Según el BID 8 de cada 10 personas viven en las ciudades de Latinoamérica, es decir que el 80% de la población de estos países ha decidido hacer su vida en las ciudades, personas que han tenido que adaptar su estilo de vida a lo que ha significado una pandemia mundial como la del COVID-19. Adaptándose en la forma como se transportan, trabajan, educan y recrean. Solo para mencionar algunos evidentes cambios en razón de la pandemia.

Sin embargo la capacidad de adaptación del ser humano ha demostrado ser mucho más rápida que la de las instituciones y organizaciones que administran su estilo de vida, es decir a pesar que los ciudadanos han avanzado en adaptarse a la nueva normalidad, estos cambios no han sido tan evidentes en las ciudades que los acogen.

Poniendo así en evidencia que el gran reto actual es adaptar las ciudades lo más rápido posible a los retos de la nueva normalidad. Lo que significa en otras palabras que las ciudades sean ciudades resilientes. Una ciudad resiliente “es aquella que evalúa, planea y actúa para preparar y responder a todo tipo de obstáculos, ya sean repentinos o lentos de origen, esperados o inesperados. De esta forma, las ciudades están mejor preparadas para proteger y mejorar la vida de sus habitantes, para asegurar avances en el desarrollo, para fomentar un entorno en el cual se pueda invertir, y promover el cambio positivo” (ONU Habitat).

Este proceso de adaptación y transformación de ciudades tradicionales, a ciudades resilientes, lo primero que demanda, es de gobernantes que sean líderes, con visión, grandeza y una gran capacidad de gerencia. Que permitan adaptar las ciudades a los retos de hoy y a su vez planifiquen la transición a la normalidad y la reapertura de la vida como la conocíamos.

Los retos son numerosos en materia de transporte, trabajo, comercio, salud, recreación, educación, cultura, seguridad, entre otros aspectos. Por lo tanto es urgente planificar e iniciar los planes pilotos de todos estos sectores, para que esos pilotos sean el insumo para el desarrollo de protocolos y estos protocolos nos permitan avanzar hacia la nueva normalidad de forma planificada y organizada; lo que se traducirá en cambios en la infraestructura, tanto física como tecnológica de las ciudades.

No hacerlo de esta manera, no seguir este camino de forma rápida y por el contrario quedarse estático sin un recurso distinto a las cuarentenas estrictas. Será la garantía para que esta transición igual se haga por necesidad, pero sin planificación y de forma desordenada. Lo cual se traducirá en un mayor número de contagios, empresas cerradas, empleos perdidos y esto a su vez se reflejará en una crisis económica y social nunca antes vista en las ciudades de Latinoamérica.

Por eso frente a los grandes retos, grandes soluciones. No podemos permitir que los gobernantes actúen como avestruces asustadas, enterrando la cabeza esperando que desaparezca el peligro; por el contrario, debemos buscar la forma de adaptarnos para salvar las vidas, salvar la economía y estar a la altura del reto planteado, haciéndoles la vida mucho más fácil a los ciudadanos y hacer una transición ordenada. Ese es el reto.

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Redacción Minuto30

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