A las manifestaciones siempre hay un fiel asistente, el ESMAD. Miembros de la Policía Nacional que arriesgan su vida para reducir a los rebeldes y a los desadaptados que atentan contra el bien público de todos los colombianos. Tristemente, muchos de los estudiantes y de los demás protestantes estigmatizan y miran con ojos de odio a los miembros del Escuadrón Móvil Antidisturbios, tildándolos de criminales y de violadores de derechos humanos, cuando en realidad son héroes que velan por la seguridad de todos.

La misión del ESMAD es controlar disturbios, restablecer el orden y garantizar la seguridad de la población civil en las grandes aglomeraciones de personas. El escuadrón fue fundado en 1999, mediante una Directiva Transitoria, es decir, iba a ser una medida temporal. Dos meses después el escuadrón fue formalizado a través de la Resolución No. 01363 expedida el 14 de abril del mismo año por parte de la Policía Nacional.

Durante los últimos meses de este año, en las redes sociales, es muy frecuente escuchar de enfrentamientos, riñas y abusos del ESMAD contra los estudiantes que asisten a las protestas. Pero esto es solo ver un lado de la historia, o aún peor, ignorar por completo a los miembros del escuadrón, quienes arriesgan sus vidas en pro de la protección de la infraestructura ciudadana y de la integridad de los civiles.

Las armas que utiliza el ESMAD, tienen una probabilidad de menos del 0,01% de matar a alguien, son pistolas de balas tipo Paintball, granadas de gas y de humo, el popular “bolillo” y las lanzadoras. Mientras que los desadaptados, atacan a los oficiales de la Policía Nacional con cócteles molotov o con las populares “papa bomba”. Dichos artefactos son armas, están diseñados para matar o cuanto menos para mutilar o incinerar una extremidad, sobrepasan con creces la probabilidad del 0,01% de asesinar a una o más personas.

Las “papa bomba” además de ser un artefacto peligroso, son un artefacto que puede ser la muestra de cómo actúan los mercados negros y de contrabando en las ciudades, o más preocupante aún, en las instituciones educativas como las universidades públicas. El material principal para realizar las armas es el perclorato, dicho químico explosivo es distribuido en el país exclusivamente por Indumil (Industria Militar Colombiana). Es decir, los desadaptados que utilizan estas armas, pertenecen o se relacionan con grupos criminales que se lucran del mercado negro armamentístico del país. Es una plaga que hay que acabar.

Los miembros del ESMAD, llegan a las manifestaciones y comienzan a ser abucheados y apedreados por muchos de los asistentes: “Ustedes son los becerros del gobierno, yo estoy estudiando porque no quiero ser policía, hijueputas” es una frase que frecuentemente gritan a los oficiales en las protestas. ¿Verdaderamente es la manera de tratar a una persona que cumple con su obligación laboral? ¿Es la manera de exigir derechos? ¿Atacar con una papa bomba a alguien y gritarle “hijueputa” es una manera de mostrar inconformismo de una persona que se ufana de ser educada? Nuevamente en nuestro país, exigimos los derechos pero no cumplimos con los deberes; exigimos respeto, pero no lo damos.

Ahora bien, es necesario concientizar a la población de que un policía no es ningún “becerro” o “bruto”. Para ser miembro del ESMAD, se debe pasar por un entrenamiento de tres semanas en el Centro de Operaciones de la Policía Nacional, en El Espinal, Tolima. Dicho entrenamiento no es para cualquiera, se preparan trasbocando gases, aguantando pedradas y soportando se arrastrados por el agua a presión que arrojan las tanquetas. Ser un miembro del escuadrón no es para cualquiera, es un ejercicio de vocación, es una forma de demostrar amor a la patria.

Es necesario aprender de los errores cometidos en protestas pasadas para no cometerlos en manifestaciones venideras. En efecto, como lo dicta el artículo 37 de la Constitución, el derecho a la protesta es un derecho fundamental, pero no es absoluto. No se debe sobreponer por encima del derecho a la libre locomoción, a la propiedad privada, y más importante aún al derecho a la vida. Cuando se ataca a un policía se atenta el derecho a la vida, que por encima de todos, debe primar sin importar las condiciones de una nación.

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Redacción Minuto30

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