Parece que ya se abrió el partidor para la búsqueda de un presidente para Colombia. Pero debemos aclarar que, dada la situación real en que está el país, no se busca tanto un presidente para Colombia; más bien, al presidente que necesita Colombia.

La elección presidencial de Colombia de 2022 se celebrará a finales de mayo de 2022, y en ella se escogerán al Presidente y Vicepresidente del país para el periodo 2022-2026. La fórmula ganadora deberá obtener la mitad más uno del total de los votos válidos; de lo contrario, se realizará, a mediados de junio del citado año 2022, una segunda vuelta entre los dos candidatos con mayor votación.

Así las cosas, se requiere una fórmula presidencial capaz de captar una buena cauda electora y, a la vez, ser un candidato con las calidades que el momento colombiano (regional y mundial) exige, pues deberá ser capaz de transformar un país pos pandemia, con indicadores retadores si se quiere recuperar el terreno perdido y las metas económicas, sociales y educativas que se requieren con urgencia y la población tanto reclama.

La realidad que presenta la patria no es nada halagüeña; más bien delicada. La corrupción se ha convertido en el mal fundamental de la nación (¡quién habría de imaginarlo! Ni siquiera se sospechó, por la época aquella en que un célebre presidente de la república se atrevió a pedir “reducirla a sus justas proporciones”), seguido del narcotráfico (que va en “crescendo”, para tristeza nuestra, mal de la economía y deterioro de la imagen internacional), la violencia política, guerrillera y delincuencial, parecen incrementarse día a día, a la par que la pandemia va derrumbando indicadores, perpetuando el desempleo y agudizando la miseria.

A este panorama debemos sumarle la polarización de fuerzas políticas y económicas, apuntaladas en doctrinas que han hecho naufragar a varias naciones vecinas y que hoy, todavía, no obstante la dolorosa evidencia de Venezuela, nos negamos a reconocer. Parece que una segunda patria boba se ha apoderado de Colombia, donde las armas de uno y de otro extremo, apuntan al ciudadano más encumbrado, pero también al más humilde, por igual.

El odio, el resentimiento, la amenaza, la ambición que corroe toda ética y gobernabilidad, la mentira disfrazada de verdad, el populismo de uno y otro lado, la justicia desdibujada o nula, son los síntomas claros de una ausencia de verdaderos liderazgos que ponen en jaque a la democracia y amenazan la salud de Colombia.

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Los consensos, que en otras épocas sobreaguaron la nave, no se ven por ninguna parte, por una razón harto sencilla: los liderazgos sanos, madurados al estudio de los males y necesidades de la patria, no se ven por parte alguna, y los candidatos que aparecieron una vez (disfrazados de “ideas novedosas” y hasta de juventud) no parecen darse cuenta de que hoy no son más que tristes dinosaurios, y la población los identifica como simples bufones que ayer (encaramados en su antigua figura embluyinada y de rulitos flameando en la frente escaza) se presentaban como salvadores y alternativa, y que hoy no son más que caricaturas de poder y ejemplos demostrados de fracaso y corrupción, que han rodado de grupillo en grupillo, año por año, grupúsculos que ellos mismos se dan en denominar cantinflescamente como “Partidos”, aprovechando a un elector incauto, pobre cultural, económica y políticamente, o simplemente víctima de la necesidad, la politiquería y la desazón.

Necesitamos consensos; entender la realidad, ponernos de acuerdo sobre lo fundamental, deponer las armas (en especial la lengua), entender indicadores, analizar prospectivamente al país, comprender la región y descifrar la dinámica del mundo.

Definitivamente, ya se abrió el partidor para la búsqueda de un presidente para Colombia. Pero es perentorio y necesario aclarar: no se busca tanto un presidente para Colombia, más bien debemos buscar, con buen juicio y sentido de patria, al presidente que necesita Colombia.

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Redacción Minuto30

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