La Bioética abarca toda decisión, actitud, intención, acción u omisión voluntarias, relacionadas con cada ser humano durante su ciclo vital completo, en cuanto a su vida biológica y espiritual natural, y a los demás seres vivos del universo.

Coincidiendo con este modo de entender la Bioética, el Considerando 16 de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, de la UNESCO, afirma: “Teniendo presente también que la identidad de una persona comprende dimensiones biológicas, psicológicas, sociales, culturales y espirituales” http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=31058&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

El espíritu, término sinónimo de “persona”, es el constituyente simple de todo ser humano en su unidad formada con el cuerpo en cada miembro de la familia humana.

Esta unidad que da identidad propia a cada ser humano, se caracteriza por un automovimiento diferente al de las células que le dieron origen y contienen el genoma de la única especie conocida en la que sus seres vivos son realidades corporeoespirituales, no por funcionalidad, sino constitutivamente.

Con estas dos perfecciones –fisicoquímica y espiritual–, es posible que los seres humanos que tengan su genoma suficientemente íntegro, que hayan alcanzado el debido crecimiento y desarrollo, y una educación con la que optimicen el aprovechamiento de todas sus facultades, priorizando el de las superiores –afectividad, inteligencia y voluntad–, puedan alcanzar el conocimiento y logro del sentido último de su existencia física y espiritual, como óptimo referente de toda decisión y acción.

La primera conclusión de esto es que lo ético –y, por tanto bioético y de Biofamilia–, es lograr una jerarquía de valores bien justificada racionalmente, que garantice el cuidado más completo posible de la vida, integridad, salud y pleno desarrollo de cada ser humano, seleccionando vacunas y otras soluciones, como las necesarias contra el Covid-19 y demás amenazas biológicas, psicológicas, sociales o culturales.

Ante alternativas limitadas, la solución no es contraponer derechos, sino centrarse en el valor principal, que es cada ser humano interviniente en el reto o problema a solucionar, y en la procura del mayor bien o perfección de cada uno –el que le facilita ser mejor persona–, actual y alcanzable.

Producimos materiales biológicos que, como en todo otro cuerpo vivo, son denominados “biomateriales” cuando se emplean en aplicaciones biomédicas.

Desde hace décadas se ha tenido en cuenta, en Bioética de la investigación científica, el respeto incondicional a la integridad, vida, salud y pleno desarrollo, tanto de los investigadores como en los sujetos de investigación, del resto del equipo y de los posibles impactados por los efectos de la pesquisa.

Este respeto implica evitar o al menos paliar, los sufrimientos que puede causar el estudio, aprovechables también para el logro de su razón de ser, que es abrirse libremente al bien que son otros seres personales, logrando de este modo su mayor bien o perfección.

A los seres vivos no humanos se les previene el sufrimiento evitable y se les atiende el inevitable en la experimentación científica, y se les cuida, según sus necesidades biológicas.

Respecto a Covid-19, los referentes arriba señalados sobre el trabajo bioético, en este caso referentes a la Ingeniería de tejidos y Medicina regenerativa –en inglés Tissue Engineering and Regenerative Medicine o TERM-, para lograr buenas vacunas y otras defensas contra el virus SARS-CoV-2, son comunes a todos los laboratorios y a otros medios y personas que hacen posible la recepción de recursos, para que haya garantías altas de seguridad y eficacia, en el trabajo que demanda de protección de la integridad, vida, salud y el pleno desarrollo de cada ser humano, sin ser excluyentes con alguno ni facilitar por acción u omisión, que otros lo sean, y en el cuidado de los demás seres vivos investigados.

La Ingeniería de tejidos y Medicina regenerativa (TERM), aplica principios de ingeniería y ciencias de la vida para desarrollar métodos y recursos con los que regenera, repara o reemplaza las células dañadas o enfermas, los tejidos y órganos. Un ejemplo son los inhibidores de puntos de control inmunitarios, medicamentos que eliminan los frenos que restringen al sistema inmunitario del cuerpo y lo liberan para combatir, por ejemplo, el cáncer.

Algunos biomateriales de nuestro cuerpo se denominan células madre multipotentes, porque al multiplicarse pueden dar lugar a clases de células más especializadas, como las células madre adultas mesenquimales que se multiplican diferenciándose en células especializadas que se encuentran en el tejido conformado por otras similares.

A 12 de junio Estados Unidos tenía registradas oficialmente 2100 investigaciones clínicas para el tratamiento de COVID-19 y tiene en curso 169 ensayos clínicos de terapia celular. ClinicalTrials.gov

Por ejemplo, las células madre mesenquimales (CMM o en inglés MSC) se hallan en la médula de los huesos y forman células cartilaginosas (condrocitos), óseas (osteoblastos) y grasas (adipocitos), con su respectiva nueva forma, estructura y función, y su localización en el tejido de las células que comparten las mismas diferencias específicas.

Entre las bubujas que de modo natural salen de las células, las que se llaman exosomas, que también son producidas por las células madre mesenquimales, se han usado a través de inhalaciones para fortalecer el sistema de defensas del organismo, porque tienen efectos positivos para el tratamiento de COVID-19, al suprimir daños, reparar y regenerar las células pulmonares ayudando a solucionar la neumonía que suelen sufrir algunos pacientes de COVID-19.

Esto es importante porque el Síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) es una de las principales causas de muerte en esta enfermedad.

También se están haciendo ensayos con exosomas de células T, que forman parte del sistema inmunitario y se forman a partir de células madre en la médula ósea. DOI: 10.1002/sctm.20-0197

Estos son ejemplos de lo que se está estudiando pero requieren pesquisas a largo plazo para su aprobación.

Los científicos deben ser transparentes respecto a la información suficiente acerca de qué impacto pueden tener los fragmentos de material genético introducidos en el cuerpo, por ejemplo, con una terapia con inhalación de exosomas.

También hay que ser muy firmes en la incondicionalidad a la que tiene derecho todo ser humano, a que su cuerpo y el de otros de su especie sean respetados después de su muerte, porque de no serlo, corren el riesgo de que ésta sea adelantada para evadir gastos, privaciones o sufrimientos, o para conseguir beneficios como la venta de partes para la industria cosmética, farmacológica, etc.

Todo Estado debería prohibir el uso de material biológico de seres humanos destruidos deliberadamente, porque puede ser estímulo económico para que aumenten las víctimas que son más inocentes e indefensas, especialmente las que estén viviendo las etapas más tempranas de su crecimiento y desarrollo, embrionario y fetal.

No existe el derecho a comprometer la seguridad que garantice la vida de algún ser humano. En esto las sociedades se juegan la integridad moral de los que las conforman.

En consecuencia, no se debería usar vacunas que tengan material biológico de seres humanos destruidos deliberadamente: es falso el supuesto “derecho” a la destrucción de seres humanos, para terminar, evadir o mejorar las condiciones de vida.

Las tecnologías de robótica y automatización pueden ser muy costosas para la mayoría de los países, pero permitirían ampliar el espectro de soluciones  biológicas a través de la disponibilidad de terapias con diferentes productos como las células madre de origen no violento y de probada inocuidad.

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Redacción Minuto30

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