Israel cumple 75 años en medio de una profunda crisis identitaria
Un avión de combate F15 de la Fuerza Aérea de Israel durante un ensayo para celebrar el Día de la Independencia,. EFE/EPA/ABIR SULTAN

Jerusalén, 26 abr (EFE).- Israel cumple hoy 75 años en un clima de tensión, marcado por el aumento de la violencia con los palestinos y sobre todo por las crecientes divisiones internas, que opacan a las históricas amenazas externas y ponen en evidencia las disyuntivas de un Estado cada vez más religioso y derechista.

«Impulsará el desarrollo del país en beneficio de todos sus habitantes; se basará en la libertad, la justicia y la paz tal como la concibieron los profetas de Israel; asegurará la plena igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes sin distinción de religión, raza o sexo; garantizará la libertad de religión, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Santos Lugares de todas las religiones».

Esas palabras, pronunciadas hoy hace 75 años -según el calendario hebreo- por David Ben Gurión en la Declaración de Independencia, han resurgido estos días en los carteles y pancartas de israelíes que protestan contra el Gobierno más extremista de su historia al grito de «democracia», mientras llaman a proteger los valores fundacionales de este joven país, creado sobre bases socialistas.

Estas manifestaciones, las mayores de la historia de Israel y que llevan ya cuatro meses, son la respuesta de cientos de miles de israelíes a un plan de reforma judicial que, dicen, erosionaría la separación de poderes, socavaría la independencia de la Justicia y debilitaría las bases de la democracia.

«Somos hermanos. No siempre estamos de acuerdo, a veces discutimos apasionadamente», afirmó anoche sobre las protestas el primer ministro, Benjamín Netanyahu, durante el acto de celebración del Día de la Independencia.

«Desde que se creó el Estado de Israel, muchos milagros han ocurrido en 75 años. Resurgimos de las cenizas del Holocausto. Como una nación unida ganamos guerras, absorbimos millones de inmigrantes judíos, establecimos una industria global y una gloriosa economía libre, y firmamos históricos acuerdos de paz con Egipto, Jordania, Emiratos, Baréin, Sudán y Marruecos», resumió como balance.

Con más de 9,7 millones de habitantes, frente a los 800.000 de hace 75 años, Israel celebra este aniversario ante una inédita encrucijada, fruto de una fragmentación social -demográfica e ideológica- tan profunda que ha eclipsado la mayor ola de violencia con los palestinos desde la Segunda Intifada.

«No cabe duda de que Israel es uno de los estados más exitosos entre los creados después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ahora estamos ante una crisis sin precedentes, que pone en peligro los importantes logros de los últimos 75 años», explica a EFE Anita Shapira, reconocida historiadora israelí que vio nacer al Estado tras emigrar desde Polonia con siete años en 1947.

«Por un lado, somos un país muy exitoso en materia económica, militar, científica y cultural, pero al mismo tiempo enfrentamos una feroz división interna disparada por la llegada al poder de grupos racistas y extremistas», elabora, en alusión a los partidos ultraortodoxos y ultraderechistas socios de Netanyahu.

CRISIS DE IDENTIDAD

Esta división encuentra a la población judía fracturada entre grupos más seculares y más religiosos y entre sectores más liberales y otros cada vez más derechistas, ubicando a Israel ante un punto de inflexión en su corta historia.

«La división no es entre gente que ama o que odia al Estado, ni entre sionistas y antisionistas. Es una grieta en base a las distintas formas de concebir el Estado judío», menciona a EFE el escritor Daniel Gordis, cuyo último libro plantea el debate sobre si, en su 75 aniversario, Israel es o no el Estado que soñaron sus fundadores.

El país, agrega, se enfrenta así a una discusión interna sobre su identidad que cree no tuvo el lujo de abordar en los años de su fundación, «debido a las guerras, al hambre y a la falta de dinero e infraestructura».

«Tal vez los primeros 75 años fueron de construcción de infraestructura y de una economía fuerte, con el foco en convertirse en potencia militar y obtener acuerdos de paz con varios Estados árabes. Tal vez ahora estamos ante una transición hacia los segundos 75 años, en la que iniciamos una conversación sobre cómo equilibrar el deseo de ser una democracia liberal occidental y el deseo de ser un Estado profundamente judío», opina Gordis.

Ambos analistas no dudan en describir la situación actual como una crisis existencial, en oposición a las históricas amenazas de seguridad que, con la excepción de un potencial Irán nuclear, están estabilizadas y bajo relativo control.

Esta sensación alcanza también a los israelíes de a pie y no solo se percibe en las masivas protestas o en las charlas de café, sino que se cuela hasta en las fibras más profundas de la sociedad, como son las ceremonias del Día del Recuerdo a los Caídos, manchadas ayer por discusiones y escaramuzas en cementerios militares de todo el país.

«Espero que este no sea el futuro de Israel, pero no estoy segura», reconoce Shapira.

«Tengo cinco nietos, todos viven en Israel, ahora tres de ellos están sirviendo en el Ejército, pero estoy preocupada sobre qué harán en caso de que este país se convierta en una teocracia. Espero que estemos frente a un cambio», cierra.

Pablo Duer

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