La biodiversidad colombiana es vasta y poco conocida; gozamos de una riqueza natural invaluable que mella de las condiciones socioeconómicas, los problemas de seguridad que aún padecemos la falta de concientización frente al respeto hacia las áreas naturales y hábitat de otras especies (sometidas a desplazamientos forzosos a causa de nuestra invasión) y el desconocimiento de las mismas, hace que en gran medida muchos de esos tesoros nacionales sean olvidados, agredidos y amenazados por parte del mayor depredador de todos: El ser humano.

Muchas personas desconocían que los cocodrilos habitaban en Colombia o gozan de una compleja realidad; Las notas periodísticas generadas por las decisiones gubernamentales frente a esta especie y las reacciones ciudadanas que ello generó, los han hecho visibles en los últimos días. El Crocodylus Acutus, conocido como Caimán aguja es el protagonista actual en Colombia.

Esta semana salió a la luz la Resolución 2298 de 2018, que eliminaba la veda sobre un área especial de conservación de esta especie animal, en la bahía de Cispatá (Córdoba). Esta profiere un permiso a los lugareños, para hacer uso sostenible de los huevos del caimán (bajo parámetros de zoocría que garanticen modelos de aprovechamiento racional del recurso) y de igual forma la comercialización de pieles y otros derivados de dicho reptil.

Colombia es el cuarto país en riqueza de reptiles a nivel mundial, contamos con 6 especies de Crocodílidos entre ellos el que nos concierne, el caimán aguja. Sin embargo, el 50% de la población de reptiles es amenazada por su cacería indiscriminada, comercio ilegal y la pérdida de su hábitat a causa de la urbanización y el uso de tierras en otro tipo de actividades como ganadería y cultivos ilícitos.

La Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza, UCIN, presentó al Caimán Aguja como una especie Vulnerable a nivel de las Américas y a Nivel Nacional, las autoridades ambientales lo catalogaron hasta antes del 2017, como una especie en Peligro crítico. (Esta clasificación cambió posteriormente a especie en peligro).
Las tradiciones culturales han ayudado a esta disminución de la especie: Sus huevos son apetecidos y se les asigna propiedades afrodisiacas, su carne es aprovechada y la exportación de su piel, lidera desde 1916 las exportaciones de fauna en Colombia.

En 1969 se instauró la veda a su cacería generando controles que evitaran este tipo de actividades, sin embargo los resultados no eran prometedores. Para 1994, el avistamiento de individuos, no superaba el número de 6. Esto llevó a buscar alternativas y se logró concretar una iniciativa que vinculaba personas de la zona alrededor de un plan de conservación de la especie, liderado por las entidades ambientales y el gobierno nacional. Así las cosas, se logró el empoderamiento de cazadores y habitantes de la zona los cuales se dedicaron a protegerlos de la explotación, garantizar su cuidado y comprometerse por

avivar la especie llevándola a ámbitos de recuperación y sostenibilidad en su manejo productivo.
Así se forjó ASOCAIMÁN, una entidad que se dedica al cuidado de la especie llevándose elogios y premios por su labor y los resultados obtenidos; Al día de hoy el avistamiento de Caimanes supera los 1800 individuos.

La Resolución 1912 declaró que la especie se encuentra en peligro y por esta razón es menester no bajar la guardia y garantizar un cuidado permanente que evite consecuencias catastróficas.
Al levantarse la veda, los ex cazadores regresan a su labor, la cual no tuvieron necesidad de ejercer en el pasado; la pesca, la producción de miel, las artesanías, el ecoturismo entre otras, fueron actividades que propiciaron paralelamente y que demuestran que existen otras alternativas.

Entendiendo la loable labor realizada por parte de los ex cazadores que retornarán inevitablemente a sus olvidadas faenas, la realidad socioeconómica de nuestro país que lleva a buscar alternativas económicas para los ciudadanos y el tema de sobrepoblación de reptiles que podría presentarse en algún momento generando consecuencias ambientales adversas; sin embargo, me es imposible dejar de lado el sentimiento de impotencia frente a las situaciones a las cuales hemos abocado a los animales. Ellos se convierten en instrumentos para los fines humanos, olvidando que incluso al interior de nuestra legislación, existen marcos jurídicos que los catalogan como seres sintientes; desconozco la forma como se llevan a cabo los sacrificios de estos animales en Colombia, pero lamentablemente he sido testiga de videos en zoocriaderos en el mundo donde mutilan, se cercenan sus columnas cervicales y en ocasiones son despellejados vivos, menester de un comercio en decadencia en el tema de la moda.

Colombia tiene una amplia participación en el mercado de las pieles no clásicas como la del caimán aguja, en 1993 sus exportaciones fueron del 88,8%, me pregunto:

¿Cuántos animales debieron morir entonces?

Hace cinco meses en el municipio de Santa Rosa de Osos, la Autoridad en Licencia ambiental, tuvo que intervenir un zoocriadero propiedad de un cordobés a causa de las condiciones infrahumanas en las cuales se encontraban algunas babillas y caimanes agujas que allí habitaban; esta es la evidencia de lo inmisericorde que puede llegar a ser el humano en su afán por su enriquecimiento .

Evidenciando casos como esos, pregunto: ¿Quién nos garantiza que el respeto a la normatividad será imperante? ¿Quién puede asegurar que la ambición y la codicia, no se apoderarán de los lugareños y llevará al abuso sistemático de la especie? Yo si quisiera saber, a ¿quiénes, más allá de los habitantes de la zona, beneficia esta nueva resolución?

En lo personal no estoy de acuerdo con el sacrificio de animales, creo en alternativas más humanas y menos crueles de alimentación, de vestido y demás “usos” que les damos a aquellos que cosificamos olvidando que son seres vivos.

Soy conciente que es un debate álgido, donde confluyen nuestro trabajo a favor de los animales, el de los ambientalistas y el de los humanistas con sus diferentes puntos de vista todos válidos al calor del debate pero donde siempre (y soy consiente de ello) salen en mora los animales.

Espero que la norma sea imperante, dado que sé que será imposible evitar que muchos seres vivos mueran en esta nueva puerta que abre la resolución del 2018, espero que el derramamiento de sangre y crueldad sea poco; que nos demos cuenta de alguna forma, que no los necesitamos para satisfacer nuestros caprichos y de lo más importante, que no se nos vaya la mano en su aprovechamiento y no tengamos que llegar a medidas extremas en el futuro o llorar la pérdida de una especie de la riqueza autóctona de nuestra nación.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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