Jaime Alberto Mejía Alvarán

Se escucha en diferentes pasillos, tertulias y corrillos académicos que el flagelo de la corrupción es la causa de todos los males que impiden el desarrollo social y, que debido a ella la sociedad no avanza producto de la mala administración y el despilfarro por parte de nuestros gobernantes en el manejo de los recursos públicos.

Jaime Alberto Mejía Alvarán

Jaime Alberto Mejía Alvarán

Es común escuchar la indignación de los ciudadanos cuando ven que los dineros públicos, producto de sus contribuciones, van a parar en muchas ocasiones, a la basura por la mala planeación y ejecución de los proyectos estatales, o, en el peor de los casos, van a parar a los bolsillos de unos cuantos inescrupulosos, quienes, sin lugar a dudas, tienen como única intención en el ejercicio de la función pública satisfacer sus intereses personales, permitiéndoles hacerse a grandes fortunas ajo el amparo de una cultura mafiosa, la cual mezclan con el ejercicio de lo político, pero, ¿qué hemos hecho como ciudadanos para frenar y contrarrestar este flagelo?

[pullquote]El gran problema de Colombia no es la corrupción sino la indiferencia social que se está convirtiendo en cómplice de la corrupción…[/pullquote]Parece que nos acostumbramos a vivir con esta situación como si ella fuera parte de la dinámica social y política de nuestro país, cotidianamente nos hemos ido acostumbrando a ver en los noticieros que la corrupción aumenta a pasos agigantados, desangrando cada día las ilusiones de quienes hoy esperan una oportunidad por parte del Estado, pero a su vez vemos como ese mismo Estado ha sido incapaz, bajo la pasividad de algunas normas, de arrebatarle a los corruptos parte de su botín o el botín completo para invertirlo en las necesidades sociales que a diario también aumentan, lo que acrecienta el malestar ciudadano. Bien es sabido que la corrupción en nuestro país con el pasar de los años ha ido tecnificando su modus operandi, lo cual demuestra que ha sido inútil cualquier esfuerzo para combatirla.

Haciendo un poco de memoria, podemos decir que desde el año de 1819 ya se hablaba de esta problemática social y en ese entonces, Simón Bolívar, propuso a los delegados del Congreso de Angostura la educación y la formación moral ciudadana para purificar y evitar los actos corruptos, creando así el poder moral de la República constituida por dos cámaras: Cámara de la Moral y Cámara de la Educación. En el mismo sentido, Francisco de Paula Santander formuló una medida más severa, en la que propuso la pena de muerte para los funcionarios públicos culpables de malversación de fondos, luego, en el año de 1945, esta problemática no fue irrelevante, lo que llevó a Jorge Eliecer Gaitán a emprender una campaña de denuncia de sobornos, trámites ilegales y tráfico de influencias, entre otras modalidades corruptas, basado en lo que él denominó, el principio de la restauración social de la moral.

Después de la constitución de 1991, la población ha adquirido una serie de garantías sociales que le dan las herramientas para hacer exigible sus derechos y cumplir con sus obligaciones, una de esas garantías son los mecanismos de participación ciudadana consagrados en el artículo 103 de la Constitución Política, mecanismos que dentro de una democracia madura, nos permitirían proyectarnos como un país demócrata en el continente latinoamericano, pero la indiferencia política, factor común en un gran porcentaje de la población, nos ha llevado al subdesarrollo social, sumado a la falta de sentido de pertenencia por nuestra patria, haciendo que sólo la sintamos real cuando somos los directos afectados por ella.

Por dicha razón me atrevería a pensar que el gran problema de Colombia no es la corrupción sino la indiferencia social que se está convirtiendo en cómplice de la corrupción y amiga del subdesarrollo, ¿Será que si ejercemos el derecho a ser ciudadanos con responsabilidad los gobernantes nos respetarán más como constituyente primario en quien radica todo el poder dentro de una república democrática y pluralista tal como lo consagra el artículo 1 de nuestra Constitución Política?

Es hora de reaccionar y pensar que si cambiamos nuestro pensamiento cultural frente al sentido de pertenencia por lo público, tal vez tengamos una democracia más seria, unos gobernantes más responsables y un país con más nación, en la que encontremos en un nuevo amanecer de este siglo XXI una nueva Colombia que ocupe un importante y legítimo lugar dentro de América Latina y del mundo, pero esto solo será posible, si todos nos unimos comprometiéndonos a no ser más cómplices de la corrupción con la indiferencia social y la inmadurez democrática, y por el contrario haciendo parte de la solución como sujetos activos de la república para no caer en el error que nos expresa el poeta y escritor Francés Victor Marie Hugo, cuando sostiene que “ la aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardia es un consentimiento, existe solidaridad y participacón vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer”.

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Redacción Minuto30

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