Un elegante, interesante y digno comienzo para una saga tan popular. Es lo mejor que se puede decir de X-Men: Primera generación, la precuela de la lucrativa franquicia basada en los mutantes de Marvel.  Eso… y que Michael Fassbender está simplemente colosal.

«No todas las películas de superhéroes pueden ser El Caballero Oscuro», le recrimina un fan de los cómics a otro del cine mientras diseccionaban las bondades y defectos de Thor, el último estreno de Marvel. Con esta pragmática premisa como base -y aún sabiendo que las comparaciones son odiosas- la evaluación de la nueva X-Men debe ser positiva.

DE DÓNDE VENIMOS

Tras la trilogía original -llena de altibajos- en su afán por exprimir el filón -y la inversión en anabolizantes de Hugh Jackman- llegó una precuela con Lobezno como protagonista. Muchos fuegos de artificio pero poca chicha. Un antecedente bastante pobre en lo que a precuelas se refiere y que no hacía presagiar nada bueno.

Pero parece que los responsables de la saga (Fox y Marvel) han aprendido algo de sus errores. Han sabido crear un PRODUCTO (con mayúsculas) que cumple con creces en la mayoria de sus objetivos: una historia que entretiene, unos personajes centrales que enganchan y unas escenas de acción con una sobresaliente factura técnica.

Más de dos horas de entretenimiento -palabra últimamente degradada hasta la categoría de peyorativo en esto del Séptimo Arte- sin 3D, lo que al final, seamos sinceros, se agradece. Buena culpa de ello la tiene Matthew Vaughn.

Su genial adaptación de Kick-Ass (superhéroes con buenas intenciones pero sin poderes) se convirtió en una de las sorpresas más gratas de la pasada temporada. Ese fue su pasaporte para ponerse al frente de una superproducción como esta. Y ha aprovechado el viaje.

A DÓNDE VAMOS

X-Men: Primera generación se remonta hasta la Alemania nazi. Allí es donde conocemos a un Magneto casi niño y a Kevin Bacon, que está muy cómodo en su papel de malo malísimo de la historia. Luego Vaughn nos lleva hasta el momento más tenso de la Guerra Fría: la crisis de los misiles en Cuba. Días convulsos  donde ambos bandos se ven manipulados y/o ayudados por una nueva raza de humanos con poderes especiales.

Entre ellos, de un lado tenemos a Bacon (Sebastian Shaw) y los suyos -entre ellos el español, y puede que mudo, Álex González- que intentan enfrentar a soviéticos y estadounidenses para hacer estallar una guerra nuclear. Y del otro está el profesor Xavier (un ligón con pelazo interpretado por James McAvoy) con sus muchachos. Reclutas novatos con buensa actitudes.

Y luego está Magneto… que va a lo suyo: a consumar su cruda y fría venganza y a firmar un auténtico PAPELÓN (también con mayúsculas).

Michael Fassbender es quien retomar el rol encarnado en la trilogía original por Sir Ian McKellen y su trabajo no desmerece para nada al de ‘Sir Gandalf’. Él es el gran protagonista de la precuela y su personaje el más sustancial.

Puede que se deba a que la suya es, de largo, la mejor interpretación -y la única verdaderamente destacable- del rosario de jovencitos que se pasean por la cinta luciendo palmito en unos casos y exhibiendo su orgullo mutante en otros. Que les dure al menos hasta la próxima… que llegará.

MADRID, 3 Jun. (EUROPA PRESS)

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