Los niños de la sociedad actual viven una “infancia desnaturalizada”. Hace pocos años ocurrió un sorprendente caso en la capital colombiana. Daniel Guzmán, un menor de 15 años con un atípico comportamiento, conmocionó al país. Este chico viajó sin dinero ni documentos a Santiago de Chile (vía aérea desde Bogotá), “obligado” por las circunstancias. Al parecer abrumado por su entorno y estilo de vida, como el encierro en su casa ‘socializando’ virtualmente solo por redes tecnológicas, la diversión a través de videojuegos y la TV, salió un buen día sin rumbo fijo terminando en el aeropuerto internacional Eldorado de Bogotá.

Fue extraño y sorprendente lo ocurrido, que un menor aborde sin más un vuelo internacional y llegue campante a un destino lejano y desconocido para él. Las entidades de control en el terminal aéreo y la aerolínea tuvieron una buena cuota de responsabilidad al facilitar y casi provocar esa aventura al no garantizar controles seguros. Pero esta historia deja una moraleja y nos obliga a evaluar las motivaciones del menor, que tal vez sean las mismas de millones de niños en el mundo.

El padre de Daniel por aquellos días afirmó que la única diversión de su hijo era la televisión y el Facebook, por lo cual mantenía mucho tiempo encerrado en su casa. Allí está el meollo del asunto. Los que tuvimos el privilegio de ser niños libres, teníamos aventuras todos los días en la naturaleza sin que nadie nos controlara. Terminábamos los días exhaustos, untados de tierra y con olor a monte. Éramos felices. En los últimos 25 años, han ocurrido grandes cambios en el estilo de vida. Son comunes los casos de obesidad infantil, déficit de atención, depresión y estrés en niños. Se invierte la mayor parte del tiempo en el uso de la televisión, los videojuegos, las computadoras y los teléfonos celulares. El sedentarismo y la inactividad física en niños y jóvenes se ha incrementado de forma alarmante.

Se está gestando una generación de infantes insensibles ante lo que les ofrece la naturaleza y la vida en familia. Es entendible que Daniel haya reaccionado de esa manera al buscar una aventura para liberarse de la opresión cibernética. Los niños pasan entre 30 y 60 horas a la semana usando teléfonos celulares, computadoras y otros juegos electrónicos. Esta situación representa una amenaza para la salud infantil. Las nuevas generaciones se privan de cosas sencillas. Eso puede traer consecuencias para su salud física y mental. Ver cómo se ordeña una vaca, darle de comer con la mano a una oveja o tocar su lana, levantar un nido y trepar un árbol son cosas que la mayoría de adultos vivimos gratamente en la niñez.

Los niños de hoy no tienen tantas posibilidades de jugar al aire libre y de gozar de la naturaleza, por el ritmo desenfrenado de la sociedad moderna o porque la tecnología ocupa su tiempo. El diario británico The Guardian publicó una encuesta realizada con 2.000 niños de 8 a 12 años. El 64% de ellos sólo había salido a jugar a la calle una vez a la semana, el 28% había dado un paseo por el campo en el último año y la mayoría no habían subido nunca a un árbol. En el 2002, los niños ingleses de ocho años podían identificar más fácilmente a los personajes de Pokemon que a un escarabajo, una nutria o un álamo.

A lo mejor Daniel jamás tuvo la oportunidad de trepar a un árbol. El mundo virtual en el que ha vivido con la mayoría de sus “amigos”, lo llevó a hacer algo estrambótico, subirse a un avión sin más. Muy lejos de él quedaron los últimos niños que fueron felices en los árboles, distantes de los alienados por un computador, un video juego o un teléfono celular. El mayor indicador del nivel de actividad física del niño es el contacto en el campo abierto que supera a otras posibilidades, como pertenecer a equipos deportivos. Y esto si que es fundamental, casi necesario en estos tiempos más tecnológicos y poco humanizados.

La educación basada en el medio ambiente mejora notablemente el rendimiento escolar, estimula la creatividad y proporciona mayor habilidad en la resolución de conflictos, pensamiento crítico y toma de decisiones. La relación con la naturaleza promueve habilidades cruciales para el éxito en la vida, como asumir riesgos, tolerancia a la adversidad, conciencia ambiental, capacidad para trabajar en equipo y liderazgo. Pero por sobre todo, hace niños más felices.

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Redacción Minuto30

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