El 31 de diciembre del año anterior, sin vísperas, las autoridades de la República popular China admitieron la aparición en la ciudad Wuhan las primeras veintisiete personas diagnosticadas de Síndrome Respiratorio Agudo Grave (COVID -19), causado por un nuevo virus de la familia de los coronavirus.

El contagio con este agente patógeno no se hizo esperar y se ha venido propagando sin dique de contención, al punto que la Organización Mundial de la Salud declaró este brote como pandemia. En la Aldea global en la que convivimos 7.770.615.400 almas, todos estamos expuestos a contraerlo.

Las medidas extremas a las que han tenido que recurrir los países, empezando por China, considerada la fábrica del mundo, ha frenado el ritmo de crecimiento de la economía global y amenaza con una recesión global. De hecho la guerra comercial que el Presidente de EEUU Donald Trump le declaró al resto del mundo le había infligido un duro golpe al comercio internacional, afectando de paso las cadenas de valor, ralentizando el crecimiento de todos los países involucrados, empezando por sus protagonistas, China y EEUU, que pasaron de crecer entre el 2018 y el 2019 del 6.6% al 6.1%, el más bajo registrado desde 1990 y del 2.9% al 2.3%, respectivamente.

De allí que, según el reporte anual de la ONU se pronosticaba una ligera recuperación del crecimiento de la economía global, pasando del anémico 2.3% en 2019, el más bajo en una década, al 2.5% en 2020. Pero, advirtiendo que “la reanudación de los conflictos comerciales, una crisis financiera o una escalada en las tensiones geopolíticas, podrían obstaculizar la recuperación, reduciendo el crecimiento a tan sólo 1.8% este año”. Es decir, que la economía global seguía anclada en la “nueva mediocridad” a la que hacía referencia la ex directora del FMI Christine Lagarde.

Las perspectivas de la economía global, entonces no eran las mejores, al punto que la nueva Directora del FMI Kristalina Gueorguieva, recién elegida en tan alto cargo, afirmó categóricamente que “las señales de alarma están encendidas y posiblemente muy pronto la situación pondrá a prueba qué tan preparados estamos”.

En su concepto, “la economía mundial se encuentra ahora en un período de desaceleración sincronizada” en el que las cadenas de suministros están rotas, averiadas por cuenta de una guerra comercial en la que, como afirma el FMI “todos pierden”. De hecho, según sus cálculos, las pérdidas en lo que va corrido del 2020, superarían los US $700.000 millones.

El economista turco, doctorado en la Universidad de Harvard, célebre por advertir con dos años de anticipación la crisis financiera de 2008, Nouriel Roubini, pronostica una nueva recesión en 2020. Él la atribuye a tres posibles shocks de oferta negativos y afirma que “todos ellos son reflejo de factores políticos que afectan las relaciones internacionales; dos involucran a China y EEUU está en el centro de cada uno de ellos.

Además, ninguno admite tratamiento con la herramientas tradicionales de la política macroeconómica anticíclica”. De manera que la economía global venía transitando por la cornisa de la estagnación, con una alto riesgo de precipitarse al abismo de una prolongada recesión.

Y él no está sólo en su vaticinio, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) advirtió en septiembre pasado sobre el peligro de una recesión mundial para 2020. Como quien dice, al finalizar el año anterior estábamos ad portas de una nueva recesión, debido a que “las perspectivas de la economía mundial actualmente se ven envueltas en una densa niebla de tensiones comerciales internacionales y conflictos geopolíticos”. Los mismos amagos a los que aludía la Directora del FMI.

Las palabras de la Directora del FMI fueron premonitorias, los conflictos comerciales se reanudaron por la terquedad aragonesa de Trump, por la misma razón la escalada en las tensiones geopolíticas persisten y a falta de una crisis financiera sobrevino el COVID – 19, que viene haciendo estragos en el mundo entero, que se debate entre el pánico y la paranoia. Al fin y al cabo, el flujo y reflujo del comercio y de los capitales sirven de vasos comunicantes entre las naciones y encauzan el conocido “efecto mariposa”.

De allí que todos los organismos internacionales vienen revisando a la baja su previsión de crecimiento de la economía: la OCDE prevé un crecimiento del PIB por debajo del 2.9%, con una pérdida de 0.5 puntos porcentuales con respecto al 3.4 anterior, por su parte de Economist acaba de bajar su pronóstico del 3% al 2.5% y a 1.9% como peor escenario.

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Redacción Minuto30

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