Podría decirse que la humanidad toda se entendería mejor si se analiza a la luz de ese pequeño, pero sabio libro, escrito por el argentino José Ingenieros, titulado el hombre mediocre. La gran masa, el populacho, la guacherna, tan bien estudiada en su sicología por el europeo Gustavo Leba, no piensa, no es educada, padece patológicamente de la conducta animalesca de copiar todo, de imitar a los demás, de seguir la senda facilista del rebaño, de las ovejas sumisas que todo lo hacen en manada y en forma mecánica e instintiva.

Hombres y mujeres mediocres que en un altísimo porcentaje pueblan el mundo, nacen, crecen y mueren sin pensar a profundidad. Son los que se idiotizan con los deportes masivos como acaba de pasar con el mundial de futbol celebrado en Rusia en 2018, espectáculo de circo, simiesco que idiotiza a las masas en los casi doscientos países del planeta, mientras sus dirigentes se enriquecen a costa de esa mercancía de la carne vulgar y descarada, esa prostitución y esclavitud de jugadores, algunos vendidos por cifras astronómicas, mientras millones de frustrados futbolistas quedan rezagados en ese largo, difícil y competitivo camino hacia la gloria deportiva. Héroes y semidioses se les llama y a diferencia de aquellas pobres infelices mujeres que por centenares de miles también ejercen el mercadeo de la carne, no se les llama prostitutas, ni rameras. Las putas son las que a nivel bajo comercian con sus cuerpos; los jugadores cuando lo hacen y cobran muchísimos millones de euros y dólares son vedettes, famosos, héroes y hasta dioses de papel, como ha sido llamado Maradona.

Tampoco las mujeres que se venden directamente son comparadas con las damas que viven de intercambiar dinero por placer carnal. Y está bien que así sea pues vender la habilidad atlética y futbolística no dista de ser igual a la conducta de vender un encuentro sexual. ¡Mundo hipócrita, sexista y discriminador!, de allí que, como enseña el antiguo testamento, bien hizo la famosa Lilit en ser la primera feminista del género humano, como lo recuerda la excelente historiadora y ensayista española Rosa Montero, en su reeditado libro “Nosotras”, en el que propende por el llamado a las mujeres de esta época a liberarse de prejuicios venenosos y dañinos, y salir de la mediocridad y vulgaridad en que han caído a niveles insondables los humanos del siglo XXI.

Los goces de un buen vivir sencillo es propio de mujeres y hombres mental e intelectualmente gigantes, alejados del pensamiento uniformado y de la conducta preestablecida, de la costumbre y la rutina invariables. Seres humanos sin individualidad más que sin personalidad, copias vulgares unos de otros, muestras repetitivas constituyen el grueso de la sociedad en tiempos pasados y con degradación suprema en estos tiempos que vivimos supuestamente civilizados.

Domesticidad de bueyes, rutina ovejuna, prejuicios no cuestionados, son los rasgos característicos personales del género humano en su historia que han llegado a extremos atávicos y simiescos en el tercer milenio de la era cristiana. El smartphone, la televisión, los periódicos e internet dictan modas, formas de vida, conceptos y modelos vivenciales cada vez menos personalizados.

Detrás del éxito efímero, el dinero fácil y el enriquecimiento sin esfuerzo corren miles de millones de mujeres y hombres por este enloquecido y deshumanizado planeta, elegidos por mediocres y vulgares mandatarios de la idiotez. Los presidentes de Corea del Norte y la presunta potencia del norte, los Estados Unidos de América, difieren muy poco en su esencia y condición humana.

Muchos se quejan en la Unión Americana de las imbecilidades que en pocos meses de su mandato ha hecho Donald Trump, nada distinto en el mandatario gringo a ese inmenso rebaño de idiotas que es la masa y el pueblo de los 51 Estados de la Unión. Un multimillonario nada experto en las artes del buen vivir, gobierna el mundo con una torpeza mental e intelectual que ya agobia a muchos senadores de su partido. Dinero y fama fueron las razones que lo llevaron al poder.

No es de extrañar entonces que casi la mitad de la población de Estados Unidos tenga como uno de sus ídolos a una infanta de escasos 21 años, Kylie Jenner Kardashian, la sigan en instagram y sea considerada una de las 60 mujeres más influyentes del mundo, sin que haya inventado nada, ni realizado esfuerzo alguno distinto a haber participado en un reality y haber pensado, como ella misma lo confesó, un minuto con su cabeza y mentalidad de chorla. Sus cosméticos los usan millones de insípidas rubias y morenas estadounidenses tal vez por el único mérito que llevan el rótulo de un ícono de la farándula y el espectáculo.

Mejor acierto al describir la personalidad de los mediocres no pudo tener José Ingenieros cuando hizo un retrato de los seres que, como las Kardashian, Paris Hilton, Madonna o Arnold Schwarzenegger, utilizan sus físicos y sus mentes desiertas de ideas sublimes para embolsillarse miles de millones de dólares. “El que no cultiva su mente va camino a la disgregancia de su personalidad. No desbaratar la propia ignorancia es perecer en vida. Las tierras fértiles se enmalezan cuando no son cultivadas; los espíritus rutinarios se pueblan de perjuicios, que los esclavizan”.

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Redacción Minuto30

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