En el país del Sagrado Corazón, hemos afrontado y manejado la problemática de la pandemia del COVID-19 con la capacidad folclórica que nos caracteriza y con una dinámica muy particular.

En el gobierno central y en los gobiernos locales después de 5 meses de cuarentena relativa, siguen haciendo los mejores esfuerzos para continuar generando e improvisando con mucha seriedad, decretos y acuerdos, que siguen limitando y coartando la capacidad productiva de los ciudadanos y de los empresarios, sin medir sus graves consecuencias futuras.

Además, dicen querer salvar vidas, pero se han olvidado en gran medida de las reales causas del contagio y no han generado la cultura cívica necesaria para su control estricto. Haber delegado en los alcaldes la responsabilidad de la ejecución de los decretos presidenciales, ha hecho que, en cada uno de los municipios del país, la historia del virus sea diferente y en consecuencia se torne inmanejable a nivel nacional.

Su falta de idoneidad, preparación y conocimiento del tema en la gran mayoría de ellos, es su gran falencia. En el ámbito de las redes sociales, muchos compatriotas, se dedicaron a defender el legado del expresidente Álvaro Uribe Vélez, exaltando las obras de su gobierno con gran vehemencia y ahora con más ahínco, por la medida de aseguramiento que le dicto la Corte Suprema de Justicia quitándole la libertad. Con orden, cultura y distanciamiento, las calles de las principales ciudades del país han sido invadidas con caravanas automovilísticas solicitando su libertad inmediata, todo un gran plan inane. Sus opositores en cambio casi que con sevicia se alegran en gran medida de mal ajeno.

Por otro lado, mucha gente no acaba de sorprenderse del vertiginoso ascenso de las Farc en el poder legislativo, ahora con vicepresidencia en el Senado de la Republica elegida por mayoría y de su cinismo desmedido vanagloriándose de su integridad ética y moral. Definitivamente la gran capacidad histriónica de las Farc solo hace gala y honor a su impunidad. Afortunadamente para muchos pensionados, el 80% de los empleados oficiales, muchos empleados del sector privado que trabajan bajo la modalidad de teletrabajo, inversionistas y rentistas de capital desde la comodidad de sus hogares, la cuarentena no ha sido tan traumática y con sus ahorros, sueldos fijos, pensiones y rentas, gozan a diario del netflix y de las múltiples serenatas callejeras de vallenatos y mariachis que muchos artistas clamando por su subsistencia dan con generosidad.

El asilamiento preventivo obligatorio con sus excepciones para este segmento de la población no ha tenido mayor inconveniente.

Desde la otra cara de la moneda, las cosas tienen una perspectiva muy diferente y los efectos de la cuarentena por el cierre de la economía decretada por el gobierno de Iván Duque, ya empiezan a tener efectos muy negativos. El desempleo en las ciudades ya llega al 24,9 % según el Dane, la quiebra e iliquidez sobretodo de las Pymes está dejando muchos damnificados y muchos sectores productivos del país ya gritan S.O.S. sin vislumbrar una recuperación tangible y rápida.

Su panorama es muy incierto. Sectores como el turismo, la hotelería, el comercio organizado, el transporte aéreo e intermunicipal, la construcción, el sector inmobiliario, los restaurantes, algunos sectores de profesionales, entre otros muchos que son grandes generadores de empleo, tienen muy afectados sus estados de pérdidas y ganancias y su caja después de 5 meses de inactividad esta sedienta de circulante.

Solo el sector productivo primario del país ha sobrevivido a los decretos presidenciales. El cierre de la economía que por lo demás es completamente ajena al virus está dejando fracturada la capacidad productiva del país en muchos campos de bienes y servicios y los indicadores económicos y del PIB están ya marcando un crecimiento negativo.

Algunos advertimos desde el principio de la cuarentena de sus nefastos efectos en la economía y finalmente de su inoperancia y poca efectividad en el número de contagios, mientras el distanciamiento, la asepsia, la autoprotección y los protocolos estrictos no fueran exigencia y obligatoriedad como en efecto se ha comprobado.

Cerrar la economía ha sido un error garrafal y su recuperación fácilmente como cualquier crisis económica puede tomarse varios años y mientras tanto sus efectos sociales van a ser muy complicados de solucionar en el corto plazo. El número de muertos que es lo que preocupa en una pandemia y que desgraciadamente es algo ineludible, finalmente es el mismo con o sin cuarentena y no depende del cierre de la economía como absurdamente se ha conceptualizado, sino del rigor en el control del contagio.

La estrategia para la recuperación de la economía por esta crisis, necesariamente conduce a una autarquía obligatoria para evitar la dependencia en las importaciones de productos básicos incluso en contravía de los TLC firmados que a decir verdad poco nos han beneficiado.

El campo con producción especializada, desarrollo tecnológico, junto con un sistema de comercialización que beneficie al productor necesariamente debe innovarse, fortalecerse y blindarse.

La pandemia debería impulsar al gobierno y los gremios agropecuarios a la transformación real de este sector tan olvidado, de una vez por todas. Poner al campo de primero en las prioridades, podría generar muchos valores agregados para el crecimiento económico con equidad que tanto se necesita.

A los sectores que generan mano de obra masiva como la construcción y la infraestructura hay que darles prioridad en la inversión para mitigar el desempleo que han generado el cierre de las otras áreas de la economía.

Fortalecer y priorizar la economía local, centrándose en ella exclusivamente a como dé lugar, es absolutamente necesario, junto con un gran reajuste en las finanzas del estado para superar la crisis. Sin embargo, en este escenario oscuro, el gobierno de Iván Duque además de implementar políticas globalistas protegiendo los intereses de las grandes multinacionales y de los organismos multilaterales, ha pedido al congreso inexplicablemente que le aprueben para el 2.021 un presupuesto en plena crisis económica y con crecimiento negativo, de 314 billones, con 43 billones más del presupuesto del 2.020, con el grave precedente de un déficit fiscal cercano al 6%.

Es decir, propone gastar más, sin tener en cuenta que el panorama de ingresos del gobierno es muy incierto por la inestabilidad de los precios del petróleo y que sumados a los gastos ocasionados por la pandemia y la previsible reducción en el recaudo que está ocasionando el cierre de la economía de unos 25 billones, es claro que las expectativas económicas del país no son para nada alentadoras.

Frente a la situación fiscal, el gobierno está optando por endeudarse más con la banca multilateral globalista con el grave riesgo de llegar a un endeudamiento cercano al 60% de PIB sin prever sus consecuencias, también está viendo la posibilidad de vender activos productivos del estado y por supuesto también imponer más cargas tributarias al sector productivo empresarial emproblemado y a más personas naturales ampliando la base tributaria, sin proponer bajar impuestos o austeridad de ningún tipo, situación que podría causar un desajuste grave de la economía en el mediano plazo o de pronto antes, problemática que debe evitarse a como dé lugar.

Adicionalmente el escenario de crecimiento económico negativo con el cierre de la economía decretado, hace que las expectativas sean poco optimistas para aumentar el PIB en el corto plazo.

Así como es de imperiosa necesidad hacer una reforma a la Justicia, es urgente y pertinente la reducción del gasto del gobierno y del tamaño del estado de manera drástica, junto con el control exhaustivo de la política monetaria para evitar procesos inflacionarios que puedan colapsar la economía.

Nos tocó a la fuerza amarrarnos los pantalones, propender por una austeridad generalizada, solo comprar colombiano, ayudarnos mutuamente y emprender metas de desarrollo con endeudamiento muy moderado y controlado. El futuro es hoy.

@PoliticaPuntual

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Redacción Minuto30

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