Vino un señor corresponsal de un diario de NEW YORK que se puso en labores investigativas con una clara intención ideológica; de entrada le quitó el valor intrínseco que deben tener este tipo de acciones cuando se hacen con objetividad: La Verdad.

Bastó un trino que develase el comportamiento de este camarada para que, como es costumbre en esta clase de personas, anunciase que saldrá del país por razones de seguridad. Días después su fotógrafo hizo lo mismo para así prolongar la noticia con la creencia que sería más creíble.

Como es usual en los beneficiados hasta el 2018 de las mieles de la mermelada, sirven de caja de resonancia para magnificar un hecho que no pasa de un episodio infortunado para el señor Casey, su fotógrafo y el medio que los cobija, puesto que mostraron el sesgo al que ya estamos acostumbrados con los medios capitalinos y que ahora se traslada para la capital del mundo en un periódico que otrora se autoproclamó como un símbolo de ecuanimidad, aunque no siempre ha estado en altos niveles de credibilidad. Es poderoso pero no es muy probo.

Los cobardes en Colombia se han ubicado casi todos en un segmento de la población que ha querido instaurar unas ideas caducas de ordenamiento político que, como cosa extraña, se han lucrado de las prebendas y la corrupción del estado central para llegar a ser parte de esos círculos de poder cerrados que se reúnen en los exclusivos clubes de la capital para definir el rumbo del país. Son o han querido ser parte de esa claqué que habla chirriado, es soba sacos y nunca dice una verdad puesto que para ellos prima lo políticamente correcto. De hecho cuando se atreven a decir algo que exprese cierta cercanía con su verdad advierten que serán políticamente incorrectos.

Hablar de victimarios que paradójicamente se quieren convertir en víctimas resume gran parte de la historia de Colombia ya que esa estrategia ha sido usada desde antes de 1810 y ha seguido vigente hasta nuestros días.

Basta recordar que desde que nos independizamos hemos mantenido un estado de violencia entre diversas ideologías y matices para concebir el estado. Luchas entre federalistas y centralistas, constituciones efímeras como la del 1863 que duró 23 años, hegemonías de un partido que originó la guerra de los mil días y la separación de Panamá, violencia partidista que acabó con el campo y en donde el radicalismo alcanzó hasta algunos representantes de las iglesias, frentes nacionales que extinguieron los partidos tradicionales para convertirlos en fuentes de corrupción a ultranza, de la que se lucraron muchos de los que ahora posan de víctimas de trinos, que se originan cuando en su quehacer rutinario y de malquerencia, atacan a personajes o grupos políticos que no les comen cuento.

La gran prensa como denominábamos por allá en los años 60 a los medios capitalinos, se ha especializado desde que llegó alguien a moverles el piso a victimizarlo y menguar su prestigio. El problema para ellos surgió al no dimensionar el afecto real que le cogió el país para convertirlo en un referente muy superior a ellos. Al ver su impotencia cambiaron 180 grados y de victimarios quieren convertirse en víctimas, ahora posan de perseguidos por las respuestas enhiestas, directas y en ocasiones burlescas del objeto de sus ataques enfermizos originados por sus enfermedades espirituales.

También están los mamertoides y alguno que otro comunista caduco que olvidan su pasado.

¿Los violadores y pederastas ahora se sienten perseguidos? Es posible pero no es la sociedad quien los persigue. A ellos los persigue su conciencia que no los deja dormir tranquilos y en sus delirios y desvelos se inventan enemigos que quieren estigmatizarlos.

Postre: Conozco individuos que creen que requerirlos para que cumplan las leyes es una agresión y posan de víctimas. Hay inspectores de policía que les creen y defienden. El daño que le hacen al país estos comportamientos es inmenso máxime, cuando la supuesta víctima ha ocupado cargos de relevancia dentro del aparato judicial.

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Redacción Minuto30

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