Con la intención de aportar al debate serio, responsable y consciente sobre algunos temas de ciudad, pongo a disposición un estudio sobre el análisis y algunas recomendaciones sobre la situación de (in)seguridad que vive Medellín.

Federico Gutiérrez

Federico Gutiérrez

Sin pretender entrar con el presente informe en el detalle de la historia y el crimen organizado que tiene vigencia en nuestra localidad, y sin dejar de advertir la importancia que dicho conocimiento tiene y debe tener para la ciudad, sobre todos para quienes tienen la responsabilidad de dirigir la política criminal municipal, se pretende entonces mediante este informe presentar un análisis realizado sobre lo que el crimen organizado ha representado para Medellín durante el año 2013.

Existe una fuerte preocupación en el ambiente ciudadano por cuanto no hay claridad sobre qué esta sucediendo en materia de (in)seguridad, pues, mientras hay quienes dicen que las cosas están mejorando y exponen como ejemplo la disminución de los homicidios que ha evidenciado la ciudad, hay quienes no entienden por qué las cosas, no obstante dicha disminución, parecen no mejorar y la gente, por el contrario, ha pasado a sentirse cada vez más insegura en sus calles.

Es conveniente reflexionar sobre el fondo del asunto, sobre lo que verdaderamente hay detrás de unas cuantas cifras, y presenta a continuación su estudio en materia de seguridad sobre lo ocurrido el año pasado.

Se pretende, pues, fortalecer el debate ciudadano, buscando llamar la atención de sus partícipes sobre lo que realmente está pasando en Medellín e invitándoseles a –se insiste–, en principio, reconocer y aceptar la realidad, aún crítica, que padece la ciudad.

Para la elaboración del informe, se recopilaron cifras varias de seguridad (actuales e históricas) provenientes de diferentes fuentes públicas y/u oficiales (periodísticas y de algunas entidades como Medellín Cómo Vamos y la misma Alcaldía, Medicina Legal, Policía Nacional, Personería de Medellín y el SISC (sistema de información para la seguridad y convivencia)), para hacer las respectivas tabulaciones y el posterior contraste de las mismas.

Además de esta breve introducción, el informe cuenta con la presentación del análisis y, en su parte final, con un apartado de recomendaciones, no solo para la Administración Pública en el desarrollo de su función, sino también por la comunidad en general en su labor de veeduría y corresponsabilidad frente a los asuntos públicos, como lo es para el caso el de la seguridad.

Ahora, dicho análisis, consta tanto de una parte cuantitativa como de otra cualitativa.

Realizado este análisis presentamos algunas de las conclusiones:

Bajan los homicidios, pero aumentan otras modalidades de violencia que aquejan diariamente a la Ciudad: las desapariciones forzadas (270 personas continúan desaparecidas con reporte de 2013), el desplazamiento intraurbano, la extorsión, que se ha vuelto insoportable, y, entre otras, el hurto, que incrementa año tras año.

Si bien la ciudad registró en el 2013 una tasa de 38.1 homicidios por cada 100 mil habitantes, hay sectores de la ciudad que por sí solos duplican esta cifra.  Hay comunas de la ciudad como la comuna 10 (La Candelaria) y la comuna 13 (San Javier) cuyas tasas de homicidios por cada 100 mil habitantes en el 2013 fueron de 165 y 81 respectivamente, tasas solo comparables con las ciudades más peligrosas del mundo como San Pedro Sula cuya tasa en el 2012 fue de 169, y Caracas, cuya tasa fue de 118.

Y si se toman en el 2013 las 5 comunas donde más se presentaron homicidios, solo entre ellas se encuentra el 47% de los homicidios de la ciudad; ellas fueron: La Candelaria, San Javier, Robledo, Villa Hermosa y Aranjuez. Contando solamente estas comunas, la tasa de homicidios de la ciudad sería de 63 homicidios por cada 100 mil habitantes, una cifra superior a ciudades tan violentas como Ciudad Juárez en México.

Pues bien, es esta la realidad que no se puede desconocer; hay que entender que cada zona de la ciudad tiene su propia dinámica, y no se puede pretender tan solo mostrar una cifra reducida, en gran medida, por tasas de homicidios de otros sectores de la ciudad donde, por la lógica misma del conflicto, dichas tasas no son tan elevadas: tal es el caso de comunas como El Poblado, cuya tasa de homicidios en el 2013 fue de 5 homicidios por cada 100 mil habitantes y que se compara con urbes como Boston y Nueva York.

En cuanto al robo, entre el 2012 y 2013 hubo un aumento del 58% en el hurto a personas, pasando de 3.568 casos en el 2012 a 5.629 en el 2013 (basándose solo en casos denunciados, y sin dejar de mencionar que la denuncia se redujo de un 49% a un 33%, lo que demuestra de manera alarmante un aumento de la desconfianza del ciudadano hacia la institucionalidad). Los sectores más críticos fueron el Centro de la ciudad y las comunas de El Poblado y Laureles – Estadio, donde esta modalidad de hurto aumentó un 126%, 54% y 95% respectivamente.

Ahora, sí es posible que las cosas mejoren realmente, y es del interés de todos que ello así suceda; pero se debe comenzar por reconocer la crítica realidad que hoy vive Medellín y no permitir que la misma se vea distorsionada.

Muy válida la determinación de aumentar el presupuesto de seguridad para este 2014,  es un buen comienzo, pero no todo puede terminar allí. Las cosas no se reducen a un presupuesto. La seguridad no puede seguir siendo vista como un gasto sino como una inversión. La ciudad necesita, entonces, todo un modelo de seguridad urbana integral debidamente planeado y estructurado; de una lucha decidida y frontal, de medidas claras, específicas y contundentes en contra de la criminalidad. Al mismo tiempo también se necesita prevenir el delito; se requiere de un ambiente de orden y civismo, que no exista cultura diferente a la de la legalidad. Y todo ello, claro está, de la mano de una buena inversión social. @FicoGutierrez

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Redacción Minuto30

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