Vacuna, vacunación
Foto: Archivo
Vacuna, vacunación

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El sarampión es una enfermedad grave causada por un virus, pero perfectamente prevenible con vacunas. Sin embargo, a finales del pasado febrero la Organización Mundial de Salud (OMS) hizo pública su preocupación por el aumento de casos.

Es fundamental un diagnóstico precoz para iniciar el aislamiento del enfermo y prevenir así la transmisión. Sin embargo, los médicos más jóvenes apenas conocen la enfermedad ya que hoy no es normal verlo en las consultas.

“Por un lado, los pediatras dejamos de reconocer el sarampión, pues debería encontrarse en una fase de erradicación”, subraya Piñeiro, que es secretario de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica. “Pero por otro, una pequeña parte de la población le pierde el miedo a la enfermedad y, ante la baja prevalencia, considera que es una buena opción no vacunar a sus hijos”.

“Los padres que deciden no vacunar a sus hijos obviamente les quieren, pero manejan información equivocada”, valora por su parte José María Bayas. “Han sido embaucados por personas poco escrupulosas. No vacunar a un niño de sarampión mientras esta enfermedad exista es un engaño; antes o después se acabará encontrando con el virus”.

Dentro del colectivo de padres que no vacunan a sus hijos hay quienes incluso organizan las conocidas como ‘measles party’ (en español, fiestas del sarampión). Cuando uno de los hijos adquiere la enfermedad, invitan al resto de no vacunados de la comunidad a una especie de celebración de cumpleaños, para que pasen todos juntos el proceso vírico.

Para evitar un resurgimiento de esta enfermedad se deben reforzar los sistemas de inmunización, pero también luchar contra los movimientos antivacunas. “Internet es una herramienta maravillosa, pero también puede hacer muchísimo daño. Muchas personas no son capaces de discriminar entre información seria y rigurosa y la que no lo es”, subraya Bayas.

Así, aunque el bulo publicado hace 20 años sobre un posible vínculo entre la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) y el autismo ha sido extensamente desacreditado, el temor que creó dañó la confianza de ciertos colectivos. “Es tremendo que personajes como Trump apoyen estas ideas descartadas ya que suponen nuevos brotes”, matiza el experto.

Por qué es tan importante vacunar a los niños

Para aquellos que sostienen que la propia vacuna también puede provocar encefalitis, Piñeiro expone que la prevalencia es inferior a uno por cada millón de niños vacunados. “Y no siempre comprobado, pues la mayoría quedan diagnosticados de encefalitis de causa desconocida, que finalmente se atribuyen a la vacuna por una relación casual (temporal), pero no necesariamente causal”.

Es fácil hacer cuentas. Por cada niño supuestamente afectado por una encefalitis debida a la vacuna, se habrá salvado la vida a un mínimo de 333 niños, y evitado un mínimo de 1.000 cuadros de encefalitis, por no hablar de controlar la enfermedad e impedir un brote que afecte a toda una población. Y eso en el primer mundo. En los países en vías de desarrollo, la tasa de mortalidad del sarampión alcanza hasta el 10% de los casos.

En España, de momento las coberturas son buenas, por lo que nadie se plantea la obligatoriedad del calendario vacunal como sí han iniciado Francia o Italia. Pero, ¿qué nos hace pensar que nosotros estamos vacunados frente a los antivacunas?

“Se deben implementar estrategias antes de que lleguen los brotes, y mejorar la comunicación con los padres desde la empatía, el respeto y el cariño. Lo fácil es atacar a una familia reticente a las vacunas”, apunta Piñeiro. “El reto es que superen sus fobias e inmunicen a sus hijos. Ese debe ser el objetivo, y no vamos a conseguirlo obligándoles a vacunar”.

Otra opción sería amonestar económicamente, como en Australia. Este país acepta la no vacunación a cambio de retirar beneficios fiscales a los padres. Curiosamente, allí las coberturas vacunales son superiores al 99%.

El virus del sarampión no descansa. Siempre está buscando su próxima víctima. Lo mejor es estar vacunado y no comprobarlo en nuestro propio cuerpo. “La medicina no es una ciencia exacta, pero las matemáticas no fallan y nos están pidiendo a gritos que nos vacunemos, todos”, concluye Roi Piñeiro.

Así se detecta el sarampión

El primer signo del sarampión suele ser fiebre alta, que dura entre 4 y 7 días. En la fase inicial, el paciente puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas. Al cabo de varios días aparece erupción cutánea, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que se extiende unos 3 días y acaba por afectar manos y pies.

Las complicaciones más importantes son ceguera, encefalitis (infección acompañada de edema cerebral), diarrea grave (que puede provocar deshidratación), además de infecciones del oído y respiratorias graves, como la neumonía. Son más frecuentes en menores de 5 años y en mayores de 30.


Fuente: SINC

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