Laura Restrepo, Escritora colombiana. EFE.

Laura Restrepo, Escritora colombiana. EFE.

Para su regreso a las librerías la colombiana Laura Restrepo se ha embarcado en un retrato de las «aristocracias» latinoamericanas, su «narcisismo» y su desprecio hacia quienes no forman parte de su colectivo para denunciar así un feminicidio que estremeció a Colombia.

«Ese prototipo del joven narciso, de clase alta bogotana, es reconocible en cualquier sociedad: hay una especie de modelo, el que hace una religión de sí mismo y el culto consiste en darse gusto (…) el único objetivo de la existencia es (…) no existo sino yo», dijo Restrepo en una entrevista con Efe.

En «Los Divinos» (editorial Alfaguara), que presenta estos días en la Feria del Libro de Bogotá (Filbo), la escritora describe la vida en ese entorno para narrar, mezclando ficción y realidad, un feminicidio que escandalizó a Colombia: el de la niña Yuliana Samboní, que tenía siete años cuando fue asesinada e diciembre de 2016.

Habitante de una de las barriadas pobres de los cerros de Bogotá, Samboní fue secuestrada por un hombre rico, de los que se esconden detrás de un apellido pomposo, que la llevó hasta su casa, la torturó, violó y asesinó.

Pese a que todo evoca ese caso, Restrepo ha preferido no mencionarlo de forma directa, ni tampoco los nombres de los implicados para denunciar así la violencia hacia las mujeres, especialmente hacia las niñas.

«Lo que pasa es que, si bien el abuso a las mujeres y el feminicidio se está destapando, hay un silencio y unos niveles de eufemismos aterradores frente a un hecho seguramente más generalizado que es la violación a los menores», sostiene la autora de «Demasiados héroes» o «Delirio».

En ese retrato de las oligarquías, considera que se genera una matriz de opinión que lleva «a convertir en invisibles a los que les rodean, incluyendo a las mujeres», porque aunque tengan trato con ellas, «no las están viendo o las ven solamente en la medida en que les satisfacen».

«Es un personaje, un tipo de narciso, muy hedonista que se ha vuelto una figura muy universal. La política no le interesa, no le interesan las cuestiones colectivas y está como absorto en el altar que ha erigido de sí mismo», explica.

Para hacer el retrato de ese colectivo de la clase alta y excluyente, Restrepo -que reconoce que nació en ese ambiente- comienza el bosquejo desde los colegios de la élite bogotana.

Desde la infancia dibuja a un grupo de amigos que van instalándose sin esfuerzos en una situación acomodada gracias a la posición de sus padres, hasta que uno de los miembros de esa «fraternidad» comete el crimen.

En ese momento, las lealtades comienzan a resquebrajarse y se desencadena la reacción de todo el grupo.

Del mismo modo, se generó una gran reacción en la sociedad colombiana cuando el crimen salió a la luz pública, lo que para Restrepo supuso «una cosa extraña» en un país con «una criminalidad muy alta» donde «se convive con la muerte de forma casi común».

«¿Qué pasa en una sociedad donde alguien que lo tiene todo como este muchacho: es un amo del universo, educación y éxito? Además, el asesino en la ficción es un tipo encantador, bien plantado y seduce a todas las mujeres», se pregunta la escritora.

Al adentrarse en la psique de un asesino a través de la mirada de sus amigos, aunque reconoce que lo hizo sin estudiar con total profundidad el caso para dejar hueco a la ficción, considera que «la niña es la víctima por excelencia, porque la niña es la pureza absoluta».

De ese modo, Restrepo se asoma «a ese abismo donde la ética no rige o, como decíamos antes, donde la única ética es la autosatisfacción. Ahí el resto de los seres humanos de verdad no valen».

Entonces ve al monstruo, una palabra que «sorprende desde el inicio», al saber que «la etimología señala que monstruo viene de mostrar».

«Es decir, el monstruo es lo que se ve, estamos acostumbrados en el habla cotidiana que el monstruo es la anormalidad, lo que es distinto de todo lo demás», observa.

Por ello, optó por centrarse «en lo invisible, los amigos que están alrededor, el que tiene a la novia y la cosifica: la tiene porque es linda y la tiene como para mostrarla pero en el fondo no la aprecia».

También cierra esa hermandad con otro de los amigos que «tiene a su mujer pero lleva una doble vida y el engaño se le convierte en una forma de proceder» y muestra «las relaciones con las mamás, enormemente pervertidas, teñidas de un desprecio por la mujer».

Con esa reconstrucción busca destapar «la olla podrida» de la violencia contra las mujeres de un modo que sólo es posible desde la ficción y no el periodismo.

«No hay ninguna intención de investigar como fueron los hechos en la realidad, inclusive exhaustivamente en este caso en particular, si no destapar mi propia cabeza, obligarme y obligar a ver», añade.

EFE

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