Tres bancadas senatoriales -la Liberal, La U y la de Cambio Radical- andan desaforadas detrás del cargo de Secretario General del Senado, convertido en la “joya de la corona” tras el paso al costado, contra su voluntad, de Emilio Otero. Después de la instalación del Congreso el 20 de julio y el aplazamiento de la elección, se mueven simultáneamente dos procesos: uno público, para halagar a la opinión, y otro privado, reducido a cuatro candidatos.

Numerosos aspirantes.

La situación es sui géneris porque nunca como hoy se había visto tantos candidatos por cuenta del desempleo: son 129 en total, debidamente inscritos. De ellos, una decena resultó eliminada por el comité «desacreditador», porque no llenaban los requisitos. Los demás siguen en liza.

¿El senador 103?

Según los acuerdos políticos, instalada la legislatura la Secretaría del Senado es del Partido inspirado en Uribe y creado por Santos. Ese acuerdo garantizaba la quinta reelección de Otero, a quien le tocó pagar con su cabeza los platos rotos de los pactos perpetrados por el Ejecutivo, las Cortes y el Legislativo, dejando por puertas al “Senador 103”, el de la república bananera de Sahagún. A Otero lo utilizaron como fusible y lo dejaron solo, como bien mostrenco, tirado a la vera del camino. Se lo entregaron en comodato y sin beneficio de inventario a la opinión pública. Mientras tanto, desde los restaurantes “Mi viejo”, “La Ópera” y “La Botica” siguen los mismos con las mismas.

Senado entretelones.

Los 101 senadores están hasta la coronilla con el asfixiante lobby de más de 100 aspirantes a la Secretaría General, que se han tomado el primero de los establecimientos mencionados. Cualquier chisme haría sonrojar a “La negra Candela”; trasnocharía al inspirador de Sweet o pondría a temblar a los integrantes de La Red: Carlos Vargas, Frank Lozano, Diva Jessurum y Ronald Mayorga. Al pasar a manteles, el lagarto abunda, la lengua en salsa indigesta, el «róbalo» abunda, igual la infaltable mermelada y las garrafas de manzanilla. Luego los encartan con extensas hojas de vida que, a la manera de Simón Gaviria, ni las leen. El lunes -víspera de la elección- cada uno de los más serios aspirantes tendrá cinco minutos de fama cuando se sometan a una maratónica jornada televisiva a través del canal del Congreso. Después de la elección, todos -menos uno- volverán al duro anonimato.

Nuevo notario.

Da grima asistir al espectáculo en el que los restos de la democracia se juegan en una mesa de póker, a la manera de los despiadados soldados romanos que se jugaron la túnica sangrante del Redentor de la humanidad, en el suelo del Gólgota, al pie de la Santa Cruz.

La Secretaría General del Senado -que simultáneamente es la del Congreso de la República- es un cargo de altísima responsabilidad, pues entre las principales funciones del titular está la de oficiar como notario de la historia legislativa de la República.

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Redacción Minuto30

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