Termina el segundo año de gobierno de Daniel Quintero en Medellín y acercarse a la mitad del mandato es una buena oportunidad para evaluar el proceso, Daniel se eligió con una mayoría sin precedentes y sin el apoyo de las estructuras políticas y económicas que históricamente habían manejado el gobierno de la ciudad y que habían constituido una puerta giratoria entre sus empresas y las entidades del gobierno local, el primer logro político de relevancia que significó una transformación radical de la política en el departamento, no serían los mismos conglomerados políticos y económicos los que gobernarían la ciudad.

Esa realidad configuró, desde el día cero del gobierno un proceso de resistencia. A escasos 20 días de gobierno ya estaban los empresarios solicitándole al alcalde que “retomara” el control de la ciudad por una protesta en el poblado, que no paso de un par de muros rayados y que le costó el remoquete odioso que la oposición le puso al alcalde por preferir la no violencia a la reacción brabucona que esperaban.

El gobierno enfrentó una situación que resultaba difícil de pronosticar para cualquiera, una amenaza a la vida de nivel global, proceso en el que el gobierno local anticipó la reacción a la mayoría de los gobiernos y se sirvió de la tecnología para garantizar el cuidado de la población, suplicó la capacidad hospitalaria para la atención, cuando los dueños del negocio de la salud insistían en no instalar capacidad de atención pues esto suponía desbalancear su negocio; toda la infraestructura de la administración se volcó al cuidado y en una estrategia de gerencia territorial cada funcionario de la administración estuvo dedicado a cuidar a los ciudadanos en los tiempos difíciles que trajeron el cierre de toda la economía.

El segundo año de la pandemia se inició un proceso maratónico de vacunación y la cruzada por recuperar un tejido económico, caracterizado estructuralmente por la desigualdad, en el que la desaceleración económica golpeo mucho más duro a las personas con menos recursos económicos. Este alcalde a capoteado con una tremenda capacidad de gerencia de lo imprevisto, esta desigualdad generó también una importante ola de protestas en la que la ciudad, pese a las dificultades, pudo garantizar la vida de los protestantes.

Con cierres, con pandemia, con protestas, con desastres naturales y con una oposición de una mordacidad sin precedentes, ha estado primero la vida. Con una tasa de homicidios históricamente baja y con un proceso administrativo enfocado en garantizar la vida digna basado en los principios de la no violencia.

Todo esto ha pasado en medio de una tormenta política sin tregua, el día cero del gobierno inició una estrategia de desestabilización institucional que buscaba que lo prometido en campaña – sobre todo que los responsables de Hidroituango pagaran – no ocurriera. Daniel y su equipo, en octubre de 2019 ganó el gobierno, pero el poder real en Medellín seguía – y sigue- en manos de los mismos, todo ese poder, toda esa capacidad instalada se puso al servicio de incapacitar el gobierno.

Conviene también autocríticamente reconocer que en algunos aspectos el gobierno pudo ser mejor, que algunos resultados no son los esperados, pero en suma, son mas las cosas buenas y queda evidenciada la capacidad de gobierno del Alcalde para atender crisis globales, problemas estructurales y sectores políticos dispuestos a todo, tremenda la capacidad del alcalde para gobernar en resistencia, el tiempo y los dos años que restan nos permitirán evaluar con mayor juicio los resultados.

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Redacción Minuto30

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