Como el lento e imperceptible retiro de las aguas del aluvión, de esa misma forma, se cocina toda una estrategia maquiavélica para no dejar gobernar al presidente Duque y, lo que es peor, para derrocarlo y obligarlo a renunciar. Lástima que en el palacio de Nariño no lo tengan claro porque, si así fuera, se tomarían los correctivos requeridos para evitar que se concrete esa infamia, que, además de injusta, sería una suerte de abrebocas para que la izquierda se saliera con la suya y se tomara el poder.

El titiritero que mueve los hilos de la conspiración es el tartufo Juan Manuel Santos, que no da puntada sin dedal y, desde la sombra (como buen cobarde), controla periodistas, oenegés nacionales e internacionales, magistrados y funcionarios santistas que hacen parte del actual gobierno (como quien dice, “durmiendo con el enemigo”).

Ahora bien, el tartufo no hace esto por comunista o socialista (es demasiado light para ser de izquierda): su único propósito es destruir, a como dé lugar, al presidente Álvaro Uribe Vélez y su legado, y, empoderando a los zurdos, tiene los “perros de caza” apropiados para cumplir el cometido de sacar del camino al gran colombiano. No la tendrán fácil: Uribe no es “manco” ni está solo.

No es fortuito que las iniciativas del Gobierno nacional “zozobren” una a una en el Congreso: no solo es la falta de “mermelada”, que dicho sea de paso hay que combinar con el enfrentamiento público de aquellos políticos que solo quieren puestos y contratos. De nada sirve dejar de darle canonjías a los mismos corruptos de siempre, si no se los expone y se los somete con nombre propio al escarnio ante la opinión pública. No se puede matar el tigre y asustarse con el cuero.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, con el apoyo irrestricto del partido Centro Democrático y actuando con absoluta transparencia, el Gobierno nacional ha logrado materializar uno que otro proyecto para que se convierta en ley de la República. La cosa es que, cuando las normas aprobadas llegan a revisión de la Corte Constitucional, que, como es sabido, hace rato dejo de ser un tribunal de justicia, para convertirse en un directorio político, acontece lo que suele pasar cuando a los honorables magistrados no se les invita a desayunar a palacio para hacer “acuerdos”: lo declaran inexequible. Lo que acaba de pasar con la ley de financiamiento es vergonzoso y exótico a la vez: la Corte la declara inconstitucional, pero a partir de cierta fecha, amén de lo que dicha sentencia significa en términos financieros para la maltrecha economía de este pobre país que está más quebrado que un bulto de canela.

Al evidente bloqueo legislativo y cerco judicial que padece el Gobierno, se suman las marchas violentas, los paros que se producen cada mes en todas las regiones del país, los ataques injustificados de la prensa, la saña de ciertos “opinadores”, los enemigos internos del santismo que fungen de funcionarios. En fin, hay montado todo un tinglado para llevar al colapso de la presidencia del doctor Duque. En ese propósito confluyen diversas fuerzas oscuras interesadas en cosechar el caos para obtener réditos políticos y económicos. O el presidente se para firme o lo tumban.

Con todo respeto, el verbo “rector” del gobierno no puede seguir siendo “acato”, hay que cambiar el discurso: “enfrento, defiendo y peleo”.

Colombia es un potro desbocado al que hay que mantenerle la “rienda apretada”.

La ñapa I: Hasta para fumigar los cultivos de coca, de donde sale el combustible para la guerra y la delincuencia, el Gobierno está bloqueado por la “justicia”. Así como no había que pedir permiso para extraditar a Santrich, tampoco hay que seguir esperando autorización de nadie para fumigar los cultivos de coca con glifosato, pues se trata de un asunto de seguridad y conveniencia nacional.

La ñapa II: Nada más contradictorio que Samper haya ido esta semana a la Comisión de la Verdad dizque para esclarecer el papel de la política internacional en el “conflicto” colombiano. Tranquilo, Bojote: colombiano que se respete no ha olvidado el elefante que usted dice no haber visto entrar en la campaña que lo puso en la casa de Nariño.

La ñapa III: No se equivoquen: lo ocurrido en México con el hijo del Chapo Guzmán, no es solamente la claudicación del Estado de Derecho ante la criminalidad, como pasó en Colombia con el acuerdo entre Santos y las Farc: detrás de ese adefesio hay un claro acuerdo entre López Obrador y los narcos, al mejor estilo de Ernesto Samper con el cartel de Cali.

La ñapa IV: Que quede claro: me encantan las caricaturas, las tengo todas enmarcadas y bien colgadas en lugares visibles.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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Redacción Minuto30

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