A través de esta columna quiero representar la voz de millones de colombianos de todos los estratos sociales, que hoy pedimos a gritos abrir la economía. Lo pedimos porque si no se abre YA la economía, además del riesgo de morir por COVID-19 nos vamos a enfrentar al hecho de morir por hambre, ya seamos emprendedores, empresarios o empleados.

Son muy pocas las empresas que frente a una situación de improductividad total, sumado a la falta de liquidez y un fenómeno de incertidumbre económica. Pueden mantenerse abiertas, pagando empleados, arriendos e impuestos.

Esta situación es tan alarmante, que mientras en el año 2019, en Bogotá 3.070 grandes empresas renovaron su inscripción a la Cámara de Comercio, en este año tan solo lo hicieron 1.026. La misma situación se refleja con empresas medianas, pequeñas y microempresas. En el año 2019, 252.559 microempresas renovaron su inscripción mientras que en este año, tan solo 145.784. De lo cual se concluye que el ecosistema emprendedor ha sido el más afectado.

Esto a su vez se refleja en la cifra de desempleo en Bogotá, que para mayo de este año se ubicó en 19,2%, de acuerdo a los datos publicados por el Observatorio de Desarrollo Económico de Bogotá, lo que se traduce en un aumento de 889.910 nuevos desempleados.

Con estas cifras se puede predecir un escenario de una profunda crisis social sin una solución a la vista, sumado a un falso dilema politiquero entre vidas y economía.

Este falso dilema ha hecho que se crea en la falsa percepción que si se habré la economía perderemos más vidas o viceversa, que si no se abre la economía se salvarán las vidas. Sin embargo hoy en Bogotá tenemos el peor de los mundos ni se están salvando las vidas ni mucho menos la economía.

Por lo tanto urge que los gobiernos distritales y el gobierno nacional avancen en establecer las pautas para la nueva normalidad, es decir se avance en encontrar la forma de abrir la economía, de forma ordenada, con protocolos claros y controles idóneos que permitan salvar la economía y salvar las vidas.

Para eso es necesario que las ciudades en lugar de insistir en cuarentenas estrictas, avancen en el desarrollo de los pilotos para abrir restaurantes, peluquerías, centros de estética, bares, entre otros; y a su vez definan los protocolos de cara a la nueva normalidad.

Es el momento de aceptar que nos tocó convivir con el virus y que el éxito consiste en adaptarse mejor a esa nueva realidad o al final no habremos salvado las vidas, ni la economía y nos enfrentaremos a una crisis social nunca antes vista en Colombia, sumándose a los problemas psicológicos y emocionales derivados de tantos meses de encierro, en especial de nuestros niños que se han tenido que someter a este encierro injusto.

Para cerrar, quiero dejar claro que estoy seguro que mi voz es la voz de millones de colombianos que no se han atrevido a decir una verdad de a puño por el temor a ser señalados y estigmatizados por la secta de lo políticamente correcto y también es la voz de millones de ciudadanos que no tienen Twitter ni se la pasan en redes porque están rebuscándose en las calles su sustento.

Como ñapa quiero agregar que ya que nos tocó convivir con el virus, es inaceptable que hoy Bogotá no cuente con un solo ventilador comprado por el Distrito, prueba que la improvisación en estos momentos se traduce en vidas perdidas…

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Redacción Minuto30

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