Hace varios días vengo reflexionando sobre una gran frase expuesta por – el escritor y crítico social – H.L Menkem, quien dijo: “para cualquier problema complejo existe siempre una solución clara, simple, pero equivocada”. Es una frase curiosa, arraigada y compleja.

Es una frase curiosa porque resalta el panorama que tenemos los ciudadanos democráticos sobre el concepto de complejidad y la manera en la que lo relacionamos con nuestras vidas.

Es normal que los ciudadanos nos mostremos inconformes y hablemos de política como un fenómeno meramente simple y fácil de solucionar. Es por eso que siempre nos cuesta aceptar la política como una complejidad. Soñamos con el fin utópico de la corrupción, pero nunca pensamos en su reducción compleja y real, creemos que el que participa está encaminado al robo y es por eso que no participamos, creemos siempre tener la razón y es por eso que callamos para no generar discusión. Estas son soluciones claras, simples; pero equivocadas.

Este fenómeno no es un simple resultado de la espontaneidad ciudadana, este fenómeno es una construcción social. Es fácil de notarlo en nuestros líderes, quienes en varias ocasiones proponen soluciones simples y evidentes; soluciones construidas para el persuadir el sentimiento colectivo.

Una situación parecida ocurre con los medios de comunicación. No hace falta ver un programa de opinión o un contenido tendencioso para experimentar el mensaje negativo – indirectamente establecido – hacia la política y los políticos. Las críticas de los medios en diferentes ocasiones se quedan en soluciones simples y fáciles de entender, también con influencia sobre un sentimiento colectivo.

Es necesario que primero entendamos que la política es compleja y es por eso que sus soluciones deben ser de igual manera. La política es compleja por diferentes razones. Primero: está rodeada y atada por la incertidumbre, en diferentes ocasiones no sabemos si una política, una ley o un decreto funcionara o no funcionara. Segundo: la incertidumbre lleva a la conformación de diferentes dilemas, como el de la paz; todos queremos la paz, pero siempre anhelaremos otras cosas por encima de la paz.

Alguna vez Isaiah Berlin – politólogo e historiador – afirmó que los ciudadanos o políticos creyentes en una solución para todos los males humanos, el ciudadano o político convencido de que existe una sociedad ideal a la cual el hombre puede acceder si tan solo hace lo necesario está equivocado…. pues entonces ningún precio es demasiado alto para abrir las puertas de semejante utopía.

Entendido esto, no creo que exista necesidad alguna para adentrase en la formulación del Nacionalismo y otros fenómenos que han generado grandes consecuencias para la historia de la humanidad. Sin duda alguna, fue esa la idea más peligrosa del siglo XX.

Primera razón: No todos queremos lo mismo; no todo lo que queremos – justicia, igualdad o libertad – es compatible entre si y en general, es por eso que la democracia funciona.

La democracia no nos promete igualdad absoluta, tampoco nos promete libertad absoluta, aunque si nos prometa justicia absoluta. La Democracia funciona porque en definitiva no le da nadie lo que desea, funciona porque no es una solución simple, fácil, ni utópica. Funciona porque aunque sea un concepto establecido, es un concepto modificable. Funciona porque la política es compleja y la Democracia lo reconoce.

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Redacción Minuto30

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