Tal es el nombre del libro que narra la vida del doctor Fernando Panesso Serna, exgobernador de Antioquia, reconocido con cariño en muchos ámbitos nacionales y extranjeros, y muy especialmente recordado en Antioquia por su valiente gestión en una época plagada de violencia y narcotráfico, donde brilló por su carisma de gobernante, don de gentes, excelente labor administrativa y pulcritud probada en la gestión contractual de entonces, cosa que hoy enloquece a muchos y enloda el nombre de variopintos mandatarios locales y nacionales.

Fernando Panesso “Relato de mi destino” (Icono Editorial SAS, 2019), es la narración “a seis manos” de una vida coronada de éxitos. Y digo a seis manos, porque las plumas experimentadas y de estilos depurados y cuidadosos de los colegas periodistas y escritores Carlos Gustavo Álvarez (autor de 14 libros y columnista por espacio de 38 años)  e Iván Beltrán Castillo (premios Nacional de Poesía 1988, Simón Bolívar de periodismo 1995 y Nacional de Guion 2001), convirtieron las memorias del doctor Panesso Serna, en un delicioso libro lleno de pulcritud narrativa, de hechos leales a la verdad, bien contados y no exentos de giros y figuras literarias a tono con la poética de Iván Beltrán Castillo y el alma romántica por excelencia del doctor Panesso Serna.

El libro, compuesto de 8 capítulos y dos apartados (Despedida: memorias dispersas y A sus amigos),   narra una vida, a mi modo de ver, tan ejemplar, tan feraz, que creo debería ser de lectura obligada para cualquier servidor público, desde quien goce del servicio a los ciudadanos en el  más humilde cargo, hasta el más elevado, llámese este gobernador, alcalde o cual sea.

Recomendar su lectura no es cuestión de embeleco o publicidad (cosa que nunca me permitiría); es asunto de invitar al goce de un libro bien escrito, que narra en detalle la vida de un hombre que transitó el peligroso sendero del poder, sin dejarse contaminar (cosa que pocos resisten hoy en día) o deslumbrar; que aceptó ser gobernador de Antioquia cuando la violencia de Pablo Escobar y demás actores del narcotráfico dinamitaban a Colombia y en especial a nuestra Antioquia; de un hombre que “compartió” a su amada Patricia (su esposa) y a sus hijos David, Tomás y Santiago, con el servicio público, cuando medio mundo le decía al oído que se apartara del peligro que ello conllevaba.

El libro cuenta la vida de un amigo a quien el poder no pudo transformar en un ser árido, vanidoso, lleno de soberbia, como ocurre con frecuencia hoy en día. Por el contrario, lo ratificó un hombre cálido, sencillo, cercano a sus amigos y compasivo con los más humildes. Recomiendo la lectura de su libro, porque su honestidad llega al extremo de publicar el incidente más triste de su vida, “cuando el nombre inmaculado de Fernando Panesso Serna cayó en un proceso de responsabilidad fiscal”, manejado faranduleramente por Edgardo Maya Billazón y en especial por Sandra Morelli, a la sazón responsables de los entes de control. Un proceso que castigaba una denuncia previa suya, y que hoy, es “para lapidar en la historia universal de la infamia”.

Quienes lo conocimos antes de llegar a la dignidad de gobernador de Antioquia (dignidad que siempre respeta con su vida transparente, entregada al servicio y al ciudadano), sabíamos de su sonrisa discreta y abierta a todos. Al llegar al poder esa sonrisa se convirtió en brazos abiertos a la solidaridad y el bien; en definitiva, el poder reconoció en él a un ser humano extraordinario, delicado y sensible. Justo lo que Antioquia necesitaba en esa hora aciaga, justo lo que necesitaban los colombianos abandonados en Nueva York, cuando llegó como cónsul general central de Colombia en esa ciudad;  lo que requería Colombia en su necesidad de abrir embajada y mercado con el mítico Turquía y recomponer relaciones diplomáticas con el hermano país de Ecuador.

El libro, de 218 páginas de goce e historia, abre, en su pluma, con un resumen justo y breve de su vida: “Tuve cargos importantes. Jugué papeles definitivos en momentos cruciales de Colombia. Sorteé abruptas situaciones en empresas privadas y en el singular ejercicio de los cargos públicos en nuestro país, al que serví sin descanso. Me declaro satisfecho con los resultados”. Y advierte: “pero quiero que sepan que no hubo, no hay y no habrá nada ni nadie más importante en mi vida que ustedes, mi sagrada familia”. Se refiere a Patricia Gómez (su esposa) y a sus tres hijos, ya presentados.

Le sigue el Contenido, luego un elogioso Prólogo de María Ángela Holguín, excanciller de la república, donde pondera el trabajo diplomático y la vocación de servicio de nuestro exembajador en Ecuador y en Turquía, la tierra que gozó con las atajadas del guardapiolas Farid Mondragón y hoy disfruta de la magia de García Márquez: “La vida de Fernando Panesso es, sin duda, la de alguien que antepuso el amor a lo público y al país a su vida personal, porque los sacrificios y angustias que trae el servicio público no los conoce sino el servidor público”.

Luego de Presagio, un texto donde narra su primer “contacto con la muerte” en la altura de Quito, revestida de un infarto, le sigue el Capítulo I,  La marcha de los peregrinos, donde se describen recuerdos de una infancia y una adolescencia felices…. Luego viene el Capítulo II, La novela de una gobernación, donde cuenta de cómo se convirtió en la primera autoridad del departamento de Antioquia a los 35 años…, “cuando le tocó un mundo, una sociedad y una cultura amenazados por el naciente y artero narcotráfico”, nombrado en mayo de 1987 por César Gaviria Trujillo, ministro del presidente de entonces Virgilio Barco Vargas. “Durante  la gestión de Panesso –dice el libro en su página 36–, ocurrieron los hechos más siniestros e increíbles”.

Y así transcurre la deliciosa narración de los restantes capítulos, donde el lector encontrará la vida de un ser humano especial, que hace historia y dicta cátedra con una vida limpia, una vida de amor a su familia y de servicio a Colombia.

Para finalizar estos comentarios al libro Fernando Panesso “Relato de mi destino”, quiero transcribir los comentarios de María Eugenia Villa, una de las colaboradoras de nuestro exgobernador en el consulado de Nueva York, que muestra la vena humanística, la cercanía con la gente y el trato respetuoso y cordial del exgobernador, cuando afirma:

“Pronto, la nueva manera de relacionarse con la gente, que nunca antes se había puesto en práctica, creó un estilo nuevo, inesperado, vanguardista. Antes de que eso ocurriera, el consulado era visto como algo distante e inaccesible. Y de pronto, como cuando se abre una ventana que mira hacia un paisaje confortante, la comunidad sentía aquel edifico oficial como algo próximo, casero, familiar”.  Y dice, más adelante: “El doctor Panesso les había enseñado un alfabeto nuevo, una gramática de la comunión y el abrazo, y por eso, cuando se marchó dejó tras de sí una estela legendaria… Él fue el cónsul por excelencia, el que la gente adora, el que la gente no olvida”.

Al terminar la lectura de este libro apasionante, que es vida y es escuela y es patria, sólo debo decir gracias a Carlos Gustavo Álvarez, gracias a Iván Beltrán Castillo y gracias al doctor Fernando Panesso Serna; a los dos primeros, gracias por entregarnos un libro bien escrito, un libro felicitario si de buen periodismo y compromiso con el oficio hablamos; gracias al exgobernador, por entregar a los lectores un paradigma de buen gobierno, de pulcritud y de servicio, tan necesario en esta época, donde la corrupción y el eclipse moral se entronizaron tan a gusto en nuestras oficinas públicas y privadas, aún en las más encumbradas.

En conclusión, Fernando Panesso “Relatos de mi destino”, es un libro apasionante que narra paso a paso la vida que sonríe desde los más tempranos años a nuestro protagonista (una infancia feliz, un bachillerato venturoso, un noviazgo soñado y una escuela de minas de rectitud y trabajo) y que lo lleva de la mano para superar retos y desafíos, y a la muerte misma (gobernador de Antioquia en sus años más violentos), a prestar servicios  invaluables a Colombia (cónsul en nueva York, embajador en Turquía y Ecuador) y al final, el retiro del servicio, producto de la desazón y la tristeza, propiciados por una funcionaria cutre que no fue capaz de dimensionar el daño que hacía.

Pero yo digo, como colofón: el dedo acusador, no puede ocultar el resplandor de lo alcanzado.

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Redacción Minuto30

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