La era de la depravación

Lo que está pasando en las cortes, la fiscalía, la presidencia, el congreso, los partidos políticos, las alcaldías, las gobernaciones, las empresas, universidades y muchas otras entidades, en donde haya algún tipo de posición dominante, es una aberración social que debemos erradicar si queremos que en un futuro no impere la ley de la selva, en donde “sálvese quien pueda” es la consigna.

Claro que esos daños en la ética vienen presentándose de tiempo atrás cuando quienes tienen la potestad de calificar a un estudiante lo presionan para que acceda a sus demandas sexuales, casi siempre, y así obtener una buena nota.

No solo son de este tipo, las acciones que demuestran la presencia generalizada de esos comportamientos equívocos. Empezando por el hijo de papi presidente de la corte que abusa de las prebendas de su progenitor y el fiscal que, muy orondo, se pavonea con sus milloncitos obtenidos de entidades dedicadas a defraudar la salud y, después de ganar millonadas asesorando al presidente, termina como investigador personal de los delirios de ese personaje. Empieza la cadena de la persecución a los de la oposición que termina con encarcelamientos, fallos amañados y en ocasiones torturas atroces, a quienes no están dentro de los amores de la administración actual como dicen los funcionarios públicos.

El Presidente con carita de yo no fui, como buen jugador de Póker, mantiene en sus garras a muchos integrantes del congreso que ni cortos ni perezosos, se dejan untar la mano de mermelada corruptora, accediendo a las demandas de todo tipo, provenientes de la casa de Nariño.

Todos sabemos el festín de corrupción que manejan los partidos políticos en donde, abiertamente, hay que pagar derecho de piso para que se reconozcan las capacidades y se valoren las ideas. Allí siempre triunfan los más lagartos y no los más capaces. Esa lagartería llega hasta donde sean de grandes las ambiciones del reptil ese. Lo triste es que los seres inteligentes rara vez se arrodillan para conseguir logros, ellos prefieren buscar otros escenarios. Esos son en muchas ocasiones los disidentes.

Se conocen fehacientemente las veleidades de los magistrados de las altas cortes, desde que se descubrieron las andadas de algunos de ellos con Sale y Reyes. Ese fue el punto de quiebre para empezar a desenredar la madeja y encontrar un hilo conductor que define los fallos de la justicia. Es el vil metal lo que produce fallos en un sentido o en el otro. No es justicia la que aplican son fallos que se subastan y gana el que mejor oferta haga.

Con razón algunos corruptos, conocedores de esas componendas, dicen que la justicia no es condición necesaria para la paz.

Claro que con esos especímenes de jueces, que antes que nada demuestran la ausencia de justicia, no es imprescindible que estos individuos entren a administrar justicia. Viendo este panorama creo que coincidiremos todos los colombianos, que no estemos dentro de este baile de la inmundicia, que lo mejor para Colombia es que entren los jueces internacionales a impartir justicia para todos los implicados en esta orgía maloliente.

El sector público está signado, con muchas excepciones, de que todo allí funciona con el engrase. El ofrecimiento proveniente del sector privado para agilizar cualquier trámite es frecuente. “¿Quién peca más, el que peca por la paga o el que paga por pecar?” Eso es de lado y lado y se ve en todos les estamentos y a eso nos acostumbramos desde siempre. Esa idiosincrasia de la coima se instituyó en la altiplanicie y se ha ido regando por todo el territorio nacional. Pero es que viene desde las monarquías en donde quienes les dieses más regalos a los reyes, era más apreciados en los pasillos de las cortes. ¡Otra vez las Cortes que vaina, están en todas partes!

El mal ejemplo cunde y ya son escasas, pero aún persisten, personas que teniendo posiciones dominantes, no abusan de ellas. Ese es un consuelo que debemos pregonar y hacer lo posible que para que esa semilla se esparza por todos los rincones.