esa lista cerrada esos líderes serán escogidos por el partido para encabezar sus listas, en algo que podría traducirse en una suerte de consulta interna o primarias. Algo que, por cierto, puede ayudarle al elector a comprender mejor la propuesta de partido y no perderse en individualidades. Cuando los candidatos se cuentan por cientos, hacer un voto consciente y racional es casi imposible… porque no se trata de “renovar por renovar”, el que alguien sea nuevo no es garantía que sea mejor del que ya estaba, es necesario poder analizarlo.

3. Creo que el concejal se equivoca al pensar que no hay renovación con listas cerradas. Si bien por estrategia el partido puede poner a la cabeza a sus mejores líderes para que ellos jalonen, es obvio que si consiguen muchos votos el partido obtendrá más escaños y con ello seguramente la participación de nuevas personas. Que en la lógica partidista de una democracia seria esperaríamos sumen votos en la línea ideológica que el mismo partido definió (voto de bancada). Por el contrario, en una lista abierta o con voto preferente, puede que algún político sea la estrella y este concentre una alta votación, que finalmente solo servirá para elevar su ego y no para fortalecer la presencia de la colectividad. Recordemos que en cuerpos colegiados como el Congreso de la República las fuerzas se miden por número de personas que se traduce en número de votos al debatir los proyectos, no se mide por la brillantez de un individuo. Ahí si cabe la lógica que una golondrina no hace verano.

Para ilustrar sirva de ejemplo el Centro Democrático, que como partido nuevo en 2014 logró ser la segunda fuerza más importante en el Senado, gracias a que su líder atrajo los votos suficientes para tener 20 curules. De nada hubiera servido que ese líder concentrara toda la votación porque no se trataba de un cargo unipersonal.

Creo firmemente que la democracia se fortalece con partidos políticos bien consolidados, en otras palabras, con trabajo en equipo, con propuestas serias, con idearios bien construidos, con estatutos que se cumplan y que, por supuesto incluyan un código de ética lo suficientemente fuerte como para empezar a combatir desde allí la corrupción, complementado por supuesto por la acción estatal cuando corresponda. Entre mejor hagan su trabajo los partidos en esta línea seguramente llegaran a tener una mejor confianza del ciudadano. Pero es importante fortalecer esa figura institucional para que justamente ese ciudadano no se pierda en una multitud de opciones individuales que parecieran no deberse a nadie, y que terminan por favorecer amiguismos, y en último término la corrupción.

Si pensamos en el elector – el de voto de opinión- a todas luces es más fácil que examine la propuesta de más o menos una docena de partidos (que siguen siendo muchos), o al menos lo haga con sus afines, a que analice un promedio de 80 a 100 candidatos por partido. Las listas cerradas pueden ser más confiables si empezamos a superar los personalismos políticos y nos centramos en que lo importante son las ideas, las propuestas de partido. Ahora si el partido se la juega con los mismos de siempre y el elector no está de acuerdo, también será labor de este decantarse por otras opciones y con ello también estará enviando un mensaje.

Apostilla: Insisto con algo que llevo años repitiendo, en materia electoral es de suma urgencia buscar mecanismos que hagan confiable el respeto al voto y los resultados, llevamos varias elecciones dependiendo como mecanismo de verificación de un mero resaltador. En otras épocas al menos había firma, huella, tinta…

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Redacción Minuto30

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