La necesidad de una reforma a la Justicia en Colombia no admite mayor debate, está claro que es necesario hacer modificaciones en nuestras leyes y en la constitución para hacerle frente a la crisis moral e institucional que atravesamos como país. No debemos preguntarnos si conviene transformar la Justicia, debemos preguntarnos si queremos hacer cambios superficiales o hacer modificaciones profundas que mejoren verdaderamente la forma en la que se resuelven los conflictos, se protege al ciudadano y se controlan los poderes públicos.

La propuesta que el Centro Democrático ha puesto sobre la mesa merece ser debatida como lo que es, una gran apuesta para tomar el camino correcto hacia una Corte honorable (si, una sola) en la que todo el país pueda confiar, que no deje que la política y el dinero definan sus sentencias, que respete las costumbres y la identidad de los colombianos, y que siendo consciente de sus funciones y su poder limitado lidere toda la Rama Judicial.

Le hace daño a todo el país que las decisiones de las Altas Cortes se contradigan, eso que se ha denominado popularmente como el “Choque de Trenes”, sumado a la búsqueda de mayores funciones y poder) destruye la seguridad jurídica, sin la cual es imposible construir confianza para la inversión nacional y extranjera, sin ella no puede existir plena garantía de los derechos sobre los cuales construimos una Colombia libre y democrática. Debemos tener una sola Corte que tome las decisiones finales y definitivas, y que además tenga claras sus funciones, el límite de su poder respecto a los otros órganos del Estado, particularmente respecto a quienes ejecutan el gasto público o hacen las leyes y reformas que nos rigen a todos.

Ni el colombiano de a pie, ni los abogados del país, saben los nombres de los más de 60 magistrados que conforman la Corte Suprema, el Consejo de Estado y la Corte Constitucional. Son demasiados nombres, rostros y conciencias, no necesitamos tantas togas para tener Justicia, podemos construir una gran Corte que se destaque por su eficiencia con pocos magistrados. Para lograrlo necesitamos dos grandes cambios urgentes. Primero, llevar eficiencia y calidad a la Justicia en las regiones, haciendo que los Jueces y Magistrados de Tribunal y sus decisiones sean respetadas, y que llevar los conflictos al Palacio de Justicia de Colombia sea absolutamente excepcional, dejándole a la Corte el control de las leyes y la resolución de los casos significativos para el país. El segundo, alejar a la Justicia de la lógica y la estrategia política, dejando la elección de los magistrados de esa única Corte en manos, no en el Congreso, sino en una institución que reúna a los mejores abogados y a las más importantes Facultades de Derecho de todo el país, un auténtico y fuerte Colegio Colombiano de Abogados.

Debemos insistirles a los magistrados que aun fallan en Derecho que sean valientes y hagan su mayor esfuerzo para permitir esta reforma. Una sola Corte es Justicia para los colombianos.

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Redacción Minuto30

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