Llegó cargado de viento, llegó cargado de harina como el “Mono Pandetrigo” que ofició de atracción turística en un pueblo del Departamento de Caldas. Por eso cuando terminó sus estudios de periodista en la Universidad de Antioquia, puso su gracia solera en manos de María Emma Mejía que ejercía en tiempos difíciles el cargo de Consejera Presidencial para la ciudad de Medellín. Los dos se dedicaron a una buena tarea de conocerla y, ante todo, descubrir cómo eran sus laderas cargadas de mujeres pobres y de niños desnutridos. Luego coronó Bogotá, como todo provinciano que pretenda ser Ministro, Embajador o Presidente. Cayó parado en el Ministerio de Educación como consultor, no sabemos de qué, pero consultor, aunque de pedagogía estaba corto, como cortos eran el lápiz para escribir y el peine para su patriótica cabellera chamuscada de ideas precursoras.

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Después – siempre hay un después de cada noticia y un después de cada noticiero- vínose a ejercer de oenegero, como todos los “hombres de buena voluntad” que han mantenido la distancia del mamertismo utópico y diurético. Dedicó su alma de reformador alineado a ser pivote ideológico de u n candidato a la alcaldía que resultó electo, lo cual benefició a los medellinenses, pero le fomentó el ego a todos los funcionarios de esa tanda administrativa, incluyendo al Imparable que desde el primer instante del primer día del año en que se
posesionó su entenado político, juró en el Palatino Cerro Nutibara, que llegaría a ser también Alcalde, mientras su amigo hizo tránsito a una candidatura presidencial fallida, una vez terminado el mandato criollo y localista.

Arrumbó el dios de la modestia y pasó sin pena ni gloria por la Secretaría de Gobierno. Allí pudo ahondar en la telaraña desmovilizada de las autodefensas o paracos, y en las hendijas, ranuras, postigos, curvaturas, solares, escondrijos y demás accidentes naturales donde viven y comulgan los combos, bandas, patotas y bandolas armadas urbanas. Además conoció cómo se comportan las barras bravas de los dos equipos de fútbol más mediocres, costosos y amados de la ciudad y de la región. Aprendió a tocar el pito de policía, el oficio de inspector de permanencia, el trajín nocturno de “guachimán”. Por aquella época se familiarizó con el cántico de rancheras y se hizo socio del Club de la Sonora Pensadera, liga de funcionarios públicos que pujaban por la herencia administrativa del alcalde matemático. (Este Club se desintegró cuando uno de los socios declaró indigno de la patria chica al humorista santuariano Guillermo Zuluaga “Montecristo”. El furor popular les produjo caries y urticaria a todo el gabinete. Desde entonces El Imparable se quitó de encima a uno de sus competidores).

Al correr los meses del calendario mockus-caldense, El Imparable diseñaba en sus noches silentes y en sus desvaríos cebolleros, el inmarcesible camino de la gloria política que hubo de emprender para llegar al Palacio de la Alpujarra. Y llegó.

El sufrimiento no dio espera ni para cerrarse el saco. El fantasma de la “donbernabilidad” hizo acoso y destrozo en su alma buena. Su contendor lupe – nezco hizo correr fantasiosas y torcidas historias de El Imparable con el jefe del Bloque Nutibara que lo atormentaron hasta el delirio. Para probar lo contrario dedicó su tiempo y el mazo del poder municipal a perseguir a los desmovilizados. Desde ese mismo momento sembró la semilla de la renacida violencia urbana. El engendro de la “donbernabilidad” quedó penalmente derrotado. Pero los efectos perversos se enquistaron en las comunas y el verbo y la impericia se hicieron sangre. Para frenar la ola invernal de plomo y fuego hizo de la Secretaría de Gobierno una oficina horno donde ha quemado a varios ciudadanos de su corte.

Completó el marco ideológico y poético de su preclaro mandato con esta perla: declaró que las mujeres estudiantes, funcionarias o docentes del ITM, Instituto Tecnológico Metropolitano, hacían parte de una red de prostitución. Su experticia argumental estuvo en la pronunciación flamenca del verbo follar ante los medios. De esa manera impactó en la desprevenida opinión pública. Recompuso el quórum del Consejo Directivo para elegir una rectora de su cuerda. Y para coronar su logro moral y conceptual, propició la supresión del representante del Gobernador en ese Consejo Directivo. Una revancha imaginaria y descocada. Imparable Señor de cuerda y faca, corto es su destino y larga su resaca.

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Redacción Minuto30

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