Cuando la pandemia entró a Colombia por la puerta internacional del aeropuerto El Dorado de Bogotá y luego a las provincias por sus distintos aeropuerticos y carreteras (recordemos que Antioquia y Medellín, con todo y su GEA sigue siendo provincia), las medidas para “su control” se dictaron con dureza draconiana, apalancadas por el miedo al virus y la fuerza vinculante que advertían las autoridades civiles y militares.

Eran medidas draconianas, pues emanaban del poder supremo de una alocución presidencial y de algunos gobernadorcillos y alcalditos que jugaban al mismo papel del ungido, y que entendían que la majestad de sus decretos era incuestionable, entendidos ellos como la implementación y ejecución de normas rigurosas a ser acatadas de manera obligatoria por el conjunto de la sociedad.

Enmarcando la parroquia en el mundo, parece que el jueguito le estaba agradando en grado sumo a muchos gobernantes del planeta, y a otros tantos, les estaba salvando la papeleta del poder, ante la avalancha de inconformes por las condiciones de hambruna, desempleo, miseria y caos interno prepandemia, que no les auspiciaba el gozar de las mieles del poder, tal y como lo habían calculado.

A muchos cacasenos en el poder (como dice Vargas llosa en su novela La fiesta del chivo, para retratar al dictador Trujillo), la pandemia les llegó como auxilio divino y con un regalo extra: la mano auxiliadora de Dracón, el célebre legislador ateniense, quien luego del intento de Cirón por adueñarse del poder, fuera designado en el año 621 a.C., como arconte (gobernante), y que para reestablecer el orden en las calles, castigó a buena parte de la población, sentenciándola a la muerte incluso por delitos leves.

El querido Papa Francisco, visionario y humano como es, ante las restricciones a la libre circulación, la conglomeración de las personas y la instancia de la cuarentena obligatoria a nivel domiciliar que tuvo que imponerse en Italia y otros países ante el desborde del virus habiendo fallado en el intento de contención, señaló el trece de marzo de 2020, que “hay que tomar cuidado con aplicar medidas draconianas”.

Hoy, no obstante el paso desbordado del virus, parece que don dinero se impone, y el tapabocas, que antes nos protegía de contraer el virus, ahora nos tapa los ojos para hacernos creer que ya se ha ido. Las medidas se relajan a extremos peligrosos, todavía con la memoria fresca del pasado y desastroso día sin IVA. Parece que don dinero ordenó volver a la sociedad del trueque: se cambian muertos por monedas.

No nos engañemos: asusta ver espacio que pasaron de un control absoluto, a un absoluto descontrol. Asusta ahora que don dinero esté imponiendo la norma a los presidentes, gobernadorcillos y alcaldes, y pasemos a un descontrol absoluto.

Por ejemplo, produce espanto el Centro de Medellín, por donde transitan cientos de personas sin tapaboca o medida sanitaria alguna, atentando contra la otra mitad que hace un esfuerzo por usar al menos tapabocas. Barrios completos donde la ausencia de todo tipo de autoridad es notoria, y el cumplimiento de medidas sanitarias es ninguno.

La cultura del autocuidado no existe en esta ciudad, tal vez menos en el resto de Colombia, y el relajo de la autoridad, tan necesaria cuando no existe la cultura, es total.

No podemos pasar de unas medidas fuertes, casi draconianas en estos primeros cinco meses de pandemia, a un relajo total, a un ¡sálvese quien pueda!, todo porque don dinero le dijo no a la pandemia, no a los médicos, no a los epidemiólogos y no a los gobernantes: ¡primero yo!

Ahora sólo falta una alocución presidencial –con decreto a bordo– donde se nos ordene recitar Poderoso caballero es don dinero, el famoso poema de Francisco de Quevedo:

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado,
anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero
Poderoso caballero
es don dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir a España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quién le trae al lado,
es hermoso aunque sea fiero,
Poderoso caballero
es don dinero.

Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
es don dinero.

¿A quién no le maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
es don dinero.

Es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que aun con estar hecho cuartos
no pierde su calidad
Pero pues da autoridad
al gañán y al jornalero.
Poderoso caballero
es don dinero.

Más valen en cualquier tierra
(mirad si es alto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
es don dinero.

¡País, país, ay mi país! Que Dios nos ampare, y que la pandemia no agregue más dolor a la violencia, al desempleo, a la miseria, a la incultura que padecemos desde antes de la independencia misma.

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Redacción Minuto30

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