En un mundo caracterizado por la inmediatez, la perseverancia parece haber quedado un poco a la sombra. Queremos resultados y los queremos ya, por lo que cuando se nos plantea un reto mayor o que requiere de un esfuerzo superior, nuestra respuesta será intentarlo en un primer momento pero desistir en la primera adversidad o conformarnos con medias tintas. Por ello es conveniente recordar una parábola basada en un fabuloso evento natural: la transformación de la repelente oruga en uno de los más bellos adornos de la naturaleza.

Cuenta la sabiduría popular que alguna vez un pequeño gusano caminando en dirección al sol, se encuentra con un chapulín: -¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: – Anoche soñé que estaba en la punta de la gran montaña y miraba todo el valle. Me gustó mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el chapulín le advierte: – ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrías llegar, tú una simple oruga? Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable. Pero el gusanito no lo escuchó, avanzando con sus diminutos pies. Del mismo modo la musaraña y la rana, le aconsejaron desistir de su sueño. -¡No lo lograrás! – le dijeron -, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. -Estaré mejor, fue lo último que dijo, y al parecer fue su final, murió. Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos, el gusano por su enorme esfuerzo se había ido transformando arropado por una dura cubierta que lo sepultaba. Ahí estaba el animal más loco. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió ‘por querer realizar un sueño irrealizable’.

Una mañana en la que el sol brillaba, los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. Aquel armazón comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían al frente: Una mariposa…. No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la montaña y realizaría su sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.

Todos se habían equivocado. El Supremo Arquitecto no nos hubiera dado la posibilidad de soñar, si no nos hubiera dado la oportunidad de hacer realidad nuestros sueños. Esta fábula de la oruga nos enseña que si tenemos un sueño, debemos vivir por él e intentar conseguirlo, perseverando a pesar de las críticas y las malas intenciones. Y si no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestra vida. Entonces, con otro aspecto y con otras posibilidades, lo alcanzaremos.

Una parábola que demuestra que el éxito en la vida, no se mide por lo que hemos logrado, sino por los obstáculos que enfrentamos en el camino. Que nos motiva a luchar con todas nuestras fuerzas por lo que deseamos para alcanzar nuestros sueños. Feliz café.

Apostilla: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa” (Mahatma Gandhi).

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Redacción Minuto30

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