Las próximas elecciones definen cual va a ser el futuro de mi país. República democrática  o populismo autocrático.

El pésimo desempeño económico fraguado y ocultado por años, que dejó el Kirchnerismo, es sabido condicionó el margen de maniobra del Gobierno.

Así fue pergeñado. Pero a la vez, ese entramado de corrupción, déficit, desastre energético, falta de competitividad, default y deuda nos exigía mayor creatividad política y mayores esfuerzos de imaginación en estos años venideros.

Como consecuencia, del tiempo de los Kirchner, donde todo lo excepcional fue regla, de ello nos quedó un horizonte donde la discrecionalidad de la política fiscal, no sólo sería limitadísima, sino que además, imponía ponerle freno al derroche del gasto público.

Necesitamos inversión y ahorro. Una mezcla que se obtiene de incentivar la actividad privada por un lado y eliminar el derroche y la rapiña de recursos públicos por el otro.

Sanar y sanear la economía. Solucionar la política de subsidios, que no fueron otorgados para ampliar la infraestructura para proveer mejores servicios públicos colectivos, ni operaron como incentivos productivos para garantizar obras públicas privadas, orientadas en mejorar rutas, trenes hospitales y escuelas.

Los subsidios fueron para robar dineros públicos y desviarlos a través de triangulaciones, causando muertes y atrasos, configurando una economía mediocre y malograda.

La contracción fiscal del gasto público y el aumento de  las tarifas, se llevó adelante sin pensar en el largo plazo.

Se hicieron luego, posteriores y necesarios ajustes y concesiones para salvar las medidas y garantizar su entrada en vigencia, pero perdiéndose la posibilidad de enriquecerlas y mejorarlas, pensando en el largo plazo.

Debemos abandonar la búsqueda de soluciones planteadas desde una concepción instantaneísta, que privilegia lo urgente y la inmediatez.

La lógica de la urgencia y las respuestas automatizadas nos impide y aleja, del hecho de hacer del problema algo productivo, que sirva para afianzar nuestra capacidad de representar el futuro.

Necesitamos enriquecer el espacio público y la forma de debatir sobre nuestros problemas.

Con otra imaginación, permitiéndonos dejarnos interpelar por otros puntos de vista y dando lugar al descubrimiento de otras propuestas, no clausurando de antemano la discusión con el pretexto de que las cosas no pueden hacerse de otra manera y son inexorables abordarlas tal como se plantearon.

La ampliación de Cambiemos, la coalición oficialista de la que forma parte mi partido la Unión Cívica Radical (UCR) es un síntoma positivo para afrontar la complejidad del país y las reformas que pendientes que deben concretarse.

Quienes pensamos igual, desde una concepción republicana y progresista, no podemos hacerles el juego a quienes no quieren contribuir con el país, sino entorpecer y desestabilizar, al calor de la abstinencia de poder que unifica rápido a quienes así piensan y actúan, jugando a la táctica política de causar daño montándose sobre los problemas, que ellos mismos causaron.

La jugada de la Ex Presidente Cristina Kirchner no es un renunciamiento. Sigue siendo la candidata y se corre y se recluye tácticamente en un lugar simbólico de menor exposición como es el de Vicepresidente. Procura atravesar la campaña y los juicios por corrupción pendientes que intento suspender ante la Corte Suprema de Justicia, sin la centralidad de ser candidata a Presidente. Pero lo sigue siendo en lo real. Alberto Fernandez, el candidato que la Ex Presidente eligió para encabezar la fórmula presidencial, bien podría convertirse en el futuro si ganaran las elecciones en el nuevo Sergio Acevedo, Carlos Sancho o Daniel Peralta, tres gobernadores provinciales designados por los Kirchner, en su provincia de origen Santa Cruz y corridos del poder por ellos mismos.

Frente al pasado que quiere volver y que promete revisar sentencias y cerrar el poder judicial, recortándole su independencia y sometiéndolo a los designios del poder, es muy auspiciosa la apertura de la coalición Cambiemos, que atiende las diferencias internas sin neutralizarlas ni privatizando su existencia y valores.

La politización de las diferencias internas y de quienes quieren aportar a la solución de los problemas con propuestas sin volver al pasado, es sano, no sólo respetarlas, sino hacerlas valer.

Muchas de las cosas que nos suceden en la política actual, tienen una explicación en esta idea que busca favorecer la homogeneidad, dejando nulo espacio para el disenso y la diferencia.

La política no garantiza la unidad sino que es abogada de la diferencia, no persigue la desdiferenciación sino que institucionaliza la diferencia y el disenso.

Que debemos evitar. Que el debate de la política no gire sobre lo inmediato y lo superficial, o sólo sobre problemas locales a los que se les da exclusiva prioridad, por sobre las decisiones de mediano y largo plazo y las grandes decisiones nacionales o internacionales.

El futuro viene de la mano de la discusión del Estado que queremos, que previsiones e inversiones de largo plazo queremos hacer y cuáles van a ser las decisiones ligadas con la política exterior que vamos a sostener.

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Redacción Minuto30

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