Un mensaje cálido y optimista para mis anónimos lectores virtuales; con el nuevo año empiezan nuestros propósitos de avanzar con todas nuestras imperfecciones y limitaciones en ese hermoso viaje que es la vida humana.

Navegante lúdico de la vida como soy, vengo renovado después de haber pasado unos días en las bellas y fascinantes tierras de Galicia, Asturias, León y Zamora en la bien amada España, que aun en los más fríos inviernos nos regala ese paraíso natural y gozoso que es la tierra madre para los latinoamericanos.

Me sigo gozando palmo a palmo el paso por este planeta, pues a eso vinimos al mundo y no a amargarnos con todas las tragedias, dificultades y desigualdades que vemos cada día. Este proceso normal del aprendizaje de la vida que es lo que hacemos desde nuestro nacimiento hasta la muerte, quiero compartirlo con aquellos que creen que es posible aprender de otros un poco el aprendizaje del arte del vivir y mejor si es del buen vivir.

Se suele pensar que las épocas de navidad y año nuevo son de reflexión, autocrítica y mejoramiento de nuestra existencia, sin embargo lo comercial ha venido absorbiendo las bellas y antañas costumbres de hacer el rito de estas paganas fiestas una oportunidad para hacernos mejores personas; el jolgorio y la celebración de navidad, año viejo y reyes no siempre se hace moderadamente y son muchos los que se entregan a la bebida alcohólica en grandes cantidades y a la ingesta de otras sustancias enervantes del cerebro, la mente y la conducta humana. Confundimos fiesta, alegría y felicidad de esta época del año con rumba, parranda y juerga navideña. Los resultados son para muchos catastróficos en lo personal y por eso viven algunos lo que en España se llama la cuesta de enero, que además de lo económico, acarrea el guayabo moral por haber desperdiciado tan importantes efemérides en embrutecer más sus vidas; quizás también sean demasiados los que puedan mirar el año que se inicia con actitud optimista y positiva.

Ni soy psicólogo, ni psiquiatra, ni puedo meterme en asuntos que Freud y demás ilustres científicos de la conducta humana nos dejaran en eximias y a veces reveladoras obras científicas; lo que si sé y quiero opinar y expresar algunas ideas que a nivel personal voy aprendiendo en el decurso de mi vida que, modestia aparte, es al menos exótica y distinta a la del ya inmenso rebaño de más de 7000 millones de personas que poblamos la tierra. Para el primer trimestre del año que comienza me propongo comentar o glosar algunos libros de los que he adquirido recientemente en el país que me ha brindado la oportunidad en más de media vida de acceder a una de las mejores literaturas aportantes del arte del buen vivir, que siendo en esencia sencilla, a veces lo complicamos en demasía.
Espero no defraudarlos con mis apuntes y comentarios ni hartarlos con mi empeño de disertar sobre lo que observo está pasando con la vida humana en la época actual.

Cada día creo que razón tenía el premio nobel de literatura José Saramago, cuando preguntado por el periodista andaluz Jesús Quintero, qué opinaba sobre el fin de siglo anterior, respondiendo que con él desaparecía una civilización y sobrevendría otra, sin que se arriesgara a vaticinar ésta que ya estamos viviendo.

A quienes son amantes de las redes sociales los preparo para que se decepcionen sobre sus fatales consecuencias para la vida de mujeres y hombres predichas por el gurú de la crítica cibernética, quien nos ha diseñado el decálogo apocalíptico de estas plataformas virtuales. Pero también llevaré a ustedes las ideas de otro orientador psicológico de cómo podemos mejorar nuestras desorientadas vidas. Dos biblias novedosas del arte del buen vivir que creo muy pocos han accedido a ellas.

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Redacción Minuto30

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