Ambos son economistas y tienen una historia de militancia contra la dictadura en los 60, son considerados tecnócratas, poco carismáticos y con mano dura en el gobierno: el opositor José Serra y la oficialista Dilma Rousseff representan las dos opciones que el próximo domingo disputarán la Presidencia de Brasil.

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A primera vista hasta podría decirse que ente Rousseff y Serra «hay probablemente más áreas de concordancia que de conflicto en sus programas», señaló un reciente editorial de la prensa brasileña. Ambos son candidatos de la centro-izquierda que alternadamente gobernó Brasil en los últimos 16 años bajo una similar política económica.

El sucesor del presidente Luiz Inacio Lula da Silva heredará un país con menos pobres y crecimiento económico, pero con grandes desafíos históricos y las fragilidades de una economía emergente que ha adquirido un papel cada vez más relevante en el mundo.

«Lula hizo una primera transferencia de riqueza para la sociedad que generó un tremendo mercado interno y mejoró un poco las diferencias sociales, pero dejó grandes deudas en educación, infraestructura (en el país que acogerá la Copa del Mundo 2014 y las Olimpíadas 2016), seguridad pública, corrupción y grandes reformas en el carísimo sistema de pensiones e impuestos», resume a la AFP Alexander Bush, autor del libro «Brasil, país del presente».

Una dama de hierro que fue mano derecha de Lula en el Ejecutivo, Dilma Rousseff, de 62 años, sale con ventaja de 10 puntos en las encuestas catapultada por la popularidad histórica del presidente que sacó a 29 millones de brasileños de la pobreza y cuya política económica y social ella pretende continuar.

«Mi objetivo es que nuestro país -uno de los más desiguales del mundo- se convierta en una nación de clase media», expresa la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) a la que Lula sacó del anonimato para hacerla su sucesora.

Rousseff ha defendido el actual modelo económico de respeto a la ortodoxia del mercado, pero también quiere un Estado fuerte, con empresas y bancos públicos potentes, una tendencia que inauguró el actual gobierno tras la onda privatizadora de la década de los 90 en toda América Latina.

Los mercados temen que también ceda a tentaciones de expansión del gasto público, que desestabilizarían la creciente solidez del país. Pero «si existe una lección aprendida por su partido es que sus planes de permanencia en el poder dependen del compromiso con la estabilidad de precios» y la sustentabilidad del Estado, destaca un análisis de la consultora C.A.C.

Sin el carisma de su padrino Lula que pasea por la escena internacional casi como una estrella de rock, Rousseff defiende la actual política externa que favorece las relaciones con el Sur y la presencia de Brasil en los foros internacionales junto a las grandes potencias.

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Menos atraído por esa geografía del Sur, su adversario Serra ha anunciado cambios sustantivos en la política externa: se acabarán las buenas relaciones Brasil-Irán, será más crítico con sus vecinos de la izquierda -Hugo Chávez en Venezuela y el gobierno de Evo Morales, al que acusó de ser connivente con la entrada de drogas en Brasil- y promoverá una reforma del Mercosur, limitándolo a una área de libre comercio.

El exito social de Lula llevó a Serra, candidato por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de 68 años, a hacer exhuberantes promesas: elevar el salario mínimo el próximo año desde los actuales 510 reales a 600 (355 dólares), aumentar 10% las pensiones y duplicar el número de beneficiarios de los programas sociales.

Un austero gestor que manejó con mano de hierro la gobernación de Sao Paulo, -el más rico estado brasileño- Serra defiende un serio ajuste en las cuentas públicas, una reducción del tamaño del Estado y más intervención en las políticas del Banco Central para rebajar las tasas de interés y el valor del supervalorizado real, reclamos del sector productivo.

«Serra tiene una postura más favorable al mercado que Dilma y una convicción más firme sobre la necesidad de un ajuste fiscal fuerte en Brasil, aunque las promesas que hizo en la campaña de aumentar el salario mínimo y las pensiones lo dificultan», destaca a la AFP el analista de MCM Consultores Ricardo Ribeiro.

Por Yana Marull
BRASILIA, 24 octubre 2010 (AFP)

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Redacción Minuto30

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