Cuando se trata de una obra social, la Iglesia pone una piedra y Dios se encarga de terminar el edificio. Es lo que esperan el arzobispo de Medellín, Ricardo Antonio Tobón Restrepo, y otros prelados de la Iglesia que lideran un proyecto para apoyar la educación de los hijos de los mineros de Amagá y la Cuenca del Sinifaná.

La misión es clara: romper esa cadena, casi de esclavitud, que marca el destino de la juventud de esta zona en un único frente de trabajo: las minas de carbón.

«Hijo de minero no tiene que seguir siendo minero, hay otras opciones», señala el padre Emilio Betancur Múnera, director de la Pastoral Social de Medellín, quien lidera el proyecto con monseñor Tobón y el obispo de la Diócesis de Caldas, monseñor José Soleibe Arbeláez.

La idea es crear un fondo rotatorio que les garantice acceso a la educación técnica a un grupo de 200 jóvenes, hombres y mujeres, entre los 17 y los 35 años de edad de estratos 1 y 2, tanto de Amagá como de otras poblaciones vecinas, como ,  y los incluidos en la Cuenca del Sinifaná, zona minera por excelencia.

La tragedia ocurrida el 16 de junio en la mina San Fernando, en la que perdieron la vida sepultados y asfixiados por gases tóxicos un grupo de 73 mineros, activó las alarmas por la grave situación que afrontan estos obreros, pero también abrió los corazones de este grupo de religiosos, que no quieren ver más hijos de Amagá tragados por la muerte en los socavones de carbón.

Eso sí, ellos no ven como negativo el trabajo en las minas, «pues es la fuente de sustento de miles de familias y es la que mejor les paga», señala monseñor Tobón.

Pero estas poblaciones deben pensar a futuro, abrirse a otros caminos de desarrollo y esos horizontes sólo se logran con educación.

«En Amagá hay 107 minas ilegales, y la tragedia ocurrió en la mina más tecnificada de la zona, eso debe llamar la atención», advierte el padre Emilio Betancur, amagaseño y cuya historia de vida ha estado ligada a este renglón de trabajo, pues su padre fue minero y varios familiares de su progenitor murieron a consecuencia del trabajo en los túneles de carbón.

Como él no desea que la historia se repita para la juventud de la Cuenca del Sinifaná, jalona con todo corazón este proyecto, que bien ha dado en llamarse «Del socavón al estudio».

Educación, la opción
«La finalidad de este fondo es promover la educación incluyente y equitativa para responder a las necesidades de los jóvenes cuyas familias derivan el ingreso del trabajo en las minas de carbón», dice en el proyecto, que básicamente consiste en tener un fondo rotatorio para garantizar que las 200 personas seleccionadas puedan acceder al estudio sin dificultades y que, incluso, una vez en las aulas, no tengan que desertar por meterse a un socavón o irse a otra actividad.

Porque el estudio siempre es una opción. Y eso sí que lo sabe el padre Emilio Betancur, a quien su padre, que murió de 33 años, le señaló un destino que para él habría sido fatal: «dijo que de sus cinco hijos, los tres mayores teníamos que ser mineros».

Ese presagio lo rompió su madre, quien se propuso lo contrario y dijo: «ninguno más de esta familia va a trabajar en una mina, todos tendrán que estudiar».

Con esa premisa sacó a cinco hijos profesionales, entre ellos el padre Emilio, que prefería no contar esta historia, pero dado el ejemplo que representa para la juventud amagaseña y para el objetivo de su proyecto, autorizó que la diéramos a conocer.

Hoy el padre, con un pasado muy ligado a Amagá y a la historia de las minas, es artífice de este plan, un sueño que seguramente va a llegar a feliz término.

«Necesitamos 1.300 millones de pesos, tenemos una cifra muy pequeña para empezar, pero sabemos que Dios va a poner el resto», afirma Monseñor Tobón.

Claro, la misión de Dios será iluminar los corazones de las empresas privadas y públicas y de todos los que quieran sumarse a esta cadena de apoyo a una causa tan noble. Cabrían las empresas mineras, las que se benefician del carbón, los finqueros y toda la gente en general.

Incluso se mencionan posibilidades como un plan padrino con el que particulares financiarían el estudio de un muchacho.

Son ideas y frases que se lanzan cuando un proyecto se hace con ganas. Todo irá llegando en el camino.

A los muchachos seleccionados se les garantizará trabajo y como no es un proyecto asistencialista, ellos irán pagando cuotas para retribuir lo prestado. Se les dará prácticas remuneradas en la Pastoral Social y al terminar tendrán 24 meses de plazo para acabar de cancelar. A los que acaben de pagar se les devolverá un porcentaje.

El primer grupo -todos de 50- arrancará en enero de 2011, el otro a mitad de año y los otros dos grupos en enero y junio de 2012.

El estudio se haría en universidades e instituciones de la zona.

La verdad, es la primera propuesta seria que surge para beneficio de los amagacitas luego de la tragedia que dejó a 73 hogares de luto y cientos de huérfanos y decenas de viudas llorando inconsolables y pasando dificultades.

Por eso hay que apoyarla, pues como dice el padre Emilio, «lo social es relativamente fácil: hacer con los otros lo que dio resultado con uno, y eso fue la educación», la mejor manera de abrirse caminos de superación, de hacerse a un futuro menos oscuro que el de los socavones de carbón.

Vía ElColombiano.com.co

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Redacción Minuto30

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