Como es de costumbre los último años, los delirios del necrófilo venezolano principal, Nicolás Maduro (quien se acostumbra a andar meses con los cadáveres, hablar con los muertos y dormir sobre las tumbas), provocan más pena que gracia. A decir la verdad y poniéndose en los zapatos de los venezolanos, poca gracia ha de provocar este caricaturesco personaje caribeño.
Antón Toursinov

Los últimos días hemos presenciado más ataques de la histeria de lo habitual. En su afán de tapar el sol con un dedo y manipular a los ingenuos europeos (británicos, principalmente), Maduro, de boca de su embajada en Londres, mandó una carta a la cadena BBC, acusando – ¡cuándo no! – de mentirosos a los periodistas, a los políticos de oposición y a medio mundo, alegando “las afirmaciones tendenciosas e inexactitudes que suponen una injusta y excesivamente negativa representación del Gobierno Bolivariano”.

No sé de los ingleses, si lo han tragado o no, pero a los venezolanos que a diario pasan las penurias “revolucionarias” y a los que vivimos en la vecindad, en América Latina, no se nos puede engañar tan fácil con estos mamarrachos epistolares dirigidos a los medios de comunicación europeos.

Bueno, dejemos en la conciencia de estos diplomáticos “bolivarianos” de pacotilla con su conciencia, pero nadie puede olvidar a los centenares de detenidos por órdenes directas de Maduro, los juicios arbitrarios fuera de cualquier legalidad y ni hablar de los vestigios de la otrora prosperidad económica venezolana.

Volviendo a las histerias de Maduro: ya a nadie le sorprenden las pataletas del busero y sus gritos injuriosos hacia los EEUU. El 28 de febrero pasado su nivel de espumosidad bucal sobrepasó los límites de lo normal cuando anunció que a partir de ese momento los estadounidenses necesitaban solicitar el visado para ingresar a Venezuela. Aunque Venezuela está en su derecho de imponer las visas a los países que desee e, incluso, prohibir la entrada a quien decida, pero este griterío de Maduro recordó el ladrido de un chihuahua a un elefante.

En primer lugar, y Maduro con su séquito diplomático-propagandístico lo evita mencionar, los EEUU han sido, son y serán a mediano plazo el socio comercial número uno de Venezuela, mientras que la importancia de este sufrido país caribeño para la economía estadounidense en bastante mísera, por no llamarla insignificante. Venezuela no entra siquiera entre los 10 socios comerciales principales de los EEUU.

Además, existe en Latinoamérica en general y en Venezuela en particular, sobre todo entre los burócratas y los que por gracia de destino llegan al poder, abrir sus cuentas bancarias en los bancos de tan odiados EEUU e invertir en las propiedades de tan despreciables Miami, Los Ángeles o Nueva York. Seguro, lo hacen con todo el asco del mundo. Y este “patriotismo financiero y económico” es el talón de Aquiles de la cúpula socialistoide venezolana. Es por eso que Maduro echa espuma por la boca cuando los EEUU imponen el embargo y sanciones a los funcionarios venezolanos. La verdad, qué cómo amar la patria y a Chávez teniendo los millones en los bancos más seguros del mundo e invertidos en la economía más grande y próspera del mundo. ¡Vaya patriotismo!

Dicho sea de paso, Maduro y sus “revolucionarios” no son los únicos patriotas-baratijas. La íntima de Maduro, Cristina Fernández, educó tan bien a su hija en materia de inversiones que esta se fue por lo seguro: propiedades en Nueva York. Correa estudió economía (o “estudió”, mejor dicho) en los EEUU, y no con los recursos propios. Los castristas también aman su patria desde los lujos…

En los propios EEUU el anuncio de que los yankees ya no podrán ir de shopping a Caracas sin pedir visa provocó carcajadas. Exactamente lo mismo sucedió cuando Putin impuso “sanciones” a los EEUU y creó una “lista negra” de los funcionarios gringos a quienes vetó la entrada en Rusia y a sus paradisíacos balnearios (lo digo con sarcasmo, por supuesto). Sin embargo, lejos de las risas, la razón de esta medida de Maduro se va más allá. Parece que la verdadera razón no es morder a los estadounidenses – al fin, Maduro y sus asesores saben lo ridículo que sería esto – sino prohibir la entrada a los venezolanos que en su momento migraron la norte. Otra vez acciona contra sus propios ciudadanos, típico de los dictadorzuelos.

El Presidente estadounidense Barack Obama acaba de imponer más sanciones a más burócratas venezolanos (pues sí, que guarden su dinero en su amada patria revolucionaria) y declaró Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional. A pesar de que es obvio que son sanciones a unas cuantas personas particulares, a sus cuentas y sus bienes, otra vez Maduro tiembla anunciando que los EEUU destruyen la economía de Venezuela. Recordando que los EEUU es el socio comercial principal de Venezuela, se puede afirmar (y esperar que así sea) que el gobierno corrupto y mafioso de Maduro ahora de verdad está en la cuerda floja. @atoursinov

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Redacción Minuto30

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