Decidimos reprocudir la entrevista a la madre de Lina Marulada, aparecida el la REVISTA CROMOS, la entrevista es la siguiente:

Ya tengo el teléfono de la mamá de Lina Marulanda. ¿Y qué? No voy a ser el primero ni el último en llamarla. ¿Y qué voy a decirle? Que tengo unas fotos inéditas de su hija. Que quiero publicarlas pero que con su muerte inesperada necesito que sea ella la que las escoja. Que hay que volver a verlas todas para que me ayude a encontrar las más sentimentales, las más íntimas donde ella reconozca a su eterna niña, aquellas donde más se vea a la Lina sensible y natural, la que todo lo decía con su mirada… todo menos su trágico secreto.

Si es cierto, como creo que lo sea, eso que dice Mario Benedetti de que “el dolor es una desértica provincia donde no cabe nadie más”, resulta imprudente e inoportuno querer hablar con ella de la vida de su hija, precisamente ocho días después de su absurda muerte. Pero también es cierto que el espíritu CROMOS considera oportuno y necesario conocer del triste adiós de Lina por las personas que más la querían y no por los rumores y las habladurías que rodean el cuerpo intocable de un suicida.

Se abre la puerta y embiste el presente de frente con Beatriz impecablemente tranquila, con los mismos ojos de Lina, y un abrazo que me apresuro a darle en señal de duelo por su hija. Luego un silencio corto que se hace eterno y, finalmente, las palabras.

Un cruce de coincidencias hizo posible este encuentro: la mía, de querer un adiós a Lina no con recortes de prensa sino con recuerdos muy cercanos; y la de ella, la madre, y su otra hija, Paulina, por desear hablar para darle paz y claridad a la memoria de Lina, agradecidas por tantas buenas palabras en la prensa pero al mismo tiempo molestas por otras tantas morbosas e infundadas. Otro punto a nuestro favor, según Paulina, era que Lina era muy CROMOS, seria cuando había que ser seria y divertida cuando había que ser divertida.

Pongo sobre la mesa las últimas fotografías de Lina, todavía sin publicar, realizadas a finales del año pasado en su apartamento en Bogotá aún sin amoblar, durante una sesión frente a la lente del fotógrafo Camilo George. La idea era retratarla en su dimensión más personal, en su nuevo espacio lejos de las cámaras, de las pasarelas y de los micrófonos de la radio que acababa de abandonar. Ellas miran detenidamente sus imágenes. Beatriz, su mamá, ya percibe un halo de tristeza en sus ojos. Como también hay indicios de su gran tristeza en las dos portadas de Lina publicadas en CROMOS, cuando afirma en el 2004: “Mis alegrías son muy esporádicas pues no tengo cerca a mi familia para celebrar un triunfo o para llorar”, o cuando confiesa en el 2007 que se “mamó” del paraíso de la televisión.

Al final de la cita, cuando la puerta maciza del apartamento 1806 se cierra, una imagen se impone sobre todas las otras, es como un imán, no puedo dejar de mirarla: una mesita junto al comedor. Una mesita con un rosario encima. Una mesita con un cofre de madera en su centro, custodiado por dos velones prendidos, y una fotografía de Lina. Son sus cenizas que me recuerdan el motivo de mi visita.

Acabo de despedirme de Beatriz, la mamá de Lina, y de su hermana, Paulina, acabo de salir de un espacio donde se respira mucha tristeza, acabo de hablar con ellas de un tema que les duele como una herida, acabo de acercarme de la mano de ellas al borde del abismo de lo inexplicable desde donde Lina se lanzó hace ocho días y rompió contra el mundo su delicada vida.

Estas dos mujeres están hechas del mismo material recio inmune a las lágrimas, del mismo calibre de las que silencian muy bien la procesión inexorable que va por dentro, del mismo temple de Lina, la guerrera que decidió no luchar más. Frente al dolor que las une, uní sus respuestas en una sola, dejando algunas marcas donde se siente el tono maternal o el de su hermana. Paz en su tumba.

A pesar de que crecen, uno sigue viendo a los hijos como niños.

Claro, ella era mi niña.

Esta entrevista coincide con una fecha muy importante, el Día de la Madre.

Y cuadra con su cumpleaños.

¿Cuándo era su cumpleaños?

El 15 de mayo cumplía 30 años.

¿Qué color le gustaba?

El blanco y el negro, como a mí.

¿Qué tan parecida era Lina a usted, señora?

En lo físico nos parecíamos mucho, pero en la parte de la alegría sí me ganaba.

¿En qué otros gustos se identificaban?

En las comidas, en los postres, en las pastas, en salir a parrandear, en bailar, que para mí era la fascinación y para ella lo mismo. Ella bailaba delicioso, movía todo ese cuerpo como una palmerita.

¿En el genio?

No, yo nunca he sido malgeniada, ella a veces se sulfuraba cuando no le gustaba algo, era muy francota.

Beatriz, las madres sienten a sus hijos desde antes de nacer y cuando se van esa relación no desaparece. ¿Qué sensación tiene de Lina en este momento?

En la misa que hicimos en El Poblado en la iglesia del padre Marianito y cuando el padre cantó, yo sentí la presencia de Lina en una sensación muy bonita.

¿Cómo fue la semana anterior a su muerte?

Estuvimos en Medellín y la pasamos delicioso, fuimos a la finca y la llevé donde varios padres a que le dieran la bendición.

¿Lo hacía para tranquilizarla o ella quería?

Era de parte y parte. Ella era feliz yendo donde ellos, creo que el último era dominico. Eran tres y todos la llenaron de bendiciones y le pusieron una camándula.

¿Qué sueño le faltó por cumplir a Lina?

Tener un hijo, era su obsesión. Abrir su nuevo negocio, La MisceLina, y publicar el libro que escribió sobre su vida y que después saldrá porque está ahí. También quería abrir un instituto para ayudar a la gente.

¿Específicamente a quién?

A las personas con problemas de depresión. Ya tenía pensada una línea amiga 24 horas. Hasta el último día la llamaban para que ella ayudara a los que estaban deprimidos. Ella era el paño de lágrimas. Y vieras cómo hablaba de hermoso.

Vamos a la última noche, ¿cómo la vio?

Superbien, alegre, sentada en el sofá, feliz con sus proyectos, feliz porque había hablado con Carlos, su marido. Yo nunca me lo imaginé, por eso a veces me pregunto por qué no abrí la puerta o hice algo pero la verdad es que no se me pasó por la cabeza.

¿Qué tan sola era Lina?

No tuvo apoyo de nadie. Ahora todos se quieren dar el título o la fama, como lo quieran llamar, sabiendo que ella no tenía amigos. El único amigo que ella tuvo fue Iván Lalinde. Amigo eterno de toda la vida, fue el único que yo conocí que estuvo ahí, porque peleaban y se arreglaban, eso era una amistad. Pero de resto no tenía amigos, era la persona más sola del mundo.

¿Paulina, usted cree que si hubiera tenido amigos habría tenido más salidas?

¡Claro!, cuando uno tiene apoyo tiene más salidas.

¿En el fondo su escape del mundo fue porque se sintió muy sola?

Por eso nosotros estuvimos un mes con ella en Bogotá… pero ella ya sabía que era por un tiempo y que después nos íbamos a ir. Por eso Lina me decía “Paulina, tráigame a su hija”, y yo le contestaba que no podía porque estaba montando la empresa con mi hermano mayor, Juan David, y si me iba se caía todo.

¿Qué edad tiene su hija?

Hanna tiene dos años.

¿Y la ponía feliz?

Ella decía que era la hija de ella, no la mía. Me llamaba y me decía que se la pasara, que le mandara fotos. Era una enfermedad, ella veía a la niña y se enloquecía.

En el fondo ella sentía que ustedes estaban pero sólo por un ratico.

(Beatriz) Ella me decía “mami, por favor, no te vayas” y le decía que no se preocupara, que yo me iba a quedar hasta que estuviera bien. ¡Es que qué no hacíamos por ella, Dios mío! Yo misma le cocinaba, le hacía todo lo que le gustaba.

¿Y Lina qué les decía?

(Paulina) “Yo tengo el alma muerta y cuando uno está muerto en vida no hay salida”. Eso era lo que repetía una y otra vez. Mi hermana me decía que todo el mundo pensaba que estaba enferma, que tenía algo, pero que nadie sabía que lo que ella tenía no tenía cura, que era la enfermedad más grave que hay. Cada vez que leía la Biblia se calmaba, decía “yo tengo a Dios”, se mantenía con la Virgen Milagrosa en la mano.

¿Era devota de la Virgen?

Sí, devota de la Virgen Milagrosa y de Dios toda la vida. Ella abría una página y eso era como si le hablara Dios a ella, era algo muy hermoso.

¿Leía la Biblia?

Sí, todos los días del último mes estando acá la leyó.

¿Y qué decía el psiquiatra o el especialista?

No era psiquiatra sino psicoanalista. Él decía que era difícil, pero que ella podía salir porque era una mujer muy fuerte. Le mandó una pastilla para que se relajara pero le hizo el efecto contrario. Ella le decía al doctor: “para qué me manda eso si yo puedo sola”. Se tomó una sola, y dijo no más y ahí se quedó el frasquito enterito. Y cada día iba mejorando y mejorando. Cuando pasara todo esto planeaba montar el negocio de la miscelánea que ella quería. Ya tenía todo en la casa.

¿Una miscelánea?

Sí, ella le puso “MisceLina: con todo para las mujeres”.

Si lo tenía todo listo, entonces, ¿estaba recobrando el ánimo?

Sí, y ella empezó a trabajar con Juan Manuel Santos, además la querían como imagen para una campaña de planchas para el pelo, ya tenía un contrato por el que le iban a pagar 30 millones de pesos.

Si estaba así, ¿qué pasó, qué faltó?

Yo no sé, no puedo entender.

¿Lo impredecible viene ahí?

Sí, algo fue su detonante. Cuando de pronto estaba bien algo pasaba y ella se arrodillaba y decía “Diosito, por qué me pasan estas cosas” y lloraba.

¿Qué la mortificó más? ¿Qué fue lo que más la desgastó?

Ella tenía muchos problemas, y a mí me duele que la gente diga que estaba enferma. Su flacura, su deterioro se debía a sus penas, penas del alma que no tienen cura y de alguna forma se tienen que exteriorizar. Fue la acumulación de mucho sufrimiento. Tuvo problemas fuertes con los socios.

¿Eso es cierto?

Sí, es cierto, ella venía en un pleito con sus socios, porque cuando ya se dice “vamos a cerrar la sociedad” llegan los problemas. Pero especialmente desde enero fue que empezó con una gran tristeza. Sí, ella le metió el alma. Es como cuando tú tienes una ilusión y le metes toda la fuerza y consigues todo y de pronto todo se desbarata. Y si a eso le sumas infinidad de problemas, no aguanta. Por eso no la juzgo, es más, yo le digo que la perdono y que la entiendo más que nadie en el mundo. Y que sé que la invadió la tristeza y el dolor.

¿Eso afectó su matrimonio?

Todo el trabajo y los ahorros de su vida quedaron en nada y eso es doloroso. Trabajar desde los 12 años, meterle todo el empeño para nada, se amanecía porque decía que tenía que hacer las cosas bien. Eso de pronto le fue afectando su relación con Carlos Oñate, su esposo. Sin embargo, el día anterior, conversaron por la noche y dijeron que iban a volver, que sólo se iban a dar un tiempo de unos 15 días.

¿Cómo está él?

A él le ha dado muy duro. Hablo mucho con él y le digo que no tiene que sentirse culpable, porque hay cosas en la vida que uno no puede detener y eso era lo que ella quería. Darle fin a muchas cosas a las que no les encontró solución. Fue la acumulación de muchos problemas, entre ellos el robo que le hizo una empleada y su mano derecha durante 15 años, que se le llevó todo. Eso le dio muy duro, la desilusionó mucho.

¿Estaban ustedes con ella el día de su muerte?

Sí, claro. El día anterior hablamos con ella hasta las tres de la mañana, yo la vi feliz, estaba hermosa, había hablado con su esposo, se abrazaron y se besaron porque se iban a dar una oportunidad.

¿Hasta las tres se quedaron hablando?

Nosotras hablando y ella escribiendo. A mí me fascinaba leer lo que escribía porque tenía mucha facilidad. Mi papá se quedó hasta la una.

¿Qué más recuerda de ese momento?

Ella se levantó a las seis de la mañana y me dijo: “mamita, hazme el desayuno” y le hice waffles y salchichas, hasta me pidió torta de chocolate –que le fascinaba– para que le levantara más el ánimo. Luego me comentó: “Hoy tengo un desfile y como no he dormido bien me voy a acostar un rato. No me vayas a hacer bulla”. A las 9:30 llegó Carolina, su asistente, le tocamos la puerta porque Carolina necesitaba hablar con ella y me respondió: “mami, déjenme que estoy dormida”. Después, a las once de la mañana, oímos un ruido horrible. Carolina dijo: “Lina se tiró” y mi esposo y yo salimos a mirar y la vimos. Yo no lo podía creer.

¿Cómo pudo pasar, si la última vez que la vieron estaba feliz?

Ella quería hacerles creer a mis papás que ya estaba bien, pero en algún momento iba a pasar porque ya lo tenía arreglado y eso es algo que hay que respetar. Pero hoy en día todo el mundo juzga, y todas las personas se creen Dios, sabiendo que nadie es quién para juzgar a nadie.

¿Ella era esclava de su belleza?

El medio lleva a las mujeres a que se destruyan físicamente. Mi hermana era una persona “trozuda” y como yo era flaquita siempre me decía que quería ser como yo. Todo el tiempo se atormentaba por el peso. Ella comía pero era obsesionada con el gimnasio. Terminaron dañando su autoestima. Ella decía que mi autoestima era del 200% y que ella no tenía. Me llamaba muchas veces llorando diciendo “estoy gorda”. Ya a lo último no quería salir de la casa por miedo a que se burlaran.

¿Por qué al final estaba tan delgada?

Por las tristezas.

¿El especialista qué decía que se podía hacer? ¿Había alguna solución por otro lado?

La única solución era alejarse. Ella lo hizo, se salió de Caracol y empezó a alejarse de todo para que no la hirieran. Pero cuando eres famoso es muy difícil porque siempre te van a buscar.

Ella siguió desfilando.

Ese día tenía un desfile a las tres de la tarde. La solución era irse lejos, con su esposo, tener su familia, porque quería tener un hijo. Ella sabía que uno va envejeciendo y que hay niñas más jóvenes.

¿Qué faltó para ese retiro?

Por los procesos jurídicos con lo de sus socios no podía salir del país. Pero necesitaba irse, y me dijo que quería irse lejos, a la India, de retiro, encontrarse con ella otra vez. Quería irse.

Y terminó yéndose…

Sí, pero yo tengo una conexión con mi hermana que nadie tiene y sé que está bien. Ella me decía “no hay mayor milagro en la vida que el nacimiento, pero no hay mayor alegría que la muerte, pero nunca lo vas a entender porque es algo del espíritu”.

¿Cuándo le dijo eso?

En estos días, me dice que ella está bien y que si la lloran tanto no puede descansar. Desde ese día no he llorado ni una lágrima y desde ese día siento una paz a pesar de la tristeza. Ese día me pidió que le dijera a su esposo que ella lo amaba y yo lo llamé a él y le dije que no la llorara tanto, que la dejara descansar, que ella estaba bien. Hablo mucho con él y le digo que sea fuerte. Le dejé a Pascual, un bulldog francés, que era el perro de Lina, su amor y su bebé.

Siempre han dicho que el dolor enseña…

Dicen que en el dolor, Dios está con uno. Tan es así que al otro día de su muerte, a las 5:30 de la mañana, yo oí a alguien llorando en el apartamento, fui a revisar a mi mamá y todos estaban dormidos, así que prendí unas velas y empecé a rezar, le dije a mi hermana que descansara, que no se sintiera mal, que sabía que quería hablar conmigo, que buscáramos la forma. En ese momento cogí la Biblia que ella tenía, la abrí y fue impresionante. Fue lo que mi papá leyó en la iglesia. Yo lo leía y no podía, llamé a mi esposo y le dije que no podía creer lo que estaba leyendo.

¿Qué decía?

Entre líneas decía: “Quéjase Job de la injusticia de sus amigos, en condenarles sin pruebas y pone al Señor como testigo de su inocencia, y de que no son sus pecados la causa de sus crueles dolores”. Respondió Job y dijo: “Al presente me ha oprimido el dolor y están aniquilados todos mis miembros, las arrugas de mi piel dan testimonio contra mí, y lo que es más cruel, cierto hombre se vuelve contra mí y contradiciéndome cara a cara con falsos y calumniosos discursos, reúne todo su furor contra mí y amenazándome rechina sus dientes… Yo llevo cosido y pegado a mi piel el silicio y he cubierto de cenizas mi cabeza”. Ella quiere que su muerte sea una lección para muchas personas.

¿Abrió la Biblia al azar y salió esto?

Sí, capítulo 16 de Job. Antiguo Testamento: “De tanto llorar está entumecido mi rostro y se han cubierto de tinieblas las pupilas de mis ojos”. Y dice en otro aparte: “Mis amigos son unos habladores y calumniadores y es a Dios a quien recurren desechos de lágrimas mis ojos…”. “Mi espíritu se va extenuando, acortándose mis días y sólo me resta el sepulcro. Yo no he delinquido y con todo, mis ojos no ven sino amarguras”. “Aun cuando yo sufra, con paciencia, el sepulcro será ahora mi casa, y tengo ya preparado mi hogar en las tinieblas”. “He dicho a la podredumbre, tú eres mi padre, y a los gusanos vosotros sois mi madre y mis hermanos. Según esto ¿qué esperanza es la que queda? Todas mis cosas tendrán fin y descenderán a lo más hondo del sepulcro. ¿Crees tú que al menos allí tendré yo reposo?”. Porque aun después de muerta siguen atormentándola.

De lo que ha salido publicado en los medios ¿qué no es cierto?

Que tenía 30 años es mentira, que estaba peleada con mis papás es mentira, que estaba con el psicólogo es mentira, que tenía una enfermedad es mentira. Todo es mentira. Lo único cierto es que estaba triste. Si se hubieran tomado la molestia de venir a preguntar y no poner las cosas por ponerlas. Ni siquiera después de muerta respetan. Que tengan cuidado con lo que dicen y a la gente en Facebook que se cuide de decir cosas contra Oñate porque si hay alguien que está sufriendo es él.

¿Qué faltó decir de Lina?

Todo, si querían hablar de ella como persona, aparte de lo físico, porque no hay duda de que era una de las mujeres más espectaculares de Colombia, para mí mi hermana era perfecta. Y ella se fue acabando mucho, si uno ve su proceso uno ve que se estaba acabando y por culpa de la misma gente. De su parte personal, ella era la mujer más generosa porque con el dinero era superdesprendida. Más se demoraba en entrarle que ella en darlo, por decirlo de alguna forma. Sobre todo con nosotros.

¿Siempre fue un gran apoyo para la familia?

Desde chiquita nos sostenía, nos daba todo.

¿Desde qué edad?

Desde los 12 años trabajaba y siempre me decía “yo trabajo por mis papás”. Porque cuando a mi papá lo secuestraron nosotros quedamos muy mal, así que ella decidió asumir el papel de mamá. El amor con mi papá era impresionante. Él solía mandarle una tarjeta cada ocho días porque sabía que ella se ponía eufórica. Una vez le mandó una que decía: “Te amo putamente”.

¿Su infancia fue cortica?

Sí, ella no tuvo infancia. A ella le dolió mucho la enfermedad que tiene mi papá y todavía más se esforzaba y decía “yo necesito darle el tratamiento a mi papá”. Tratamientos muy caros porque se trata de una artritis reumática, y todas las drogas son de millones. Las necesidades de la casa la mortificaban mucho.

¿Cree que ella va a tener reposo?

Yo al principio pensaba que no, en el entierro me desmayé, fue horrible, pero ya cuando estuve acá en Medellín sentí una cosa muy distinta a lo que sentí en Bogotá. Cuando estuvimos acá y en la iglesia, sentí una paz intensa, volvimos a la casa y traté de hablar otra vez con ella y ya la sentí muy distinta. Ella quería dejar una lección de vida y ya depende de cada uno tomarla o no.

¿Cuál es la enseñanza de esta tragedia?

Yo a mi hija Hanna, que la veo tan vanidosa como la tía Lina, si llega y me dice que quiere ser modelo o actriz, le digo que ¡jamás en la vida!, que sobre mi cadáver. Que hay que estar con el ojo abierto. Que le pongan mucho cuidado a lo que muestran los medios de drogadicción y anorexia, que si sufren de depresiones que acudan donde un especialista sin pena del qué dirán.

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Redacción Minuto30

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