Qué podremos decir de una ciudad que está sumida en el dolor de las madres, de los pocos padres que dejó la década de los ochenta y noventa, de los hermanos que lloran a su familia, de las familias que no son el sueño Epifánico de una Antioquia grande, libre y pujante; ahora familias destruidas por las malditas balas, por la maldita droga, por esa cultura narcotraficante
