Cuando se habla de deporte, aparece necesariamente la palabra competencia. Pero ¿qué es la competencia? Hablar de este término es imaginar disputas y pensar en las ganas que alguien tiene de ser el mejor en determinados aspectos de la vida. Realmente competir invita a esto: a prepararse para ser mejor en algo, a crecer. En este sentido, contribuye a la formación personal de quien está involucrado en ella.

Con aquellos rivales demasiado fuertes, nunca es agradable competir, pero estos enseñan a ponerse a la altura para poder competir con ellos, respondió alguna vez un entrenador. Es importante precisar que la competencia permite evidenciar las propias debilidades, así como las fortalezas, no solo deportivas, sino personales. Los jugadores no son lo que los aficionados creen, porque ellos lo crean, son lo que son porque ellos se lo creen.

A través del fútbol es posible entender que hay cosas que se pueden obtener y otras que conviene evitar. Ahí radica su razón: en el bien que puede obtenerse y en el mal que puede evitarse, como diría Epicuro. En la competencia se llega a agradecer a la bienaventurada naturaleza la enseñanza, a través del juego, de que las cosas necesarias resultan fáciles de procurar y que las cosas difíciles de alcanzar no resultan indispensables. No significa esto renunciar a los sueños ni al disfrute, sino hacer uso de buen juicio.

Habría que tomar en cuenta que para entender el fútbol, hay que considerar el corazón y la mente de sus protagonistas, no solo por lo que han conseguido, sino más bien por aquello a lo que aspiran. El fútbol exige desarrollar la capacidad de sobrevivir en el tiempo, frente al cambio, y supone siempre recomponer y actualizar las expectativas.

A los grandes en el futbol los hinchas aprendieron a amarles y los adversarios a temerles, sin matices. Estos sentimientos, eventualmente, les permiten a los jugadores volverse más fuertes, ser declarados invencibles por el pensamiento colectivo. Sin embargo siempre ha habido jugadores tímidos que sintieron la necesidad de acompañarse durante la noche de mujeres astutas y rápidas, que les regalaron una seguridad renovada; en tales circunstancias elevaron una oración por los bendecidos. Pero hubo otros, que como dice Julio Sosa, sólo se modelaron en barro y en miseria. ¿Cómo hacer entender que los grandes en este escenario llamado fútbol dependen enormemente de los cantos de su tribuna? ¿Cómo hacer entender que sus oídos están llenos del clamor de su ego?

La competencia permite entonces evidenciar la condición humana y por ende sirve de metáfora de las construcciones que, en la cotidianidad, hacemos como sociedad. Definitivamente: quien no sabe vivir, no sabe jugar. Quien no sabe jugar, no puede competir.

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Redacción Minuto30

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