Resumen: Prevost, miembro de la Orden de San Agustín, creció en una espiritualidad marcada por la figura de María bajo esta advocación
Minuto30.com .- La elección del nuevo pontífice, Papa León XIV —antes cardenal Robert Prevost— ha traído a la luz no solo su profunda experiencia pastoral en América Latina, sino también su vínculo espiritual con la Virgen del Buen Consejo, una advocación mariana de gran importancia en la tradición agustiniana.
Prevost, miembro de la Orden de San Agustín, creció en una espiritualidad marcada por la figura de María bajo esta advocación. La Virgen del Buen Consejo, venerada desde el siglo XV en Genazzano, Italia, es considerada por los agustinos como su madre y guía. Su imagen, que muestra a la Virgen sosteniendo tiernamente al Niño Jesús, simboliza la sabiduría amorosa con la que María acompaña a quienes buscan claridad en tiempos difíciles.
Como agustino, León XIV ha vivido y enseñado la importancia del discernimiento guiado por la oración, una característica central de esta devoción mariana. En su tiempo como formador y superior en Perú, y luego como obispo y prefecto en el Vaticano, la inspiración de la Virgen del Buen Consejo ha estado presente en su misión pastoral, sobre todo al tomar decisiones complejas o acompañar a comunidades necesitadas de consuelo y orientación.
Ahora, al frente de la Iglesia universal, León XIV asume su pontificado con el espíritu de María como consejera y madre, una figura que no solo ha marcado su camino personal, sino que podría convertirse en símbolo de su pontificado: una Iglesia que acompaña, escucha y guía con sabiduría y ternura.
La Virgen del Buen Consejo: guía maternal en tiempos de incertidumbre
La Virgen del Buen Consejo es una de las advocaciones marianas más queridas por los fieles que buscan orientación, serenidad y sabiduría en momentos de duda o dificultad. Su devoción tiene raíces profundas en la espiritualidad católica, y su imagen se asocia con el acompañamiento amoroso de María a quienes desean tomar decisiones con prudencia y fe.
Su historia se remonta al siglo XV, en Genazzano, un pequeño pueblo de Italia, donde —según la tradición— una imagen de la Virgen apareció milagrosamente en el muro de una iglesia agustina, el 25 de abril de 1467. Desde entonces, la advocación fue reconocida por el pueblo como Nuestra Señora del Buen Consejo, y se convirtió en centro de peregrinación y oración para quienes buscan luz en su camino.
La Virgen del Buen Consejo es representada con ternura, con el Niño Jesús apoyado suavemente contra su mejilla, en un gesto que expresa confianza y cercanía. Su fiesta se celebra el 26 de abril, y es especialmente venerada por la Orden de San Agustín, así como por educadores, padres de familia y líderes que buscan discernimiento y sabiduría para guiar a otros.
Hoy, más que nunca, su mensaje sigue vigente: en medio de un mundo agitado por la incertidumbre, María del Buen Consejo recuerda que no estamos solos al tomar decisiones. Su intercesión es un faro para aquellos que, con humildad y fe, buscan el camino correcto.