Esa fue la respuesta de un niño de escasos seis años cuando la profesora, del grado primero, le preguntó a qué se dedicaba el papá, bueno, la respuesta fue más larga y contundente, “…ah, él también tiene un revólver pero le gusta más atracar con cuchillo”.

Me enteré de esta cruda realidad el pasado mes de octubre cuando visité una Institución Educativa, admito que quedé paralizado y sin saber que decir ante el relato del  rector, quien agregó que la madre de aquel infante estaba en la cárcel por venta de estupefacientes.

Recuerdo que detuve mi mirada quedando paralizado y pensativo, bajé la cabeza y, en medio de una angustia tenaz, tomé un sorbo de café.

Como por arte de magia llegaron a mi mente un montón de situaciones adversas que viven algunos de nuestros niños y jóvenes de la ciudad, por un instante recordé la niña de sexto grado que, otrora, al otro lado de la ciudad, muy apenada llama al rector a un rinconcito del patio de la escuela para pedirle, casi al oído, que si por favor le permite esculcar las canecas donde se echan las sobras del restaurante para ella llevarle algo de comer a sus hermanitos menores.

Imposible negar que cada segundo que pasaba mis sentimientos se arrugaban más y mi corazón se encogía, agradecí al rector los informes que necesitaba y me retiré.

En este orden de ideas, hace pocos días revisaba mis notas de lo que algún día será un libro sobre pedagogía y me encontré con una pregunta que bien puede hacer alusión al tema, ¿cuántos niños y jóvenes hoy en la ciudad son huérfanos de padres vivos? Innegable la soledad y el abandono en que viven algunos dentro de su propia casa.

Bien sé que algunos padres de familia no ayudan, pero… sí entorpecen la formación de sus hijos, unos por falta de tiempo, otros, muy cuestionable, por falta de interés o amor. No acabo de descubrir el agua tibia, pero mi humilde experiencia en temas educativos me permite asegurar que no son pocos los padres de familia que creen o mejor están convencidos que las instituciones educativas son centros de acompañamiento y entretención para sus hijos mientras ellos cumplen su jornada laboral o atienden sus oficios domésticos. Se olvidaron que el niño va a la escuela a aprender, pero debe venir educado de la casa. No ayudan, pero… si entorpecen.

“A mal tiempo, buena cara”, y como dicen por ahí, cada día trae su afán, sin lugar a dudas hace rato vivimos en un mundo acelerado; todos corremos sin saber para donde, lo importante es correr y en medio de tanto afán estamos descuidando los detalles más sublimes. Para mí, es inconcebible que existan hijos huérfanos de padres vivos, familias enteras bajo un mismo techo conviviendo como extraños, no se saludan, no se hablan y, lo más grave no se respetan. 

Niños y jóvenes olvidados y por qué no maltratados. El diálogo y los buenos modales, acompañados de buenos consejos y el ejemplo marital brillan por su ausencia, cada quien actúa de forma individual, haciendo alusión al dicho de “sálvese quien pueda”. Me asaltan muchos interrogantes frente al tema de las familias, en algunas la autoridad y el respeto hacen parte del pasado. Como quiera que sea, antes de traer hijos al mundo se debería pensar y planear bien, lo digo porque ser padre o madre es una responsabilidad inmensa.

Sería irresponsable de mi parte asegurar que todos los padres son iguales, obvio que no, pero, lo más grave es que muchos de los ocupados padres de familia, ausentes hoy de la escuela, la critican y hablan mal de la educación. No ayudan, pero… si entorpecen.

Papás, mamás no critiquen tanto, no hablen mal del colegio o institución donde se están preparando sus hijos, no le echen leña al fuego, sabemos que en Colombia el sistema educativo no es el mejor, pero es el momento que dejemos esa actitud negativa, nociva y criticona, volvámonos todos propositivos y positivos, halemos para el mismo lado, si alguna profesión merece respeto y apoyo es y será la profesión docente.

Para terminar, quiero hacer un llamado a la escuela, la que algunos profesores están convirtiendo en un almacén o depósito de contenidos, olvidando el soporte social. Sí, los programas académicos de algunas escuelas, colegios y universidades, parecen ofertas colgadas en estanterías, pague uno lleve dos.  No olvidemos que educar no es cuestión de cartillas y adoctrinamientos, es aprender a respetar al prójimo en medio de las diferencias.

Ah, me preocupa un proyecto de ley que pretende obligar a los padres de familia a asistir a las “Escuelas de Padres”, sopena, ante su ausencia, que el (ICBF) les quite la patria potestad de sus hijos.

Pd: Siempre he escuchado decir que es obligación estudiar, que el Estado está obligado a brindar educación a sus ciudadanos, que los padres de familia están obligados a educar a sus hijos… ¿Por qué obligar?, ¿será que nadie ve nada bueno cuando se trata de educar?  Lo que hace falta es una educación que enamore y no que obligue.

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Redacción Minuto30

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