Entre los términos comunes para identificar las diferencias específicas de los seres humanos respecto del resto del universo conocido, están los de persona, libertad, voluntad, inteligencia, afectividad, ser con, efusión, don e intimidad, entre otros. Son apelativos que señalan mayor intensidad en la unidad, belleza, bien y verdad, porque son las de un ser que podría y debería, enriquecer aún más al universo con las potencialidades propiamente humanas, como la solidaridad y el amor.

Para lograrlo es necesario el aprendizaje cotidiano y el continuo desarrollo, de saberes humanísticos como la Antropología Filosófica, la Ética y la Biofamilia.

La riqueza de cada ser humano supera la del conjunto de energía que es el universo, con todas sus manifestaciones cambiantes; por ejemplo, sus neutrones, que según se publicó el 13 de octubre de 2021, duran 877.75 segundos https://journals.aps.org/prl/abstract/10.1103/PhysRevLett.127.162501

Las variadísimas formas del ser que es el universo de la energía, existen por un tiempo y luego desaparecen y surgen otras manifestaciones, sean seres vivos o inertes; son de algún modo, expresiones que varían en cumplimiento de las leyes de la física y la química, independientes de la existencia de los seres humanos, bastante recientes en la historia de los seres causados.

El ser que es la energía que constituye el universo no da, por sí mismo, razón de su propia existencia porque, al ser limitado, le fue participado ser por quien es evidentemente el Ser al que nadie le participó ser. La única otra alternativa que pretendiera explicar los seres limitados sería una secuencia infinita de seres, pero esto adjudicaría a lo limitado propiedades que no tiene.

De la fragilidad de sus manifestaciones, tan cambiantes, es deducible que el universo, al ser limitado, no solo es causado, sino mantenido en el ser, puesto que ninguno de sus componentes da razón, ni solo ni unido con otros, de la continuidad de este.

Su unidad y belleza son verdaderas y buenas, pero somos los únicos seres visibles que se dan cuenta de esto, y que miden el movimiento capaz de identificar lo que duran sus diversas formas, como el neutrón o nuestro cuerpo biológico.

Somos capaces de intimidad, tenemos un tiempo interior, hay un universo que no es de energía, en lo más perfecto de nuestro ser y que está sujeto a las leyes morales que se sintetizan en el imperativo “Haz todo el bien que puedas”.

Viviendo en coherencia con esto, el ser humano se abre a realidades diferentes y más perfectas, de otra intensidad de ser.

De esto es deducible que no todo en el ser humano es energía y que esta es ocasión de perfeccionar lo no constituido por energía, para lo que el cuerpo sería un “préstamo del universo” y tendría un plus de valor respecto del resto de la energía: ser ocasión de un aumento de la perfección libremente lograda, de un ser espiritual y, por lo tanto, superior al universo: la dignidad de un cuerpo humano es derivada de la del espíritu que constituye una unidad con este.

Solo es digna la acción que perfecciona espiritualmente a un ser humano, así lo aproxima lo más posible a la consecución de su razón de ser. No basta el deseo para lograr esa perfección, hace falta que, con lo que se desea y se hace, se cuide  el propio ser y se avance en hacer realidad el motivo para el que fue causado.

Decía Cornelio Fabro, en su prólogo al libro Metafísica del bien y del mal, de Carlos Cardona Pescador: “Los modos y las formas del pensamiento reflejan los modos y las formas del ser que se hace presente al yo como espíritu.”

Es el perfeccionamiento del espíritu humano, la mayor tarea que nos podemos proponer con ocasión de todo lo que percibimos que sucede. Tan ambicioso empeño reclama el mejor cuidado de cada ser humano entero, porque el ser en que consiste cada uno, se hace mejor solo acompañado de otros seres, que también así alcanzan esta meta, la del pleno desarrollo humano.

El universo es y mi cuerpo es parte de este, pero mi espíritu es un ser de mayor intensidad de ser y más perfección, que el ser que es el universo de energía: ¿En qué consisto? En un espíritu creado directamente unido en su inicio, a un cuerpo que es parte de un universo que a su vez fue creado, según hipótesis recientes, hace aproximadamente 14.600.000.000 de años.

De esto se infiere que consisto en un ser distinto y más perfecto que el universo de energía, que vivo creciendo temporalmente con otros seres personales, como una realidad corporeoespiritual, en el amor que, al morir, seguiré recibiendo y dando, y esa es la calidad de vida de todo ser humano desde su concepción, al que su constitución lo lleva a morir con la esperanza de una vuelta a la unidad con su cuerpo, pero en condiciones que no limiten la plenitud de perfección, infinita y superior, de su espíritu, que por sus manifestaciones se concluye que es simple.

La esperanza basada en el conocimiento profundo de sí mismo y del univeso, lleva a cuidar del mejor modo, en cada instante, las dos perfecciones constituyentes del único ser en que consiste cada miembro de la familia humana, durante su ciclo vital completo.

Pero no basta la esperanza, hay que aprender a conocerse y desarrollarse plenamente como realidad corporeoespiritual, y de esto trata la cultura en cuanto cultivo de lo perfeccionante de cada ser humano, en lo que es posible según su propia dotación natural, siempre con la conciencia de que se es, igual que todo otro de nuestra especie, una realidad que pone por obra su razón de ser, en el cuidado respetuoso de su cuerpo y su espíritu, nunca a costa de hacerse daño o hacérselo a otros, ni a su integridad, vida, salud o desarrollo pleno.

Para ser mejor persona hay que respetar plenamente el cuerpo, sin el que es imposible lograrlo. Como hay evidencia de lo buena o mala que se hace una persona según obre con su cuerpo, la alternativa es procurar hacer solamente y siempre, al mayor bien a sí mismo y a cada otro de nuestra especie y, en función de esto, cuidar la “casa común” que en el espíritu es la donación de sí a otros seres que son personas, por amor, y en la energía es el ser que denominamos universo.

El espíritu humano continúa y la sabiduría consiste en alcanzar libremente su máximo desarrollo existencial, durante la etapa temporal de la brevísima fase biológica de unidad de nuestro ser corporeoespiritual, que es determinante en el modo como decidimos en qué nivel del desarrollo humano nos vamos a quedar, espiritualmente, para siempre.

La paz es la tranquilidad que da la plenitud de la vida espiritual, lograda sabiendo asumir plenamente todas las dificultades, los retos y sufrimientos que conlleva cuidarse y cuidar, amorosamente, a otros. El amor -para que lo sea requiere  jerarquizar responsablemente los bienes elegibles-, hace posible el desarrollo de todas las virtudes humanas y demás capacidades que nos plenifican.

La violencia consiste en afectar negativamente la unidad corporeoespiritual en que consiste cualquier ser humano y su ruta de pleno desarrollo que solo es posible en el respeto incondicional, evidenciado en el cuidado óptimo del cuerpo y del espíritu de sí mismo y de quienes reciben la propia influencia, y jamás destruyendo el cuerpo, que es necesario para que cada ser humano en este mundo haga realidad su razón de ser, que es el para qué propuesto por quien le creó: ningún ser humano es capaz de crear espíritus humanos y nadie se causó a sí mismo.

¿En qué consisto? Debo hacer el esfuerzo para hallar la mejor respuesta posible, según mi dotación natural, coherencia de vida y el aporte recogido en la cultura humana a la que tenga alcance. Pero la respuesta completa no me la invento -sería demasiado pobre al ser un producto mío, siempre insuficiente para explicar mi razón de ser-; la posee quien, por ser él mismo el Ser, participa ser a quienes causa.

La Ética estudia cómo lograr, de modo responsablemente libre, el pleno desarrollo de sí mismo y de los demás, por eso todo “gol a la Ética” es un destructivo -antidesarrollo humano- autogol contra sí mismo, un empobrecimiento voluntario que afecta negativamente a otros en el bien del que los privamos porque con nuestros errores éticos disminuimos nuestro desarrollo. Esto también puede ser nocivo para la naturaleza en nuestro cuerpo y en el entorno.

En cambio, procurar la vida ética contribuye al pleno desarrollo humano, se nota en que nos hace más felices, es un efecto propio del ser en que consistimos, en función del que debemos direccionarnos hacia una mejor cultura.

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Redacción Minuto30

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