El presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, anunció el viernes 31 de enero de 2021, que en el país comenzará la “vacunación masiva” contra el covid-19 el 20 de febrero.

Una buena nueva, sin duda, es el anuncio, pues esa vacunación promete huir de la realidad de la pandemia, que no es otra que el desempleo desmedido de entre 14 y 20%, mendicidad extrema, pobreza en todo el territorio nacional, 53 mil muertos por la enfermedad a la fecha y la caída del crecimiento de la economía a niveles nunca estimados.

Según el presidente Duque, “el país acaba adquirir 5.000.000 de vacunas de Moderna y 2.500.000 de Sinovac, que se suman a las vacunas previamente adquiridas para completar 61.5000.000. Esto permitirá vacunar a más de 35 millones de personas”. Por su parte, el ministro de Salud, Fernando Ruiz, quien acompañaba a Duque en su anuncio, acotó que “esta cifra nos permitirá alcanzar la inmunidad de rebaño”.

Como en Colombia somos experto en “incendiar la pradera” casi que por deporte, ya se escuchan voces disonantes y hasta irrespetuosas contra el gobierno en pleno (empezando por el presidente Duque), que hacen del manejo de la crisis un ejercicio cada vez más difícil y comprometedor, ante una comunidad como la colombiana, que debería trabajar unida, con honradez y respeto, a fin de remar todos en una misma dirección para salir del mar tempestuoso en el que hoy nos encontramos.

¿Que todos en el mundo vamos en el mismo barco infectado de covid -19? Será el mismo barco, pero no en las mismas condiciones. Como en un crucero, unos van en pisos superiores, en camarotes de lujo y otros vamos en inferiores. Unos a babor y otros a estribor, que no es lo mismo.

Ya vemos cómo las naciones poderosas como Alemania, Inglaterra, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, China o el mismo Estados Unidos, garantizan la vacunación de la totalidad der su población, antes que a la de países tercermundistas. Inclusive Panamá, Ecuador, Perú, Brasil y Argentina, ya iniciaron su vacunación. No nos engañemos: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, decía mi abuelo.

Aunque digamos que pertenecemos a la OCDE, el club de las naciones ricas, las cifras de educación, empleo, ingreso per cápita y bienestar social nos está dejando desnudos, como en el famoso cuento El Traje nuevo del emperador, de mi muy admirado escritor Hans Christian Andersen, en el que cuenta la historia de un emperador al que le encantaban los trajes.

“Destinaba toda su fortuna a comprar y comprar trajes de todo tipo de telas y colores. Tanto que a veces llegaba a desatender a su reino, pero no lo podía evitar, le encantaba verse vestido con un traje nuevo y vistoso a todas horas. Un día llegaron al reino unos impostores que se hacían pasar por tejedores y se presentaron delante del emperador diciendo que eran capaces de tejer la tela más extraordinaria del mundo”.

Sus aduladores le repetían que el traje nuevo, era magnífico. “Comenzaron a vestirlo y como si se tratara de un traje de verdad iban poniéndole cada una de las partes que lo componían”.

Todos repetían que el traje era magnífico, sólo para no contrariarlo. Un día le pidieron que marchara con el traje nuevo delante de su pueblo, pero a poco de salir, muy cerca de palacio, un niño exclamó: “¡Pero si está desnudo!”.

No nos engañemos. No vamos en el mismo barco. Colombia no es Dinamarca. Las necesidades apremian y el presidente Duque, quiérase o no, es el Presidente de los colombianos. Las críticas, en toda democracia, son bienvenidas porque construyen democracia. Es hora de desarmar los espíritus; es hora de impulsar el barco hacia un mejor horizonte. Es hora de apoyar, de criticar constructivamente y proponer medidas saludables que nos permita salir del momento oscuro.

Los ciudadanos, los periodistas, todos los colombianos, debemos rodear a nuestra dirigencia (hasta donde ella, en su integridad moral y profesional lo permita); adicional, nuestros gobernantes no pueden comportarse como el emperador del traje nuevo, y entender que es necesaria la mesura, la responsabilidad y el compromiso con Colombia y su gente, independiente de su condición social, racial, política o cultural.

La vacunación masiva tiene que convertirse en un salvavidas lanzado en el momento oportuno, para esquivar el mar proceloso de la pobreza, la enfermedad y la muerte que hoy atravesamos.

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com
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Redacción Minuto30

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