Oporto
EFE/EPA/Manu Fernandez

Oporto (Portugal), 29 may (EFE).- La final de la Liga de Campeones es más que fútbol y este sábado, en Oporto, el balompié ha resucitado en medio de una pandemia de covid que lo había «noqueado». El deporte rey apenas se puede entender sin su público y por eso hoy pudieron presenciar el Chelsea-Manchester City 14.110 almas.

La final entre los dos equipos británicos se empezó a disputar el mismo día en que la UEFA anunció que se disputaría el 29 de mayo en Oporto con la presencia de 6.000 aficionados por cada club y con otras 4.500 adicionales.

Si el verano pasado, en agosto, la Champions se aferró con una inédita fase final, lo cierto es que al graderío le faltaba el ambiente, el rugido, los cánticos y el ánimo hacia los jugadores.

Esta vez no se escuchaban las voces de Thomas Tuchel y simplemente se intuían las regañinas de Pep Guardiola al luso Bernardo Silva, incapaz de dominar el esférico, como le gusta al City.

El fútbol regresó en do Dragao a este estallido que provocó el gol del germano Kai Havertz en el minuto 42.

Al unísono, las 6.000 almas londinenses gritaban «goal» ante el asombro de la prensa, que ya se había acostumbrado a que la única celebración tras los goles era la de los propios jugadores.

Los silbidos de una hinchada, replicados con cánticos de la adversa, es parte indisoluble del fútbol y desde marzo de 2020 se había perdido la costumbre.

Como también ha sido el canto unánime del himno de la UEFA minutos antes del encuentro, en medio de un festival pirotécnico que sólo se concibe con público en la grada.

A diferencia de los ocurrido los días previos al encuentro en la ciudad de Oporto, donde cientos de seguidores británicos se saltaron las normas covid, esta vez en el campo los aficionados cumplieron con la obligación de portar mascarilla y mantener la distancia de seguridad, al menos a la entrada y en los primeros compases.

El fútbol se puede ver en el estadio con mascarilla, o, al menos, esa es la apuesta hecha por la UEFA para intentar demostrar que es posible insuflar savia a un fútbol que agoniza sin su hinchada en el campo.

El fútbol resucita en Oporto y la ciudad de Oporto reaviva su economía con el mayor evento de la UEFA.

Una ciudad que en la jornada de este sábado ruge en el estadio do Dragao y que, además, también late de pasión en las dos «fanzone» instaladas. La del Manchester City en la ribera del Duero y la del Chelsea en pleno centro, en la arteria de los Aliados.

Allí se citaron, previa presentación de un test negativo de covid, cientos de aficionados de sendos clubes que no fueron agraciados con alguna de las 12.000 entradas repartidas entre los clubes ingleses.

Hace siete meses que en Oporto no se veían las gradas con público y el fútbol europeo se frota las manos con esta final, ya que puede suponer un antes y un después en el objetivo de la vuelta de los espectadores a los estadios.

Sin ellos, el fútbol se queda cojo e insulso y, además, podría caer en número rojos, ya que sin la afición, el deporte del balompié apenas tiene sentido, tanto a nivel deportivo como empresarial.

Ganó el Chelsea la final de la Liga de Campeones ante el Manchester City, pero quien de verdad salió reforzado fue la industria del deporte del fútbol.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio