Los seres humanos nacemos libres e iguales ante la ley, y bajo este precepto se establecen los derechos humanos como medios instrumentales para la realización de la persona, cuya restricción se encuentra en el límite de la libertad, “mi libertad llega hasta donde comienzan los derechos del otro”.

Eliana Katherine Gómez Mejía

La peligrosidad social que puede reflejar una persona, por su aspecto o condición, no puede jamás derivar en un homicidio y menos que se alegue “defensa propia” como es el reciente caso del joven Andrés Felipe Márquez Calderón.

¿Intolerancia y discriminación? El habitante de la calle, denominado indigente y mal llamado “desechable”, por su condición social no deja de ser persona, es un ser humano de carne y hueso con los mismos derechos de cualquier individuo que habite el globo terráqueo, inclusive con un trato diferencial por su condición especial de vulnerabilidad.

En pleno siglo XXI, donde los derechos humanos han conquistado un terreno quizá inimaginable para sus precursores y primeros defensores, no se debería presentar este tipo de barbarie, que en dialogo con un amigo nos llevó a recordar las épocas de limpieza social.

Indignación y vergüenza ajena es lo que generan este tipo de hechos que muestran lo enferma que se encuentra la sociedad colombiana, una sociedad carente de valores sociales y sentido por la vida, donde la vida del otro no tiene valor y solo prevalecen los intereses individuales y criterios personales, donde la formación en las aulas, desde la escuela no se preocupa por formar a ciudadanos, conscientes no solo de sus derechos sino de sus deberes para con el Estado y la vida en sociedad; el interés educativo no trasciende de la formación de autómatas que sirvan para producir y que difícilmente se preocupen por razonar.

Seguramente más de una persona siente temor cuando a su lado pasa o camina un habitante de la calle, quizá lo primero que se piensa es “me va a hurtar” es una sensación de la cual no soy ajena, no obstante, eso no me da autoridad para agredir a la otra persona, porque finalmente es otro ser humano del cual no conozco su vida y no tengo derecho a juzgarle.

¿Cuál es la solución? ¿excluir, aislar, desaparecer, más homicidios? Seguramente muchas personas podrán pensar que esos sujetos son escoria, que son la basura de la sociedad, inclusive aplauden ese tipo de actos crueles e inhumanos y han de pensar también que los junten y les prendan fuego como el caso del año pasado en Bogotá, así de enferma es nuestra sociedad.

Primero hay que comprender que habitar la calle -mayoritariamente- es un estilo de vida y segundo que la problemática se incentiva por la misma ciudadanía cuando se da la moneda o se da de comer. Es un problema de doble vía, de intolerancia e incultura.

Mucho se habla de la dignidad humana, pero muchas y muchos no tienen idea eso que significa. @ElianaGomez

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Redacción Minuto30

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