Nuestro interlocutor, con varios doctorados almacenados en los anaqueles situados entre sus dos orejas, es un hombre que a pesar de sus ímpetu de liberal doctrinante y librepensador es escuchado con un respeto pastoral por todos, incluso por los que no piensan como él. A esa exquisita formación agreguemos su gran experiencia y abundantes logros en asuntos públicos.

Humberto Diez

Por eso cuando hablaba, todos los contertulios alargábamos las miradas como para que pudieran deslizarse más cómodamente los pensamientos. Entonces dijo con la contundencia de una campana de catedral, y en un repique argumentativo 1,2,3…. “que estaba claro que lo primordial en un debate electoral no era el programa. Ni siquiera lo secundario. Esas son nostalgias de los académicos”, dijo, o mejor, tañó.

Aseguró “que lo más importante es la imagen del candidato, lo segundo sería el partido, lo tercero los recursos y si acaso, el programa, el cual no lee ni el 3% de los electores potenciales. El programa es prescindible…” Eso es hablar claro. Sobre todo cuando así lo dicen las estadísticas de “marketing” político y en consecuencia es lo que se enseña en los posgrados, desde que en las universidades de Columbia o Michigan inventaron la teoría de la causalidad sociológica o sicológica en esta materia, o desde que Popkin en el 94 habló del “Reasoning voter”. Aquello, entonces, de que no hay nada más práctico que una buena teoría, que divulgó el médico y sicólogo Kurt Lewin o lo que afirmó el astrónomo Karl Sagan sobre el “piloso” Maxwell de que una sola de sus ideas ha sido más poderosa que cinco presidencias, quedan según este razonamiento, bajo la tierra de las estadísticas, el marketing y los aludes mediáticos.

Entonces, me pregunté con la torpeza de quien no es un politólogo: ¿De qué se trata en nuestros debates electorales? Prendo el radio o la TV o miro el pajarito en el Twiter como Maduro y encuentro la respuesta: Caras farandulescas, chismes, pequeños intereses de mecánica, aritmética de tenderos, coaliciones de ambiciones.. y una “ total inopia en los cerebros” a lo de Greiff. Nada, vestida de todo. Gente sembrando en matera.

Claro, como van a enseñar en las universidades algo distinto, si lo que se vive en la sociedad del espectáculo también se filtra por los tejidos curriculares y eso sucede cuando la planeación académica la hace el departamento de mercadeo y no los académicos. ¿Por qué no proclamamos desde muchas partes, incluyendo la universidad, la radio, la televisión, las redes o la tarima, que también debe haber una demanda inducida, una pasión por el futuro, obsesión pública por el bienestar, una insurrección de los sueños y en vez de ello, nos pasamos a vivir a la hoja de vida de una estrella prefabricada por los medios con nuestros propios recursos?

Para hacer educación ciudadana, no es necesario esperar que elijan a nuestro candidato, posiblemente es mucho más potente, educar desde las campañas, en vivo, en directo y desde el ethos, que desde las investiduras públicas, diferidas, mediadas y con el discurso oficial contaminado de propaganda.

Creo que nuestro docto interlocutor dijo lo que era. Le faltó decir lo que quería y por lo que estaría dispuesto a luchar para que las cosas fueran distintas. No sólo es el retrato de la realidad, más importante en estos casos es la intención de cambiarla.

¿Para eso no fue que inventamos la política?

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Redacción Minuto30

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