Este domingo se realizan las elecciones regionales en Colombia; aparecen candidatos de todos los pelambres e ideologías y, lo más preocupante, con antecedentes y procesos por delitos de corrupción durante su vida pasada y presente.

Algunos quieren repetir en cargos que desempeñaron con anterioridad y cuyos resultados fueron siempre muy cuestionados pero, con el cinismo que caracteriza a los politicastros colombianos no tienen empacho en postularse aupados por partidos que día a día pierden su prestigio; han pasado de ser referentes a escalafones casi subterráneos dentro de la escala de aceptación que tiene el pueblo colombiano.

El ocaso se inició con el frente nacional que se instauró en 1958 para buscar un mecanismo de repartición del poder entre ellos, para acabar con la violencia política. El resultado fue inicuo y anodino.

Inicuo puesto que en vez de fortalecer a los partidos y sus ideologías, los convirtió en grandes agencias de empleo para sus afiliados y la repartición de la burocracia del estado en toda su dimensión se daba acorde con el número de votos. Ese fue un hito que trajo consigo el incremento de la paquidermia estatal, pues no eran los conocimientos o la idoneidad lo que primaba sino la pertenencia a uno u otro partido. Al tener asegurado la tajada del ponqué los partidos perdieron su ideología y empezaron a buscar estrategias electorales que los mantuviesen vigentes con base en los empleos que le brindaban a sus electores. Una forma de compra de votos que se ha mantenido desde hace rato en las costumbres políticas.

Anodino puesto que la violencia no se acabó; aparecieron los inconformes con ese arreglo para la repartición burocrática y formaron nuevas bandas delincuenciales que después se convirtieron en bandas narcoterroristas que mantuvieron en muchas dificultades la gobernabilidad excluyente de ese par de partidos tradicionales.

Ante el ostentoso declive de esas colectividades empezaron a surgir los cismas, los partidos de garaje y muchos movimientos que después se quieren llamar partidos políticos.

Llegan desastres como Gaviria y sus desvíos, Samper y sus financiadores, hay intentos de negociaciones con el narcoterrorismo que no surten ningún efecto diferente al incremento de la fortaleza de esas organizaciones delincuenciales.

En ese escenario en el 2002 gana la presidencia Álvaro Uribe Vélez quien hasta un poco antes había pertenecido al partido liberal. Salió elegido abrumadoramente debido al hastío que tiene el pueblo colombiano con el accionar de los grupos narcoterroristas que se hacían llamar guerrilleros y que en la práctica tenían secuestrado al país e inmovilizado a sus ciudadanos en los cascos urbanos.

Establece la seguridad democrática como política de gobierno para mejorar la seguridad ciudadana, la confianza inversionista, reducir los índices de violencia, mejorar las coberturas en salud y educación y atacar con decisión y contundencia a los grupos armados al margen de la ley. En poco tiempo pudimos los colombianos volver al campo y disfrutar de nuestro territorio, sentirnos orgullosos de ser colombianos y salir con la frente en alto sin el estigma de pertenecer a una sociedad que convivía con el narcotráfico y la violencia.

Infortunadamente quien lo sucedió, una estafador de marca mayor, volvió a las andadas y para facilitar la compra de un premio decidió desandar lo avanzado y darle estatus beligerante a unos grupos de narcoterroristas. La intención del tahúr de marras no era otra que recuperar para sus parceros lo perdido en 8 años de gobierno austero. Esos detentadores del poder consuetudinario afincado en la fría capital de la corrupción, establecieron una campaña en contra de quien les había desnudado sus intenciones de mantenerse disfrutando del erario público sin razón diferente a la pertenencia a unos grupitos que definían en los clubes capitalinos la marcha del país.

Gran parte de los votantes jóvenes han sido imbuidos de un odio irracional hacia quien nos devolvió el futuro; la campaña mediática ha sido su fuente de información y es por eso que votan en contra de en vez de votar a favor de.

Este breve recuento es importante para que este domingo decidamos con algo de información en el momento de depositar nuestro voto. Quienes tienen más de 30 años pueden dar fe de lo que vivíamos los colombianos hasta el 2004 año en el cual empezaron a darse los resultados de la política de seguridad democrática.

Ese infierno está volviendo aupado por quienes ahora pretenden regresar al pasado, tiempo en el que unos pocos se enriquecían cabalgando en los cargos del estado y el pueblo a duras penas sobrevivía. Eso que ahora vive Cuba y Venezuela y todos esos pueblos que han caído en las garras de esas funestas ideologías de igualdad es el panorama que nos ofrecen.

El aprecio y la gratitud del pueblo colombiano hacia AUV, está presente en el Centro democrático, en verdad dentro de las opciones con mayor credibilidad y certeza para elecciones benéficas están sus candidatos. Es posible que en otras vertientes de la política se encuentren algunos justos pero como en Sodoma y Gomorra creo que es difícil encontrarlos.

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Redacción Minuto30

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