Desde que hace cinco años falleciera Rocío Jurado, la vida de José Ortega Cano nunca ha vuelto a ser igual. Incluso antes de su muerte, durante los largos meses de enfermedad, no se separó del lado de su mujer.

Ortega Cano jamás superó la ausencia de Rocío Jurado

Estuvo a su vera en su lucha y en su agonía. Sabía que su sitio estaba junto a su esposa, con la que se reencontró durante esa enfermedad, aún cuando entre ellos hubo broncas y reconciliaciones.

Pero la muerte pudo con Rocío y Ortega jamás superó su ausencia. Su primer consuelo fue refugiarse en los suyos, en sus hijos y hermanos, y en su pasión por los toros. Buscaba ocupar su tiempo, pues la depresión le rondaba cada vez más.

Por eso bebió hasta hartarse, porque con la mente ida uno ni piensa ni recuerda. Hasta que, a la mañana siguiente, con el bajón de la resaca, la pena era más grande. Fue un círculo vicioso del que salió y entró varias veces.

Cuando se recomponía, José anunciaba que iba a volver a los ruedos. Lo peor es que cumplía su palabra y vivía tardes de infierno, con lluvia de almohadillas. Su familia y amigos le intentaban quitar esa idea de la cabeza, pero él insistía.

Se enfadaba con quienes le llevaban la contraria y luego pedía perdón, pues reconocía que no había actuado bien.

En busca de paz

Estos años han sido especialmente duros para un hombre que siempre ha buscado la paz. Tras abandonar la casa de La Moraleja que Rocío dejó en herencia a sus tres hijos, bajo la orden de que se vendiera, el torero se fue al campo, a la finca Yerbabuena, con sus hijos José Fernando y Gloria Camila.

Buscó colegios, buscó amistades y hasta encontró un negocio redondo con las excursiones de autobuses a la finca. En el aspecto económico, las cosas le iban mejor que nunca.

Pero han sido más tristezas que alegrías las que el diestro ha tenido. Aquejada su salud por problemas de arritmias, los médicos le pusieron un tratamiento con anticoagulantes con el que era impensable ponerse delante de un toro.

Cualquier cornada podría ser fatal. Por eso fue tan complicada su recuperación el pasado otoño, tras el golpetazo que sufrió en la finca con un becerro que le ocasionó un hematoma en la cabeza.

Y por eso su accidente de coche le ha traído más complicaciones a raíz de las hemorragias sufridas.

Un chico difícil

José Ortega Cano, con sus hijos Gloria Camila y José Fernando

Ortega no podía torear, pero sí bailar y dio toda una sorpresa apuntándose al concurso «Mira quien baila», donde el público pudo conocer lo mejor de su carácter. El baile le hizo sonreír y disfrutar como no imaginaba.

También sus hijos, especialmente Gloria Camila, que llenaban el vacío a la vez que le preocupaban. A punto de cumplir su mayoría de edad, José Fernando ha sido su obsesión desde que lo adoptó con Rocío.

No ha sido un chico fácil y eso lo saben todos en la familia. Pero su padre le quiere con locura.

Siempre en el ojo del huracán, Ortega Cano vivía con nerviosismo su proyección mediática a raíz de las peleas que han surgido entre los de su sangre y la familia de Rocío Jurado. Cuando volvían los enfrentamientos, al torero siempre le pillaban en medio.

Sufría con esas rencillas de la misma manera que sufría con los falsos rumores sobre sus gustos sexuales y otras historias.

Por eso, días atrás tuvo que salir para aclarar que ni era un borracho ni tampoco homosexual. Antes del accidente, quería demandar a cuantos así lo habían dicho.

Ni borracho ni sin control

Restos del automóvil de José Ortega Cano

Hoy se debate entre la vida y la muerte. Sedado, intubado, operado del colon, con la pierna destrozada… Su situación es crítica. Su hermana María del Carmen me asegura que minutos antes estuvo en casa de unos amigos, donde se tomó una Coca-Cola.

El informe de la Guardia Civil, cuyas 37 páginas se hacen públicas hoy, lo refuerza, pues da negativo en la prueba de alcoholemia y aclara que circulaba a 70km/h cuando chocó frontalmente contra el vehículo de Carlos Parra, fallecido en el accidente .

La familia de Parra ya ha expresado su malestar a través de su abogado y pide transparencia en la investigación. Así debe ser. Lo que pase en los próximos días es imprevisible.

Si Ortega sale adelante, tendrá que enfrentarse a todas las secuelas físicas que le queden y asumir que por un descuido ha muerto un padre de familia a quien además conocía, puesto que era un vecino de Castilblanco de los Arroyos. «Eso no lo va a superar nunca», dice quien bien le conoce.

Con información de abc.es

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