El país al garete y a merced de la impunidad

No nos digamos mentiras: el país va mal…y la economía, peor. Los datos son escalofriantes: a hoy, el IPC acumulado anual es de 10.99%. En el sólo mes de septiembre de 2023, fue de 0.54%. Las extorsiones, en un año de gobierno Petro, aumentaron un 20%; los secuestros, en un 74%; los hurtos, en 18%; los combustibles, ¡en 43%!; el costo de la electricidad, en 11%; el transporte, en 19%; los alimentos, en un 12%. Es decir, ¡el cambio es total!

Aparte, sigue la corrupción rampante; los escándalos sacuden a la casa de Nariño; la violencia hace del Cauca una república independiente, el narcotráfico sigue gozando de buena salud, y, lo más preocupante, la justicia no opera. Nunca antes, el sentimiento generalizado de que estamos en un país sin justicia, o mejor, con una justicia arrodillada ante la delincuencia, en sus diferentes manifestaciones, fue tan profundo y triste.

Los hechos delictivos en los que están involucrados ciudadanos de todas las categorías y todos los estratos, jueces de la república, senadores, concejales, diputados, alcaldes, gobernadores, expresidentes, exministros y hasta magistrados de la corte Constitucional, son imposibles de enumerar, y nos está diciendo, para desgracia de Colombia, que aquí se tiene la plena convicción de que delinquir sí paga, una herencia de la cultura mafiosa, que el país se niega a dejar atrás. El “usted no sabe quién soy yo”, el “demalas”, hace carrera todavía a lo largo y ancho del país.

Casos de impunidad son abundantes en Colombia; la estadística habla del 95%. ¿Por qué la vida en Colombia no vale nada?, así lo sugiere el citado nivel de impunidad. ¿Por qué nuestro jueces, magistrados y en general nuestras Cortes, con salarios millonarios y con poderes para imponer contralor, fiscal, registrador o procurador, son tan inoperantes? ¿Por qué cuando la justicia norteamericana solicita (exige), que se den resultados, si se dan? ¿Por qué se dejan prescribir casos de “peces gordos”? ¿Por qué se excarcelan y se exoneran “misteriosamente” (sin incurrir en prevaricato) a reconocidos delincuentes? Por qué…, por qué…, por qué. La dolorosa pregunta que uno se hace, es: si casos como los asesinatos de 7 excandidatos presidenciales están en el más triste olvido, ¿qué pasará en los casos en los cuales los asesinados, ofendidos, robados, violados, quemados, masacrados y ultrajados, son personas humildes?

Siempre se ha dicho que un país sin justicia, es un país inviable. ¿Qué nos espera ante la triste situación que vivimos, donde los delincuentes se pasean tranquilamente por calles, ciudades, gobernaciones, alcaldías y hasta la presidencia, y muchos terminan premiados con cargos como “Gestores de paz”? Triste ver a los delincuentes en restaurantes lujoso, yendo y viniendo por los pasillos oficiales, predicando paz y hablando de ética. Y si acaso son puestos ante un juez, vienen los conciliábulos, el tráfico de influencia y los artículos retorcidos de la amañada interpretación de la constitución, y las normas “legales”, como el “vencimiento de términos”, que permite que los delincuentes de mucha monta sigan en “el negocio”, en las juntas, en el gobierno, en las alcaldías y en las gobernaciones.

Mientras tanto, el 5% de los casos “juzgados”, son gentes humildes, ignorantes, rateros de 2 por 5, que llegan a ocupar el cambuche de gentes sin ningún escrúpulo, que en virtud de “descongestionar cárceles”, como es lema del actual ministro de Justicia, salen a continuar en sus fechorías, animados por lo que aprendieron en falaz pasantía por Bellavista, el Buen Pastor u otro centro de reclusión.

En definitiva, estamos ante un peligro inminente de hacer inviable el estado por el problema delincuencial de país, estimulado por el apoyo gubernamental a “los más vulnerables” y al nombramiento de “peces gordos” como “gestores de paz”.

La corrupción y la ausencia de justicia son visible. En definitiva, pagan los de ruana. Los de ruana… que llaman. Creo que hasta Maquiavelo, si conociera la impunidad reinante en este país, exclamaría: ¡Que Dios nos ampare!

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