La desgracia de llamarse Carlos (II)

¿A quién se le ocurrió bautizar al Príncipe de Gales con el nombre de Carlos? Ahí, no lo duden, hubo una conspiración -muy seguramente de su propia madre, la reina; y de la Reina Madre, la abuela-. Cualquier ignorante sabe que nunca habrá un Carlos III de Inglaterra.

Ya, de por sí, haber sido Carlos I y Carlos II de Inglaterra fue una desgracia.

Al primero le cortaron la cabeza, cosa aparentemente inimaginable en un reino donde siempre imperaron las buenas maneras. Como para la reinauguración del sistema monárquico, interrumpido por la revolución, el Parlamento y Cromwell, hubo de coronarse a otro Carlos, hijo del primero, para más señas, sería esfuerzo vano explicar que ese Carlos, el segundo, también tuvo una vida trágica.

¿Qué cosa peor que heredar una corona ensangrentada, arrebatada por otros a su propio padre?

Para el segundo Carlos debió ser muy pesada esa joya simbólica, la corona, sabiendo que había tenido que ser recogida, limpiada y pulida, luego de que cayó a una canasta, porque la cabeza que la portaba fue separada del tronco mediante el recurso de un instrumento infame: los buenos servicios de un verdugo armado de espada de dos filos, daga para el descabello, y capucha para proteger la identidad.

Los Carlos de quienes vengo hablando, el decapitado y el que lo sucedió, vivieron por allá en el relativamente lejano siglo XVII. De ahí en adelante no hubo más Carlos que accediera al trono: llegaban hasta ell último escalón; casi, casi que los entronizaban, y, ¡zas!, se dañaba la vuelta por un motivo u otro. Por eso no ha habido Carlos III de Inglaterra. Ni creo que lo habrá.

¿Cómo será el rencor de Carlos, Príncipe de Gales, con su abuela, la Reina Madre; con Isabel la reina mamá; con Diana -la difunta princesa que le espetó la maldición irrevocable de que por siempre habrá de ser un desgraciado-; y con el hijo, su hijo (pero también hijo de Diana, la odiada hechicera)?

A él le clavaron un nombre maldito en lo que a asuntos dinásticos se refiere, mientras que al hijo de la malvada Diana lo premiaron con ‘Guillermo’, nombre que en Inglaterra es presagio, mejor, preludio de dicha, gloria y fama.

(Continúa mañana)